Monday, July 15, 2024

El Chernóbil Ideológico de las Dictaduras Invisibles


En 1979, casi se podría decir, que Venezuela entera esperaba a que llegaran las 9 de la noche, de Lunes a Sábado, para sintonizar Radio Caracas Televisión y disfrutar de una de las mejores novelas que se hicieron  en su día en la ya desaparecida cadena. Esta novela llevaba nombre de mujer: "Estefanía."

Fue una novela de unos 208 capítulos escrita y dirigida por dos de los más grandes intelectuales venezolanos, César Bolívar y Julio César Mármol. Estos dos “emperadores” del género de la novela histórica, crearon una trama tan delicada, como controversial. "Estefanía" narraba los últimos tiempos de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, que cae en 1958.

Bolívar y Mármol deciden que los protagonistas tuvieran nombres bastante parecidos a los de sus personajes en la vida real, y quizá el más inolvidable fue el de Gustavo Rodriguez y un impecable e insoportablemente cruel "Pedro Estrada" que era la mano derecha del dictador y el Jefe de la temible Seguridad Nacional.

Lo interesante de "Estefanía" es que era contada desde el punto de vista de la resistencia, un grupo secreto de jóvenes, liderados por "El Guácharo," interpretado por un artista emergente conocido como "El Puma." ¿Saben de sobra a quién me refiero, verdad? Por si no, era José Luis Rodríguez.

Pero a quien más se recuerda, por supuesto, fue a la bellísima Pierina España, cuyo personaje cae víctima de Estrada y de la Seguridad Nacional, y cuyas torturas tan realistas traumatizaron las mentes de los espectadores.

Pérez Jiménez ya había abandonado el poder hacía 20 años, pero, todavía en aquel entonces, existían muchísimos ciudadanos que habían vivido de cerca, por un lado, la opulencia de la dictadura y, por otro lado, las persecuciones, las torturas y las continuas “desapariciones” de venezolanos que se dedicaron a la resistencia.

A lo largo de los 80s, y los 90s, hubo un sin fin de películas basadas en hechos reales, que se desarrollaban en el ámbito de las diversas dictaduras que han plagado a América Latina, como es el caso tan dramático de las hermanas Mirabal en República Dominicana, o las infames cuevas donde se hallaron cadáveres, supuestamente, de víctimas del régimen de Augusto Pinochet en Chile. De este último sabemos los pormenores a través de la obra literaria de la "sobrinísima" de Salvador Allende, Isabel.

¡Ni contar de la hemeroteca de España para relatar los 37 años de dictadura de Francisco Franco! Qué sería de los Premio Goya si no fuera por el legado de Franco, me pregunto yo?

Y no se trata, claro está, de subestimar, en lo absoluto, las pesadillas que se sabe trascienden de estas dictaduras férreas. ¡Pero, cuidado!, que si nos atrevemos a mencionar cualquier acierto (sobre todo en el terreno económico) de los regímenes de dictadores podemos ser llevados a la hoguera de la censura y de la vergüenza.

Sin embargo, lo interesante de este asunto, las dictaduras, y es a lo que quiero dedicar este análisis, es cómo esa palabra ha servido para manipular la creciente decadencia de la opinión pública y cómo se ha--o se han--obviado las presencias cada vez más acérrimas de tiranías invisibles.

Empecemos por el principio...

La palabra dictadura se genera del latín "dictatura" Se refiere a una forma de gobierno autócrata, es decir, donde gobierna un individuo que controla todo el poder. No existe Estado de derecho. El mandatario tiene y tendrá siempre la última palabra. Este, a su vez, crea a su alrededor, un comité con sus ministros y personal de confianza, todos ellos serviles a la voluntad del dictador.

La dictadura puede ser de índole militar, como las ya mencionadas en nuestros ejemplos anteriores; pueden ser dictaduras donde el poder lo controla un partido, donde incluimos a China, o tal vez, Cuba, en manos de Miguel Díaz Canel, títere del legado de los Castro, primero Fidel, luego Raúl. Y también están las monarquías absolutistas, como las que abundan en Medio Oriente.

Quizá el régimen dictatorial más sonado y más conocido de la historia moderna sea el Tercer Reich, que si bien sólo duró poco más de una década, causó la destrucción de Alemania, una guerra mundial y fue culpable de la muerte de 85M de personas, 6M aproximadamente fueron judíos perseguidos por Adolfo Hitler y sus específicas políticas antisemitas.

Todas las dictaduras han dejado en el aire una nube tóxica insoluble. Podríamos comparar su daño con el cuaderno de notas de Madame Marie Curie. Un simple puñado de hojas tan, pero tan impregnadas de radiación, que sólo puede estar guardado en una caja hermética, y que aunque pasaran 10,000 años sólo podrá desprender un 1% de la radiación concentrada en sus páginas.

Las dictaduras de las que tenemos (infames) memorias, si nos ponemos a pensar, tienen todas un denominador común: la gran mayoría de ellas tienen menos de 100 años que sucedieron y cayeron.

Esto las hace tangibles y vigentes. Incluso, tenemos sobrevivientes de estas catástrofes tanto bélicas como humanitarias. Existen todavía ancianitos que en sus brazos llenos de arrugas se pueden leer números que alguna vez fueron su identidad mientras padecieron los horrores de campos de concentración. Yo los he visto. 

A lo largo de las décadas, estos sobrevivientes tuvieron descendencia, y podríamos estar tranquilamente hablando de cuatro o incluso cinco generaciones desde la Segunda Guerra Mundial.

Es imprescindible no olvidar. En eso tenemos que estar de acuerdo. Es nuestro deber moral estar de acuerdo. 

Las tecnologías tan avanzadas con las que contamos nos han permitido crear extraordinarios archivos con la data más precisa que existe. Hay familiares de sobrevivientes de los campos de exterminio Nazi que se han logrado encontrar después de setenta años, gracias al trabajo incansable del Yad Vashem en Israel.

Pero, por desgracia, esta nube tóxica, que ha marcado huella mucho más allá de los testimonios y los libros históricos, también ha sabido ser manipulada para impulsar movimientos propagandísticos y abominables agendas ideológicas de las que ya hay demasiadas víctimas. Y estamos hablando del siglo XXI, nuestra era actual. 

La sola palabra "propaganda" merece su propio capítulo en este medio.

Pero es impresionante lo que la palabra "dictadura" ha podido lograr, sin disparar misiles; sin movilizar tanques, y sin perpetrar un golpe de Estado. 

Por qué he querido empezar este artículo recordando la novela de Julio César Mármol? Porque esta estrategia de recrear los horrores de las dictaduras (que, ojo, ¡sí sucedieron!) es lo que ha permitido a los nuevos factores de poder, instalarse en nuestras instituciones y en nuestras mentes.

¿Quién no se conmueve con las escenas donde Estefanía Gallardo es atada medio desnuda al techo, mientras es desangrada a golpes parada sobre un rin de caucho?

Sabemos que es una novela y que sus protagonistas sólo siguen un guión, pero la mayoría de los televidentes enseguida asocian esas escenas con los cuentos macabros del abuelo o el tío que desapareció durante las parrandas de San Juan y nunca más volvió.

A los círculos del entretenimiento se le han unido, con más fuerza de la que podemos imaginar, los medios de comunicación, que también se han aprendido un guión a la perfección, y han contribuido a anestesiar a toda una sociedad para que se crea que cualquier ente político que no sea afín a las ideas (usualmente social comunistas) del progresismo, estará condenado al rin de la censura y la castración emocional que vemos popular en nuestra política actual.

Cuando se quiere herir de muerte a cualquier fuerza política de índole conservadora, verán, es infalible, que las furcias mediáticas, con el estruendoso eco de las redes sociales, harán que se desplieguen por los aires palabras banderas (diversidad, tolerancia, inclusión) y qué más? Qué más? A ver si adivinan...

¡Exactamente! Los nombres propios de los líderes de dichas formaciones serán tildados de "dictador" o lo llamarán "Hitler." Sin pensarlo dos veces y sin cuidar las formas ni poner a los susodichos en contexto.

Lo vemos día a día...

Demos un ejemplo muy, muy vigente: Donald Trump.

Trump está en campaña para volver a la Casa Blanca este próximo mes de Noviembre. El ex-presidente llega como un completo alienígena al panorama político en el 2016, como el pionero de la actualmente denominada "nueva derecha," de la que hemos hablado con amplitud--y lo seguiremos haciendo.

Tanto con sus aciertos como con sus fracasos, que los tuvo, el mote preferido para referirse a su persona o a su gestión es comparado con un "dictador."

Ahora, en su nueva apuesta por llegar a Pennsylvania Avenue, ya graduado de político, con todos sus bemoles, sigue siendo diana de las comparaciones con Hitler. No sólo eso, sino que sería el ladrón de nuestra democracia y el "terminator" de nuestra república.

Aparte de que esta retórica es falsa, es inmensamente peligrosa. Tanto así, que sólo por un milagro, en este momento no estamos todos con la mirada fija y atónita en nuestras pantallas (de teléfono o de la televisión) viendo pasar el cadáver de Trump, habiendo sobrevivido un intento de asesinato el pasado 13 de Julio en Butler, PA.

Afortunadamente ha sobrevivido. Pero hubo un muerto, un bombero voluntario, un padre de familia, que sintió el impacto de una bala tratando de proteger a sus hijos.

A eso puede llevar tan maligna y repugnante retórica, que sólo busca polarizar y dividir a una población entera, que ya de por sí sufre de la pandemia de la ignorancia y la indiferencia máxima ante todo. Más que nadie los más jóvenes.

¿Pero cuál es la mayor desgracia?

Yo diría dos cosas...

Una, la tiranía invisible de agendas que se imponen sin que apenas nos demos cuenta. Ese teatro del absurdo donde se puede justificar cualquier acto ilegal o repugnante. Donde se ignora que hay mafias billonarias que se han atrevido a llegar a lo más bajo para hacer caja de las desgracias ajenas (léase George Soros, por ejemplo) 

No es acaso tiránica la manera en que se quiere hablar de un "reseteo" global o un supuesto "nuevo orden mundial"?

No es acaso absolutista, a la par que alarmista, el trillado y malamente distorsionado cambio climático, que ha sido una constante en nuestro planeta desde su creación hace 4.54 billones de años?

No es acaso dictatorial, sin derecho a réplica, que haya 17 “mandamientos” de una infame colonización ideológica, conocida vulgarmente, porque es vulgar como nada, como la "Agenda 2030" con un aura de colorines que la vemos hasta en el logo de la UEFA (y tú que te crees que sólo estás viendo fútbol)

No es acaso autócrata que cientos de miles de instituciones, pequeños y grandes negocios--o consorcios-- tienen que sucumbir a contratar empleados con cero mérito, pero con el color de piel y la preferencia sexual "adecuada."

De esto pocos nos hemos percatado. No. Lo "cool" es decir que Trump es un dictador, y que Marine Le Pen usurparía la decadente república francesa que haciendo mención a la gran periodista Oriana Fallaci (1929-2006)  ya nos hablaba de la "Eurabia," para referirse a la preocupante islamización del Viejo Continente.

Pero parte de esta censura a la que somos sometidos por hablar con propiedad, que no con odio alguno, de las tiranías invisibles, somos tachados de xenófobos, y se nos pone nuestra credibilidad y nuestros valores en entredicho.

Aun así, muy desgraciadamente, y esto vale la pena repetirlo, estas mismas propuestas que han salido en cruzada a defendernos de estas políticas destructivas, y quieren rescatarnos de este Chernóbil pestilente, han, por desgracia, caído en la trampa, convirtiéndose, en activistas y legisladores de ultraderecha. Radicalizados, ineptos, incultos y tan corruptos como a los que dicen oponerse.

En España, por poner un buen ejemplo, no faltan en el partido de derechas, Vox, quienes sí, abiertamente, han hecho apología del régimen franquista. 

Y con ello, no sólo se condenan al ostracismo de la furia mediática, sino que dan pie a que cualquier movimiento anti "woke" o cualquier intento de desmantelar las mentiras de las agendas ideológicas queden en un penoso zulo donde morirán sin dignidad alguna.

Con este panorama, una vez más, los que debemos empuñar las armas en contra de las tiranías invisibles, son los que estamos despiertos. Los que somos insaciables por información veraz, y los que estamos dispuestos, como se dice popularmente, a llamar al pan: pan y al vino: vino.

Y estas filas no pueden, por el amor de Dios, seguir quedando tanto vacías como desahuciadas. ¡Ya basta!

Las personas que aún podrían estar renuentes o temerosas de ser abofeteadas por la verdad, por lo menos, y esto es muy importante...al menos sean escépticos. Pongan en duda los discursos que se escuchan de un medio a otro.

De hecho, una buena estrategia, es, por ejemplo, darse cuenta de que hay periodistas que impepinablemente van a utilizar exactamente, casi calcado, el mismo vocablo para referirse a ciertos personajes o a ciertas situaciones: dictador, Hitler, ultraderecha, extrema derecha, fascista, fachismo, xenofobia, racismo.

¿Saben a qué me refiero? Quiero confiar que sí.

Estos ejercicios de calistenia intelectual son urgentes. Para todos estos tiranos invisibles, que se creen invencibles, su tiempo está contado. Tengamos fe de que no estamos equivocados. Lo más difícil es no sucumbir a la anestesia y quedar comatoso emocional y mentalmente. A partir de allí, todo es posible.

El escritor italiano Alberto Moravia (1907-1990) cuya vida y obra estuvieron fuertemente marcados por el fascismo europeo, decía: "Una dictadura es un estado en el que todos temen a uno y uno a todos."

Seguimos atravesando los penosos senderos donde las dictaduras de antaño y sus fantasmas, aún nos persiguen, nos obsesionan, nos embrujan, nos debilitan, nos engañan y nos paralizan...

Pero del otro lado de ese tortuoso camino, para los valientes, está la luz de la más hermosa, ansiada, indescriptible e imprescindible libertad...

...Vamos a por ella!

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