Tuesday, February 27, 2024

La Generación Z: Ergofóbica y Solitaria


En mi familia, de toda la vida, escuché hablar del llamado "hombre de las pantuflas." Llámese pantuflas a las zapatillas de estar en casa. Así las conocíamos en Venezuela.

Ser "un hombre empantuflado," como se diría vulgarmente, estaba lejos de ser un mote ofensivo. Al contrario, era la estampa del hombre, que trás haber trabajado décadas con absoluto compromiso y sentido del deber, podía gozar de su jubilación sin preocupación alguna.

Salomón, mi abuelo, fue, sin duda, durante mi infancia ese gran señor, un modelo de virtud, que pudo, con satisfacción e integridad, después de medio siglo de dedicación y sacrificio, colgar el maletín y ponerse sus pantunflas. Bravo!

Mi abuelo cumpliría este año 120 años, y pertenece a la tan bien ponderada "generación silenciosa." Un grupo de personas con valores exquisitos y una disciplina inigualable para el trabajo duro. Esto sin mencionar que muchos fueron héroes de guerra.

Mi abuelo nació en la Argelia francesa y desde muy joven trabajó con su cuñado que ya tenía un negocio próspero en Venezuela. Allí se enamoró de mi abuela y tuvieron una familia ejemplar.

Para cuando yo nací mi abuelo ya trabajaba menos y pude disfrutarlo en los años de su jubilación. Una jubilación que fue no sólo merecida sino muy bien planeada.

Mi abuelo Salomón se dio--y nos dio a todos--muchos gustos. Él y mi abuela tuvieron el privilegio de viajar a París en el codiciado "Concorde" cuando éste llegaba con toda pompa al Aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía, uno de los poquísimos que estaba dotado para un avión que rompía la barrera del sonido.

El concepto del trabajo para la generación de mis abuelos era sagrado. Y bien que mis padres asimilaron este concepto para sí y para nosotros que nacimos en la complicada década de los 70s.

Desde que empecé a ir al colegio a los cinco años, yo estaba más que segura que no solamente cursaría estudios universitarios, sino que me era claro que para ganarme la vida tenía que buscarme mi estabilidad económica a partir de un empleo.

Yo no juzgo si este modelo de vida era o no el mejor. Para las personas de mi generación fue fácil abrazar estos valores. Sin chistar.

Muy tristemente, como veremos a continuación a lo largo de este análisis, mi generación podría ser la última que entienda y promueva la necesidad de adquirir responsabilidades laborales.

Los que nacimos entre 1964 y 1986, somos conocidos como la Generación X. En Venezuela nos apodaron la Generación Halley, por haber sido testigos de la aparición del cometa en 1986 en su punto más cercano a nuestra órbita.

La mayoría de nosotros somos cincuentones. Muchos ya son abuelos, y otros, por circunstancias diversas son padres de criaturas aún en pañales.

Mi generación es una generación compleja, y ya me ha tocado hablar de ella en varias ocasiones.

Por nuestra edad, ya somos conscientes de ver la llegada de tres generaciones nuevas. La Generación Y, a la que todos conocemos como los "millennials," la Generación Z, en la que haremos especial énfasis, y los niños menores de 10 años, a los que, a falta de letras de nuestro alfabeto tradicional, llamamos "Alfa."

El estudio de las múltiples generaciones, pasadas y presentes, es quizá de los más fascinantes que hay, porque, en mi opinión, el comportamiento sicológico, emocional y social de cada grupo de personas es un perfecto medidor de cómo va el mundo.

La gran mayoría de la "generación silenciosa," por supuesto ya ha fallecido, pero si nos detenemos a estudiar la historia de nuestra civilización para cuando ellos estaban en la palestra y eran laboralmente activos, sin duda alguna, nos vamos a encontrar con un período de abundancia, de ley y orden, de educación impecable, de políticos hábiles y de un desarrollo económico que ya lo quisiéramos hoy en día.

Es impresionante ver el deterioro moral y social en el que nos encontramos tristemente presos. Somos una sociedad francamente desanimada, servil y mediocre.

Si bien vemos a la figura de los "boomers" aún muy activa a pesar de ser casi octogenarios, es triste y vergonzoso ver que los individuos de mi generación a los que ya ha tocado montarse en el aparato de poder, bien sea a nivel empresarial o político, son, en un amplio porcentaje, decepcionantes.

Si vemos a las diferentes generaciones como un gigantesco arbol matriz, nos daremos cuenta que la Generación Z es el fruto más próximo a madurar de este árbol. Nosotros, su generación madre, ya deberíamos estar en una posición de estar tranquilos con el trabajo que hemos hecho con los más jóvenes. ¡Pero vaya decepción!

Si no actuamos con urgencia, nuestra civilización estará apta para recibir la extremaunción.

Y esto no es una exageración.

No deseo ser políticamente correcta abordando este delicado tema.

Sobre la generación Z podríamos discutir varios aspectos. Lo hemos hecho antes y lo debemos de volver a hacer. 

Pero me quiero enfocar en la preocupante ergofobia que tienen los jóvenes. Ergofobia se define como un miedo aterrador a trabajar.

Este comportamiento ya tiene bastante rato sucediendo, y si cabe destacarse, la pandemia del COVID-19, empeoró la situación.

Para ilustrar este punto, me gustaría darle dos ejemplos muy puntuales. Ambos ejemplos se han hecho vídeos virales a través de las plataformas de YouTube o de Instagram. Y por supuesto, Tik Tok, a quien bien podríamos culpabilizar sin miramientos de ser, en gran parte, el destructor emocional de esta generación tan frágil y tan vulnerable. No en vano hay quienes la apodan la generación de "los copos de nieve."

El primer ejemplo nos muestra a una joven que acaba de conseguir su primer trabajo de "9 a 5." En Estados Unidos, el 90 por ciento de trabajos en oficinas tienen ese horario. Pues esta muchacha estaba llorando como una Magdalena porque ese trabajo la tenía levantándose a las 7 de la mañana y, cuando por fin llegaba a casa, eran las 6 de la tarde y no le daba tiempo de hacer sus vídeos de Tik Tok. Es difícil describir lo desconsolada que estaba cuando su actitud debería ser de enorme gratitud que pudo conseguir un empleo que apenas la ponía a laborar por ocho horas.

El ciudadano promedio de Estados Unidos, en muchísimos casos tiene dos empleos. A veces, incluso tres, y aun así, no le alcanza para vivir.

Por la apariencia de su vestuario, y lo que dejaba de ver de su habitación, esta mujer podía decirse de clase media alta o clase alta.

Las lágrimas no la dejaban hablar. Este mismo "show" se ve por doquier en las redes sociales, con millones de visualizaciones y con comentarios donde otros usuarios también se hacen eco de la "desdicha" de tener que trabajar.

El otro ejemplo, igualmente patético, es más reciente, y muestra a una muchacha que debe tener unos 22 años. Acababa de graduarse de comunicaciones y actuación y estaba filmando un Tik Tok en plena calle mientras nos dice que se sentía profundamente acojongada. En sus brazos tenía su bolso y un fajo de resumés (curriculi vitae) y, por lo que ella misma indica, estaba buscando su primer trabajo, de puerta en puerta.

Esta chica tenía un problema y era que, por un lado, sólo podía adquirir trabajos como principiante en comercios o como barista, porque nadie más la aceptaba.

Pero lo peor es que ella abre su corazón, comienza a llorar con desconsuelo y nos dice que lo único que ella quería era poder vivir de hacer Tik Toks--pero que debía ser realista. Añadía que se sentía engañada. Nunca imaginó que buscar trabajo sería tan complicado y cansino.

La segunda joven, dado que tenía dotes de actriz, podría haber fingido un poco su historia. Y de hecho se volvió viral, por lo que quizá cumpla su "sueño dorado."

Si bien es muy importante no generalizar que todos los "centennials" son iguales. Lamentablemente, este tipo de circo es muy común que lo veamos entre los jóvenes recién graduados, o a punto de finalizar su último año de escuela.

Cuando yo terminé mi bachillerato en 1990, al año siguiente, entré en la Universidad. Escogí Periodismo y Ciencias Políticas. Mi primer trabajo me lo dio la misma universidad ayudando a estudiantes que tenían dificultad con Matemáticas y con el español. Paralelamente hice 2 pasantías. 

Esto no es el querer presumir. Esto es un comportamiento completamente normal en mi generación. Ya después la vida nos ha llevado por los caminos que nos ha tocado, pero nuestra actitud jamás, que yo recuerde, fue la de tenerle aversión a la responsabilidad de un trabajo.

En los últimos tiempos he tenido varias oportunidades de compartir muchísimo con jóvenes de la generación Z en mi trabajo actual. Al principio muestran entusiasmo y se amoldan a las reglas y a sus horarios. Pero a los pocos meses, ya empiezan a dar problemas por su falta de disciplina y su mala conducta.

Llegan tarde o se ausentan más de lo debido. 

¿Qué sucede aquí?

Si hablamos con franqueza, los jóvenes "post-millennials" son impresionantemente inteligentes. A diferencia de sus antecesores, este grupo ya nació en la era de las redes sociales y del iPhone. Son "tekkies" bárbaros! Los tekkies son genios de la tecnología y la computación, para los que no conocen esta terminología.

Pero son bastante incultos, impresionables y con una capacidad mínima de distinguir entre lo bueno y lo malo. Su meta es encontrar lo que está "in" o "cool." Creo que no tenemos que traducirlo.

Así como denominamos a nuestros abuelos--bisabuelos de estos Gen Z--la generación silente, por esa increíble disciplina, resiliencia y determinación para el triunfo, bien podríamos denominar a sus herederos la "generación solitaria."

El uso indiscriminado de las redes los ha hecho aislarse del mundo. Sus padres son prácticamente fantasmas en la vida de estos jóvenes. Y vale la pena repetir el por qué. Mi generación ha demostrado ser egoísta, sobre todo las madres. En la búsqueda constante de sus propios logros profesionales, los progenitores de la Gen Z están ausentes del hogar. Indiferentes a las actividades de sus hijos y demasiado cansados para intervenir en asuntos que consideran triviales.

En una sociedad tan penetrada e influenciada por agentes con agendas, los jóvenes sí que van a tener quienes los capten. Y allí está la tragedia.

Hay un dato alarmante. Por dar solamente un ejemplo, más del 40 por ciento de los Gen Z se consideran parte del espectro LGTBQ. 

Hablando sin tapujos, este dato los hace, al menos en teoría, una generación prácticamente estéril, biológicamente hablando. 

Por otro lado, son, para sus empleadores, un problema por las constantes exigencias que tienen de ser reconocidos por cualquier cantidad de pronombres y por sus dramas existenciales que luego desahogan frente a su teléfono.

El mejor amigo de los "centennials" son sus teléfonos. Y esto no es broma.

Hay un factor imprescindible que tenemos que tomar muchísimo en cuenta en este análisis.

La Generación Z ya es votante. Su irresponsabilidad y sus endebles criterios podrían estar poniendo en peligro a nuestras naciones, dado que los políticos, de muy malas maneras, y con especial énfasis, cuentan con que estos jóvenes, en el sentido griego de la palabra, son idiotas. 

Las campañas electorales para esta generación se manipulan enteramente por TikTok. Un 59 por ciento de jóvenes menores de 30 años llevaron a Joe Biden a la Casa Blanca. Esto no es un buen síntoma.

Dada esa incapacidad de poder pensar por sí mismos, y su torpeza al enfrentarse con el mundo de "los adultos" los jóvenes se ven entre los seres con mayores porcentajes de sufrir ansiedad y depresión.

La generación "Y" los trata a la patada. Eso es cierto. Si bien nosotros, la generación madre de estos muchachos jóvenes y adolescentes, estamos ausentes, los "millennials" les tienen mucho desprecio.

La excepción a esta regla son los famosos. Los "millennials" que son grandes celebridades bien que se han encontrado en los Gen Z a su más preciada mina de oro.

La generación "alfa" ya, a pesar de que son muy niños, demuestran que son una generación, al menos por ahora, compuesta por pequeños demonios y analfabetas funcionales.

¿Qué queda hacer entonces?

Por una parte, tenemos que apelar al paso inevitable del tiempo. La generación Z no siempre será veinteañera. En cuestión de una década, la gran mayoría tendrán las responsabilidades de hipotecas y de familias propias.

Por otro lado, mi generación, debe hacerse una crítica voraz, agresiva y cuando menos constructiva de cómo recoger a estos jóvenes tan indigentes emocionalmente y fortalecerlos. Rescatar del baúl de los recuerdos las historias de valentía de los abuelos.

Muchos de nosotros no somos padres biológicos, pero debemos ser mentores.

En mi trabajo, los Gen Z que son mis compañeros, me respetan de tal manera, que sé que me temen. Me tratan con infinita reverencia. Supongo que esto es bueno. No lo sé. Pero prefiero ser severa y no hacerme cómplice de sus juveniles devaneos.

Muchos padres pagarán con creces la indiferencia a la que han optado. Habrán historias de dolor y de gloria, cuando los Gen Z tengan nuestra edad. 

Tenemos que prestar suma atención a toda la información que reciben los jóvenes en las universidades, que como nos hemos dado cuenta, son nidos para gestar racismo, xenofobia, antisemistismo y wokismo al extremo. 

Debemos parar en seco el auge que podrían tener todos los artistas que, como Taylor Swift, ídolo supremo de la Gen Z, son poco más que corruptos caballos de Troya, trayendo en sus repertorios letras que podrían estar mal influenciando a los más vulnerables.

El Gen Z puede que se haga el tonto. Pero tonto no lo es. Vuelvo y repito, poseen una capacidad de raciocinio admirable y muestran sus verdaderos dones a una edad temprana.

La alergia al trabajo es únicamente un síntoma. Es un efecto secundario al pavor que le tienen al mundo real donde han recibido estímulos confusos y se les ha arrebatado la brújula de su alma.

Nos toca escuchar. Escuchar. Y escuchar. Y escuchar. A partir de lo que aprendemos de primera mano al conversar con los jóvenes, tenemos que crear una Wikipedia, una efectiva enciclopedia digital, si se quiere, que nos sirva de referencia.

Esto, obviamente, lo digo en sentido figurado. Pero es que hace falta un manual para que, a todo nivel, podamos entender tanto lo que excita como lo que atemoriza a los más jóvenes. Prestar atención a dónde se hacen sonar las alarmas.

Los Gen Z están deseosísimos de validación y de cariño. Tengamos eso en cuenta.

Finalmente hay que acercarlos al concepto de Dios. El Dios verdadero, no los dioses con arrobas y hashtags. 

Me gusta pensar que nuestro legado será, precisamente éso, una luminosa, efectiva y exigente escala de valores.

Sé que hay esperanza. Tenemos que mantenernos optimistas.

No podemos morir sin saber que hemos hecho todo lo posible por levantar los pilares de esta civilización desde "la alfa hasta la zeta."

Recordemos que hace 600 años, Juana de Arco, hoy en día considerada una joven "post-millenial" cambió la historia de Francia y revirtió una guerra que ya duraba casi un siglo. Todo esto a los 17 años.

Señores míos, hala! Menos Taylors y más Juanas!



Tuesday, February 20, 2024

El Orgullo Judío Como Táctica de Guerra


En la química orgánica, materia fascinante que estudié en mi último año de bachillerato, aprendí sobre el gas butano.

El gas butano (C4H10) es una alcano poderosamente inflamable. Es un gas líquido muy volátil que, una vez en contacto con oxígeno, arde con mucha facilidad.

Fue descubierto en el año 1864, y comenzó a ser comercializado a principios del siglo XX.

Hoy en día, es quizá uno de los gases más utilizados para uso diario. Hablamos de hornillas portátiles, encendedores, etc.

Qué dirían ustedes si les hago un analogía y les defino al antisemitismo como el butano de la sociedad Occidental actual, y la ignorancia como ese oxígeno que provoca, al instante, la combustión de un odio acérrimo en contra de los judíos--todos los judíos. 

El butano no racionaliza frente a la presencia de moléculas de oxígeno. El butano se enciende y arde. Esa es su composición. Además el butano es muy barato y está en venta en cualquier establecimiento.

El antisemitismo es igual. Está en todas partes. Y, es importante destacar, que en el mundo actual tan politizado y tan polarizado, el antisemitismo es promovido por todos los espectros ideológicos, tanto los de ultraderecha como los de la extrema izquierda.

El antisemitismo es, casi estoy segura, el odio racial y étnico más antiguo de la historia de la humanidad. Nuestra cronología como pueblo tiene más de cinco milenios, y en cada uno de esos milenios, con sus siglos, sus décadas, sus años y sus meses ha habido episodios trágicos cuya diana ha sido el decimar, o de plano, aniquilar, a la población judía.

Pero aquí estamos. Y aquí seguiremos estando. Pésele a quien le pese.

Los ataques del 7 de Octubre en el sur de Israel, o bien podría decir, la MASACRE de 1,600 israelíes a manos del grupo terrorista Hamás, deberían ser, y tengo gran expectativa en ello, un tópico que ha de ser discutido, estudiado y recordado, tal vez con el mismo ahínco que hemos analizado y hemos hecho referencia al Holocausto que dejó un saldo de más de seis millones de judíos a manos de los ultranacionalistas Nazis en la década de los 40s, durante la Segunda Guerra Mundial.

Los ataques del 7-O y los detalles indecibles de aquella madrugada de Simchat Torah, fueron el oxígeno que encendió la mecha de una de las olas de antisemitismo jamás vistas, comparable quizá con "La Solución Final" que estoy segura es el lema de muchos Palestinos para con el pueblo judío.

Dios, en su infinita sabiduría, no sólo nos ha hecho ver la magnitud del antisemitismo, sino que, si sabemos aprovechar esta oportunidad, tenemos en nuestras manos el antídoto para contrarrestar este odio pandémico y exponerlo por lo que es: volátil, absurdo y altamente peligroso.

Este análisis de hoy fue inspirado por la audiencia que se viralizó rápidamente por redes sociales de tres mujeres que hasta entonces eran las cabecillas de tres de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos. Y las llamo sí, cabecillas, porque presidentes es hacerles un favor, y no me da la gana.

Esta audiencia fue hecha por el Comité de Educación del Congreso Norteamericano, y destacó, principalmente, la intervención de la Congresista republicana Elise Stefanik, representante del Distrito 21 de Nueva York, y hoy por hoy, en la mira para ser una de las voces conservadoras más relevantes de la política pro-Trump.

Stefanik, con elegancia, pero con una fiera contundencia se enfrenta a Claudine Gay, hasta entonces la presidenta de la Universidad de Harvard.

Gay pasará a ser la presidenta con la trayectoria más corta de esa universidad. Apenas duró seis meses en su cargo, y aparte de haber declarado utilizando flagrantes argumentos antisemitas, ha sido acusada de plagio en unas 30 instancias.

Claudine Gay es un fraude, electa, simplemente por su raza y por ser un brazo político del Partido Demócrata. Su ticket ganador es, como era de esperarse, su postura sobre el tema de Black Lives Matter y sus posturas en favor de la comunidad LGTBQ.

Stefanik preguntó a Claudine Gay repetidas veces si ella pensaba que la llamada a la "antifada" (la aniquilación de los judíos y del Estado de Israel) por parte del cuerpo estudiantil era condenado por las reglas de Harvard. La respuesta de Gay, con cara de Póker era siempre la misma: "depende del contexto."

Esto enfureció enormemente a Stefanik y a miles de usuarios en los medios y las redes, y, a las pocas semanas Claudine Gay renunciaba a su puesto.

Pero, tristemente, y creo que es importante destacarlo, la activista retuvo su salario de casi $1M anuales, y su renuncia fue provocada por las continuas acusaciones por plagio y no por sus aberrantes declaraciones en contra de los judíos.

Las razones por las cuales las universidades como Harvard se han convertido en un nido de serpientes o en una bombona de butano, utilizando nuestro símil, merecen su propio análisis. Y gran parte de esto está en las multimillonarias inversiones que hacen países como Catar o incluso Irán, enemigos del Estado israelí.

Harvard, actualmente en la mira por las continuas protestas y los ataques a estudiantes judíos, ha nombrado como presidente interino al Doctor Alan Garber, profesor de economía para la salud, y con un alto cargo administrativo. Garber es judío y un seguidor de los estudios judaicos del fallecido Jonathan Sachs, una eminencia (QEPD)

Esta movida me pareció muy interesante. Si bien no ha resuelto el problema de fondo, Harvard ha puesto al frente a una figura de prestigio y a un judío para, al menos, calmar las aguas y apaciguar esa vergüenza torera de ser una institución promotora del antisemitismo.

Pero yo veo más allá.

Ni Harvard ni Princeton ni Cornell, todas ellas en el caldero por su abierta guerra en contra de Israel, ideológicamente hablando, tienen remedio. Harvard debería cesar como institución educativa. Después de todo son varios los vídeos que han trascendido a lo largo de los últimos años donde queda en evidencia que los estudiantes son analfabetas funcionales.

Pero, claro está, son hijos o nietos de mogules que bien que saben callar bocas con cheques prácticamente en blanco para estas devaluadas instituciones.

Aun así, me gusta la idea de poner al frente de un batallón antisemita a un judío.

Su religión o su raza, como se quiera ver, no es garantía de una disminución de los ánimos tan inflamados. Pero por algo se comienza.

Y esto me lleva a hacer un pequeño inciso en lo que ha sido la historia judía, prácticamente desde su génesis en la época de Abraham y de Sara, nuestros Padres Fundadores, por así decirlo.

Es muy curioso destacar que los judíos JAMAS hemos sido un grupo mayoritario en ningún sitio. Históricamente, siempre hemos sido una minoría. Lo fuimos en Egipto, por ejemplo. Y milenios después en nuestra España, nuestro Sefarad.

Cabe mencionar que nosotros, a Egipto, le entramos por la puerta grande. Lo hicimos de la mano de José, hijo de Jacobo y su bienamada Raquel. José salvó, gracias a su don de interpretar sueños, a Egipto de una hambruna segura, y el faraón bien que supo dar a José el lugar en su corte que merecía el joven hebreo.

Y así fue por muchísimo tiempo, los judíos tenían vara alta en las cortes egipcias. Sin embargo, en algún momento, nos volvimos sus esclavos.

En Sefarad, tres cuartos de lo mismo. Llegamos a amasar considerables fortunas y tuvimos el privilegio de servir, de primera mano, a la Reina Isabel de Castilla. Varias trifulcas en el sur de España nos llevó a tener que abandonar a España por la puerta trasera por un edicto real en 1492.

Tengamos esto presente por un instante...

Los primeros movimientos de autodeterminación judía, hoy parte del concepto conocido como Sionismo, empezaron en el siglo XIX por nativos de las tierras palestinas y con el fervor de, por fin, asentarnos en nuestra Tierra Prometida.

Esta pasión por tener nuestro estado, enseguidita hizo combustión con el anti judaísmo ancestral de muchas naciones árabes y sus pretensiones imperialistas.

La noción de los "dos estados" uno para Israel y el otro para los Palestinos tuvo varios intentos--todos un fracaso absoluto.

La ex-senadora Hillary Clinton, si hay algo que hay que reconocerle es su incondicional apoyo a los judíos y al estado de Israel. Y ha recordado recientemente que ya se deje, de una vez por todas, de proponer los dos estados como solución al conflicto entre Israel y sus enemigos. Los árabes ya han dejado claro, primero en 1920, luego en 1947, y justamente con el gobierno del ex-presidente Bill Clinton, que no están interesados en una solución. Lo de ellos es un neo-Holocausto y nada más.

¿Qué alimenta las llamas de este odio?

La respuesta no es simple. Ni puede definirse con un puñado de letras. Lo que hace combustión en estos odios raciales es intangible. Es transparente. Pero su estructura molecular es altísimamente inflamable. 

Pero mucho de lo que define este racismo incontrolable tiene que ver con orgullo, propaganda y  disciplina. Una dedicación casi se diría Vestal, para que nunca se apague la llama venerada.

Israel, como estado, es el magnum opus, de cientos de judíos, que con innumerables penurias pudieron ver su sueño materializado en el primer--y hasta ahora único--estado judío del globo terráqueo.

Israel es el único país del mundo donde somos mayoría absoluta.

Pero como ya nos pasó en el antiguo Egipto y en Europa, Israel, está siendo mutilados por la mala gestión de un gobierno inepto y una propaganda más cebada que nunca. Más fanática que nunca. Más incendiaria que nunca.

Israel está en guerra con Hamás desde hace cinco meses. La defensiva israelí lleva el nombre de "Espadas de Acero." Pero con los máximos respetos, esas espadas están bien desafiladas.

El Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, por momentos, parece un león dispuesto a todo. Algún acierto hay que reconocerle, pero sus victorias han sido escasas.

Tengamos en cuenta que la primera gran hazaña del estado de Israel fue la Guerra de los Seis días, que duró, precisamente éso, seis días. Y aniquiló a un puñado de naciones enemigas. Seis días nomás.

Luego en 1973 Israel fue atacada desprevenidamente, muy parecido a lo ocurrido el pasado Octubre, y Golda Meir y Moshe Dayán prepararon una ofensiva que dio la victoria al pequeño estado israelí en menos de tres semanas.

La guerra de las espadas inservibles actual ya va por cinco meses y según declaraciones del gobierno de Israel, hay guerra para rato.

Hay una teoría que abraza la oposición de Netanyahu y es que la prolongación de la guerra amarra al Primer Ministro a su sillón presidencial, que le conviene asegurar para evitar sus alegados asuntos legales que son bien sabidos por todos.

Esto es una opinión impopular, claro está. Pero no me parece del todo descabellada.

Hamás, el día de la masacre, tuvo una jugada maestra, que fue secuestrar a cientos de israelíes, de los cuales han sido liberados un porcentaje mínimo. El paradero de estas víctimas es, hasta el momento, un misterio. Muchos han muerto en cautiverio.

Pero Hamás conoce muy bien a sus enemigos. Conoce su buenismo y sus debilidades. Por ello no hay un final en el horizonte ni para éste ni para ningún otro conflicto.

Hay dos cosas que la inteligencia israelí no ha podido descifrar, ni sabe como aniquilar. Una, y quizá la más importante, la propaganda. La otra, la patética influencia casi colonialista de Estados Unidos y Occidente.

La propaganda sería facilísima de desmontar.

Las consignas que se propagan a diario por las redes, e incluso los "chatrooms" que recibimos vía Whatsapp, son todas, absolutamente todas, falsas.

De hecho, gran parte de este problema del antisemitismo es la cantidad de personas que se prestan para encender el fuego y alimentarlo con teorías conspiranoicas sobre Israel.

Por ejemplo, cuántas veces tenemos que explicar que Israel otorgó a Palestina la franja de Gaza en el 2005. Dónde está la opresión? Maldito el día que Ariel Sharon hizo semejante estupidez! Casi veinte años después lo seguimos pagando.

Por qué se quiere seguir viendo a Hamás como "hermanitos de la caridad" e incluso a los gazatíes como seres vulnerables cuando es bien sabido que o por convicción o por miedo a sus verdaderos opresores, Hamás, han colaborado con los terroristas. Por qué eso no está en los medios?

Si fuéramos todo lo que se dice de nosotros, seríamos una potencia mundial y nadie se atrevería siquiera a pensar en hacernos daño porque explotaríamos de rabia y seríamos los seres más sanguinarios de la actualidad.

Pero no, somos el pueblo pacifista y tolerante que se ha hecho presa útil y conveniente de quienes buscan nuestra "Solución Final."

Por milenios ha existido una diáspora judía, y la gran mayoría de este tiempo, el exilio ha sido una elección muy nuestra. Pero desde 1948, el judío es errante porque quiere. Los judíos en Israel tenemos un hogar, estemos allá o no. Es nuestro hogar ancestral, elegido para nosotros por Hashem Todopoderoso.

El analista Guy Sorman escribió este pasado noviembre un extraordinario artículo para el diario ABC de España, donde nos cuenta de manera casi anecdótica que el filósofo Jean Paul Sartre, que en 1946 publicó su famoso ensayo "Antisemita y Judío" intenta explicar con amplitud de criterio los orígenes del odio por los judíos.

Sorman en su artículo cita a Sartre con la siguiente frase: "Puesto que el ser judío se presenta como algo sin definir, el filósofo Jean-Paul Sartre dedujo de ello que el judío solo existía como tal en la medida en que hubiera antisemitas. El antisemita sería quien hace al judío, una tesis fascinante, pero absurda."

Yo no diría que es absurdo.

De hecho, lo que hace tan volátil y tan inflamable el antisemitismo es que el judío tiene en su carne--que no en su alma--un perenne miedo a ser perseguido y a ser señalado por ser, precisamente judío y por nada más.

Este miedo, que nos acompaña hasta el sol de hoy, ha reemplazado a nuestro orgullo de ser judíos. Nuestra integridad. Nuestro poder.

En estos días corrió un mensaje por Whatsapp donde, palabras más, palabras menos, se culpaba a los judíos de tener el control absoluto de las finanzas del mundo. Un puñado de palabras hirientes y abiertamente antisemitas, que eran un espejo de las consignas que escribiese Adolfo Hitler en su libro "Mein Kampf" y que fue utilizado exquisitamente, en relación a la Alemania nazi, por el ministro de Propaganda Joseph Goebbels.

Los mismos argumentos. Las mismas falacias.

Ese mensaje que yo sepa fue leído por media docena de judíos y todos permanecieron callados. Conozco gente que ha decidido hacer caso a las advertencias del gobierno israelí de evitar el uso de símbolos judaicos y evitar decir que son judíos para apaciguar los ánimos.

He ahí el gran problema de los judíos, la falta de dignidad y la falta de orgullo y de coraje, cualidades que nuestros enemigos tienen de sobra, así lo demuestren con clara violencia y desenfrenadas mentiras. Pero las tienen.

Nosotros dejamos dormir al león en nuestra alma y nos olvidamos que todos y cada uno de los judíos en existencia actualmente, unos 16M más o menos, somos el aliento inmortal de David y tenemos a Dios tatuado en cada átomo de nuestro cuerpo.

Hay señales, no digo que no, de un despertar, de nuestra primavera y de callar muchas blasfemias que se hacen contra nuestro pueblo. Pero las voces son, hasta el momento, pocas, y los mensajes se pierden entre banderitas del orgullo gay o banderitas palestinas.

Somos un pequeño grupo minoritario. Lo seremos por el resto de nuestros días, pero ya toca que el mundo nos oiga rugir y de hacernos respetar. 

Israel tiene que dejar de ser un espejo de Occidente. Opaco por demás. No somos un pueblo occidental. Para nada. De hecho tenemos más similitud con los pueblos enemigos. Recordemos que el Islam tiene sus orígenes en la figura bíblica de Ismael, hijo de Abraham y Hagar, esclava de Sara.

A Occidente no le debemos nada. Y ya toca dejar de escuchar tanta basura globalista mientras nuestros enemigos y su propaganda se han convertido en arsonistas anti-sionistas.

Muchos grupos minoritarios han hecho sus grupos supremacistas y antagónicos y son intocables.

Yo aborrezco la violencia de estos grupos y de sus aliados, pero admiro su capacidad de lucha y su desparpajo hasta para contar mentiras.

El buenismo no nos hace mejores personas, nos hace mejores víctimas. Y los judíos no somos víctimas. No podemos creernos eso ni un solo segundo.

El orgullo judío es el oxígeno y el hidrógeno de la llama más limpia y más hermosa que jamás haya ardido en la historia de la humanidad. Encendamos esas hogueras y enseñemos a las nuevas generaciones que no nos van a extinguir. 

Y si el butano de esa llama escasea, sabemos con profunda convicción, como celebramos cada invierno en Hanukkah, que nuestro Dios, rey del universo, nos concederá un milagro, y nuestro fuego estará vivo no sólo hasta subyugar al enemigo, sino por toda la eternidad.

Am Israel Chai!



Tuesday, February 13, 2024

El Fentanilo y La Narco Destrucción de Occidente


En el año de 1986, en un viaje que hice con mis padres y mis abuelos a Manhattan, recuerdo haber visto una escena que jamás, a pesar de que han transcurrido casi cuatro décadas, he podido olvidar.

En un rincón, acurrucada en una esquina, había una mujer. Una mujer joven y espectacularmente bella. Si no era modelo, debería haberlo sido. O de repente lo era, y es por ello, que estaba como estaba.

La joven tenía los ojos cerrados y se tambaleaba de un lado a otro, completamente drogada.

Mi abuelita me dijo: "Viste a la drogada?"

Mi mamá dijo: "pobrecita..."

Y la pasamos de largo.

Al tiempo conocí la historia de Gia Carangi, una supermodelo norteamericana, que habiendo vivido siempre de excesos y que nunca pudo superar que su madre la abandonara escapando un matrimonio tóxico con su padre, se metió en el abominable mundo de las drogas, falleciendo a los 26 años de SIDA, por un contagio de agujas infectadas.

A veces me pregunto, dado el momento en que pasó, si aquella joven de Nueva York podía haber sido Gia.

En los años 80, en la Venezuela donde yo crecí y me eduqué, la lucha contra las drogas en los colegios era una prioridad. Nos daban charlas. Veíamos anuncios en televisión, e incluso se introdujo en las telenovelas el drama de la drogadicción con un personaje magnífico interpretado por Jeannette Rodríguez en la producción "Leonela" de Delia Fiallo.

Rodríguez interpretó a Paty, una joven rebelde y malcriada que se sabía consumía drogas, y, al final, muere de una sobredosis.

En aquellos años ser una "Paty" era impensable. Era deleznable. Y el consumo de estupefacientes estaba condenado al cien por cien.

En Estados Unidos, el cuento era muy diferente. El consumo de drogas era bien sabido, y aún en los años 90, que fue la época que me tocó vivir cuando recién llegué a estudiar en la universidad, ya se hablaba de crisis, y esta realidad no ha hecho más que crecer y hacerse más obvia y más preocupante.

La nación americana tiene más de 300 millones de habitantes. Cada persona es un mundo y cada estado de la unión tiene sus propias reglas, así se estableció esta potencia de país en el siglo XVIII. Digo esto porque ha sido menos que imposible erradicar el consumo de narcóticos, dadas las vastas estadísticas en cada ciudad.

De hecho, una de las peores tragedias del consumo de drogas es que los líderes políticos, en su insípida e inefectiva lucha contra las drogas, se concentran en las grandes ciudades, ignorando por completo el drama de los pueblos más pequeños que sucumben al consumo de drogas y no obtienen ninguna ayuda. 

Véase el caso de Oregón, donde la gobernadora demócrata Tina Kotek ha incumplido sus promesas de campaña de hacer frente a los problemas de las zonas rurales, pues únicamente se ha querido concentrar en la ciudad más importante, Portland.

En los ochenta, durante el gobierno del entonces presidente Ronald Reagan, se tuvo que hacer frente a la terrible epidemia de consumo del "crack."

Una droga conocida como "la cocaína para pobres," el crack, procesada con los residuos de cocaína, entró con furia en los barrios de bajos recursos de Estados Unidos, afectando supremamente a la población afroamericana. 

El uso del "crack" continuó con la entrada del siglo, siendo reemplazado por el "boom" de la metanfetamina, para desembocar en el uso casi pandémico de lo que conocemos como fentanilo.

Un país como Estados Unidos que literalmente está viendo a miles de ciudadanos morir por sobredosis de fentanilo (más de 112,000 de acuerdo con el Centro de Control y Prevención de enfermedades, únicamente en el 2023) es una nación sumida en una gravísima situación emocional y espiritual. No me cabe la menor duda.

¿Cómo se crea una sociedad apta tanto para el consumo masivo, como de la venta de drogas? ¿Es esta una crónica de un apocalipsis anunciado?

¿Qué hace que una persona busque el "consuelo" de las drogas?

Para responder esta pregunta, me gustaría hacer referencia, por un momento, a la mitología griega.

Sísifo, rey de  la ciudad de Ephyra, después conocida como Corinto, era un vil tirano, que causó penurias en su reino y burló dos veces a la muerte engañando a Hades y los espíritus del inframundo. Estas conductas, finalmente, terminaron por enfurecer a los dioses y Sísifo fue condenado por toda la eternidad a arrastrar una piedra hasta la cima de una montaña. Pero cada vez que la piedra iba a llegar a su destino, se deslizaba por la pendiente y Sísifo debía repetir su cometido.

En 1942, el genio de Albert Camus, escritor francés de origen argelino, utiliza la alegoría del mito de Sísifo para argumentar lo que se conoce como la "filosofía de lo absurdo," según la cual nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos.

Pero Camus le da una vuelta a lo que se conocía como una tragedia, dando a entender que Sísifo podríamos ser todos y cada uno de nosotros, encontrando un propósito en cada una de las actividades que realizamos y en nuestra propia rutina.

Los que tenemos fe y deseamos día con día trabajar con y para Dios, el conectar con nuestro propósito divino es una delicia. Es un alivio y es un alimento que nos nutre el alma y nos lleva, sin cansancio, a mover cualquier obstáculo hacia la cima, como el antiguo rey, y no sentir que al caerse la piedra es el fin del mundo. Lo contrario, aprendemos a levantarnos y a intentarlo de nuevo.

¿Pero qué sucede con una sociedad a la que se le ha ido enseñando, poco a poco, a renunciar a su propósito, a su fe, a su integridad e incluso a su amor propio?

El periodista americano de la cadena Fox, Jesse Watters, decía en un reciente reportaje, que el gobierno de Estados Unidos, había sido perfectamente diseñado para ser el gobierno "del pueblo" y "para el pueblo." En otras palabras, el non plus ultra del modelo democrático. Continuaba Watters explicando, que en los últimos tiempos, estaba siendo claro, que quienes gobiernan son las corporaciones, para beneficiar a las élites y a otras corporaciones. Bingo!

Si bien el periodista hacía referencia a Estados Unidos, bien que podemos aplicar esta reflexión a la gran mayoría de países de Occidente--al menos los más desarrollados.

Con un panorama como este, sin duda alguna, el ciudadano de a pie, el trabajador y los jóvenes de generaciones emergentes, estarán siempre atrapados en una eterna búsqueda de tranquilidad y estabilidad emocional y financiera, que como la condena de Sísifo, jamás será completada.

A través de una propaganda extraordinariamente cebada y la ponzoña de quienes nos la alimentan sin cesar, nos hemos vuelto cada vez más serviles y más febriles.

El resultado es una sociedad enferma y desahuciada.

Con problemas tan intrínsecos en la población como es una educación mediocre (incluso en sus más altos niveles) al igual que familias rotas y un sistema laboral que ofrece tan pocos beneficios en muchas áreas de competencia, es natural que veamos una hambruna emocional y una población famélica en cuanto a sus valores y sus metas.

He aquí el estudio de mercado idóneo para los que se dedican al tráfico de drogas. Desde el paupérrimo vendedor de las esquinas de los barrios hasta los capos protagonistas de las series de Netflix.

Habemos, muy afortunadamente, quienes jamás se nos pasaría por la cabeza usar drogas. Ninguna droga. Para mí no existen jerarquías. 

De hecho se han realizado estudios recientes del daño que hace el consumo de cannabis recreacional en las neuronas y los efectos secundarios de esta hierba alucinógena, que por años nos han vendido como casi inofensiva.

Obviamente el uso de cocaína y heroína, las drogas más fuertes, podríamos decir que son drogas de élites. Casi nadie se las puede pagar sin caer en desgracia, no sólo por el daño mental y físico, sino la debacle económica que causa su consumo regular.

Pero, de pronto, aparece el fentanilo.

¿Qué es ese tal fentanilo, el nuevo verdugo de las masas más vulnerables de nuestra sociedad?

La llaman "la droga zombi," y no es por casualidad. Las estampas que vemos de los adictos al fentanilo son abrumadoramente espantosas. 

El fentanilo es un opioide, un narcótico que se ha utilizado por muchísimo tiempo para tratar dolores crónicos. Está disponible en centros hospitalarios, y no es muy diferente a la morfina.

Su producción es tan sencilla que se puede vender a bajísimos precios, y no necesita de mucha parafernalia como la heroína o como el "crack" donde se tiene que calentar para ser inhalada o inyectada.

El fentanilo es una pastillita cuyos efectos son casi inmediatos, y que se han convertido en la droga más accesible para el consumo.

Los grandes laboratorios de fabricación del fentanilo están en China, y mucho del tráfico de esta droga proviene de allí. Hay políticos que aseguran que el flujo tan agresivo del fentanilo a Estados Unidos obedece a la crisis migratoria de los estados fronterizos.

Esto es un excelente debate y, con casi 10 millones de inmigrantes ilegales dispersos por el territorio americano, se sabe que muchos de ellos tienen nexos con el mundo del narcotráfico.

Pero yo insisto, el que busca la droga, busca el escape y busca la anestesia de lo cotidiano y de sus traumas. Una persona sana y con una vida bien avenida, jamás se haría adicto a consumir estupefacientes.

Pero quienes controlan las mentes y la voluntad de muchos, bien que saben como expandir la insatisfacción y la retribución fácil. Como hacer que se rechace el esfuerzo. Como disecarnos el alma para darnos la solución en una dosis de éxtasis express.

Es impresionante ver con el descaro que la industria del entretenimiento, y, por supuesto, las redes sociales, suavizan e incluso valorizan tanto el consumo de drogas como el estilo de vida de aquellos que la trafican.

De un tiempo para acá, yo diría los últimos 20 años más o menos, todo lo que se produce para televisión o cine, tiene que ver directa o indirectamente con los capos, hombres y mujeres por igual, de la droga más conocidos de la historia.

De Pablo Escobar, por ejemplo, se han producido al menos una docena de películas o de series, incluyendo "Escobar," en el 2017, basada en la biografía de Virginia Vallejo "Amando a Pablo, Odiando a Escobar" donde relata su romance con el capo colombiano en la década de los ochenta.

Arturo Pérez Reverte escribió "La Reina del Sur" publicada en el 2002 donde se relata la trágica vida de Teresa Mendoza, una joven de Sinaloa que se dedica al contrabando y al narcotráfico. La serie para la cadena Telemundo se estrenó en el 2011, siendo hasta el momento la producción más costosa hecha para la pantalla chica.

En el 2013, llegó con gran pompa la miniserie "El Señor de los Cielos" basada en la biografía de Amado Carrillo, fundador del cártel de Juárez, amigo de Pablo Escobar, y conocido por utilizar una flota de Boeings 737 para el tráfico de drogas.

Y este año vimos la premier de "Griselda" protagonizada por Sofía Vergara, una serie casi toda ficticia inspirada en hechos reales de la violencia provocada por Griselda Blanco, apodada "La Viuda Negra" fundadora del cártel de Medellín junto al mentado Escobar.

Luego tenemos una riada de corridos mexicanos inspirados--y compuestos expresamente--para los cabecillas de los cárteles que operan mayoritariamente en la zona norte de México. Por su explícito contenido que hace alusión al bajo mundo de los narcos, se les conoce como "narco corridos."

Hassan Emilio Kabande, mejor conocido como Peso Pluma, es otro esperpéntico ejemplo de la popularización del narcocorrido. No sólo el joven de 24 años no sabe cantar, porque no tiene ni voz ni oído ni nada que se le parezca, sino que es un individuo que no se corta un pelo para hablar maravillas del mundo del narco, donde, según él, se vive a cuerpo de rey y se conquistan a las mujeres más bellas. Por lo menos ha tenido el decoro de decir que él sabe que puede que su vida sea corta.

Este tipo acaba de ser premiado con un Grammy. No hay más preguntas, su señoría.

Y aquí, precisamente, con estos ejemplos, es donde está el quid de este asunto.

Si a una población endeble y primitiva se le empieza a alimentar a cuenta gota con este tipo de consignas, es natural que se les haga atractivo el consumo de drogas. Si un joven desorientado ve que a su ídolo, Peso Pluma, se le premia con una estatua de oro por su trabajo, pues, ese joven dirá "dos y dos son cuatro: yo quiero ser Peso Pluma." Es así de sencillo--y de trágico.

Las muchachas jóvenes, por otro lado, querrán ser las novias de estos individuos, digamos que quieren ser estrella en el cielo de sus señores, y harán lo imposible para llegar a ellos, ignorando o subestimando las consecuencias en su salud mental y su tranquilidad.

Una sociedad penetrada por esta filosofía de vida es fácil, muy fácil dinamitarla. El consumo de drogas lleva al crimen, a la prostitución, y a muertes absurdas y en la mayoría de los casos violentas, lo cual deja huellas imborrables en las familias de las víctimas.

Pero con tantos problemas que vemos en Occidente y este aderezo constante a la propaganda pro drogas, es normal sentirnos pesimistas.

Hay una triste realidad que merece ser estudiada en profundidad y es que se ha visto que la lucha contra las drogas también se ha convertido en un negocio millonario, gracias a la venta de armas y a los innumerables chiringuitos y los lobbis que aúpan el consumo recreacional de cannabis.

Con esto al frente, pues es normal deducir, que el que ha hecho negocio de la supuesta persecución a los narcóticos, bien querrá que siempre existan los que le alimentan las arcas.

Yo confiaría sólo en el esfuerzo y en las ganas de nuestros ciudadanos en abatir la filosofía del absurdo y comenzar a crear una conexión indestructible con nuestro verdadero propósito. No creo pueda existir mayor antídoto.

Los padres, al igual que antaño lo hicieron mis padres y mis abuelos, tendrán que revertir sus prioridades y dejar de lado este acérrimo egoísmo que los ha alejado de las necesidades de sus hijos, para satisfacer las suyas propias, y saber guiar a los más jóvenes.

Si no lo hacen ellos ya habrá algún Peso Pluma--o Peso Mosca, da igual--que lo haga.

Termino con una reflexión del popular padre Dominico Fray Nelson Medina, que decía en un análisis de actualidad, con mucho tino, que si nos quejábamos de la cosecha que estamos recogiendo, sería útil empezar a ver lo que estamos sembrando.

Cría cuervos y te sacarán los ojos...

Señores, el continente muy pronto se quedará ciego y en sus calles se podrán contar, como dice la canción de Gloria Trevi, el recuento de los daños.

Para mi generación había una consigna infalible, fuerte, crucial y 100% efectiva. Y qué sencillo era todo:

"Dile no a las drogas."


Sunday, February 4, 2024

Democracia para el Siglo XXI: Política sin Políticos


En el 2007, cuando Disney y su socio cinematográfico, Pixar Studios, hacían obras de arte en vez de bodrios ideologizados, se estrenó un film entrañable que de inmediato fue un exitazo tanto a nivel de taquilla (recaudó más de $600M) como favorito de la crítica ganando el Premio Oscar a la Mejor Película de Animación en su 80va entrega en el 2008. El film es "Ratatouille" y creo que es la analogía perfecta para el tema que abordaremos en este artículo.

¿De qué va "Ratatouille"? ¿Por qué llegó a conectar tanto con el público? Las respuestas podrían ser muchas: el ambiente de la película en el París de los bistrós y los callejones a la orilla del Sena; la fascinación por la gastronomía francesa o quizá los personajes tan llanos y tan sensibles. Pero en mi opinión, la gente conectó con la historia de superación de un protagonista singular: Remy, que tenía un sueño y tenía una vocación y una pasión por la gastronomía. Nada fuera de los parámetros normales, excepto que este personaje era una ratica de alcantarilla, que vivía peregrina de ático en ático, y de cloaca en cloaca.

Guiado por sus claros instintos y su confianza en sí mismo, se llega a convertir, de acuerdo con el plot de la película en el mejor chef de Francia.

Esa fórmula, común en los films del Disney de antaño, siempre han conectado con el público en general. Y "Ratatouille" no es una excepción.

Pero, como está previsto, Remy, necesita contar con aliados, que lo ayudan a superar sus obstáculos, a ver su enorme potencial, y lo colocan como el chef principal de un local de prestigio.

A Alfredo Linguini, hijo ilegítimo de un chef Michelín, con baja autoestima, su encuentro con Remy La Rata, es exactamente lo que él necesitaba. Alfredo se hace con la chica de sus sueños y se hace dueño de un bistró con la gastronomía más codiciada de París.

Tengamos claro, y mucho, que Remy, por razones obvias (empezando por el hecho de que no es un humano) no tiene estudios en el Cordon Bleue ni es un chef profesional. Tiene, por un lado, un inmenso amor por la cocina francesa, y tiene los instintos. 

En política, actualmente, pareciera darse un fenómeno, que nos recuerda mucho al clásico de Pixar de hace casi 20 años. Si nos ponemos a hablar de ratas, pues, es verdad, hay gobiernos que parecen sacados de la canción de Paquita la del Barrio "Rata de Dos Patas." Es cierto!

Pero yo quiero a hacer referencia a la cantidad, cada vez mayor, de personajes, que sin ser políticos profesionales, tienen una clara inclinación a gobernar naciones en estados paupérrimos. Y tener éxito.

Hablamos de empresarios o quizá economistas, como son los casos de Donald Trump o Javier Milei, que lejos de haber hecho una carrera en el Senado o alguna gobernación, dan el salto a una contienda presidencial, aterrizando desde otros universos, casi se diría paralelos, desde donde se dan a conocer y se crean el discurso que les da una contundente victoria. 

Sin ser yo fan de los discursos populistas, me pongo a ver que son precisamente estos enfoques los que más conectan con el corazón de la ciudadanía, sobre todo, la gran mayoría de la clase media trabajadora.

Este es un tema que me da muchísima curiosidad abordar, porque el tiempo y mi experiencia me han hecho pensar que quizá he estado equivocada rechazando que las riendas de la política sólo pueden ser llevadas por funcionarios públicos.

Pero, como periodista, me gusta equivocarme porque lo veo como un salto fuera de mi zona de confort personal.

Analicemos los pro y los contra de un político profesional versus un "maverick," palabra que podemos traducir como “principiante” o un "amateur."

Sin duda, la preparación académica es muy importante. Un conocimiento vasto de economía y leyes es imprescindible para cualquier posición de liderazgo en una democracia. 

Experiencia laboral, importantísimo, sobre todo para una noción de cómo se gana un empleado su sustento, y, por demás, adquiere disciplina para cumplir con largas jornadas y completar metas concretas.

Pero hay cualidades que un buen político debería tener por sobre todas las cosas: pasión por la nación que habita y donde han echado raíces tanto él como su familia entera.

Hago un pequeño inciso para los lectores progresistas, uso el pronombre masculino, pero de más está decir que, por supuesto, que estas mismas cualidades pueden ser abordadas por mujeres. Sin embargo, en su gran mayoría, las mujeres que ocupan el sillón presidencial en sus países son servidoras públicas con longevas carreras en política.

Volviendo al tema, es menester que se conozca en profundidad la historia de un país. Y esto ha de ir mucho, muchísimo más allá de cualquier hecho cronológico. Me refiero a una idiosincrasia, unos valores intrínsecos, y una alterada consciencia de las consecuencias de haber vivido en regímenes de variadas ideologías.

El presidente de Estados Unidos tiene, por poner un ejemplo, que ser experto en la filosofía que manejaron nuestros Padres Fundadores, y reconquistar sus valores. Por otro lado, tiene que estar plenamente empapado de las consecuencias nefastas que han dejado las secuelas de la Guerra Civil en el siglo XIX, y la segregación en contra de algunas minorías, como son los negros o los japoneses, en los más oscuros capítulos de la edad moderna.

Un gobernante tiene que saber que las élites de poder constituyen un inframundo cuya ambición por obtener poder y amasar fortunas es prácticamente ilimitado.

En este mismo submundo también está muy al tanto que es fácil llegarle al precio de muchas personas. Como decimos vulgarmente: "¿Cuánto hay pa' eso?"

Como ya se ha visto claramente con las recientes conquistas de diferentes gobiernos que están o han estado en manos de no-políticos, la primera reacción del sistema que ha mantenido el control es la de Drácula con una cruz por delante: pánico, horror, rechazo, y violencia.

La gran mayoría de las naciones de Occidente están en manos de sistemas políticos muy bien cebados, y muy bien protegidos por los secuaces que los mantienen en la cúpula, léase empresas u organismos internacionales o una combinación de ambos que bien llamamos "agendas."

El político profesional tiene la ventaja de ya conocer de primera mano a los personajes con los que ha de gobernar, al menos que se imponga una dictadura donde sólo existe el poder de uno. Igualmente, sería el caso de las monarquías absolutas, como las que imperan en el Medio Oriente.

Pero un estado democrático, un sano y bien establecido estado de derecho, permitiría que un líder pueda seguir su línea y cumplir con sus promesas de campaña.

Desgraciadamente, la gran mayoría de los líderes que han hecho carrera en el sector público se dejan seducir muy fácilmente, y terminan siendo cómplices de los esquemas de corrupción de los que lamentablemente somos víctimas por haber confiado.

El actual presidente americano Joe Biden es un perfecto ejemplo del político de élite. Senador desde 1973, hoy por hoy sabemos que este señor, aparte de ser uno de los peores mandatarios que hemos tenido, es una combinación de Michael Corleone y Jimmy Hoffa, y su gobierno será recordado por los escándalos de su familia y los suyos propios. Lo salvan de un posible juicio político, su avanzada edad, su estado mental y el hecho de que hay elecciones en Noviembre y podríamos, primero Dios, salir de Biden a través de las urnas.

En Venezuela, ¿qué lleva al pueblo a los brazos de Hugo Chávez? La larga lista de políticos profunda y descaradamente corruptos que fueron electos durante las pocas décadas que se gozó de una democracia mediocre. La respuesta del venezolano fue votar a un "outsider" que con promesas falsas y una narrativa patriótica ha tomado el yugo de Venezuela, aún cuando el señor Chávez seguro está respirando azufre en los infiernos.

Obviamente, una vez que una persona llega a la cúspide de un gobierno, automáticamente se convierte en político. 

El Sr. Trump trabajó como empresario de bienes raíces (aparte de ser un "celebrity") por más de 40 años, pero tiene ya casi ocho como político. Aprendió rápido y a golpes.

Los casos de estos presidentes actuales, como el caso de Trump o Milei, pero sobre todo Trump, nos puede ayudar a ilustrar lo que sucede con los novatos de la política. Estos, aún con una presidencia exitosa, se tienen que enfrentar a su férrea oposición e igualmente a los monstruos mediáticos que no cesarán jamás de intentar destruirlos con narrativas, que, impregnadas con ágil propaganda, intentarán confundir y engañar al ciudadano.

Esto es una tarea a tiempo completo y es, sin duda, una guerra sin cuartel. En Estados Unidos, habiendo pasado por eso, sabemos a lo que nos enfrentaríamos con un segundo término de Trump. Los argentinos, con la llegada de Javier Milei tendrán que medirse frente a los leones peronistas que han anestesiado a la población por años.

A México, si llegase un "maverick" le tocaría derrotar tanto a los dogmas del PRI como a la maquinaria de Televisa.

Retomando por un instante nuestro ejemplo de la película de "Ratatouille" tenemos al líder en ciernes que es la ratica Remy. Tenemos a un villano, a un "sistema" o, como diría Javier Milei, una "casta" representada por el Chef Skinner, que hará hasta lo imposible para que el joven Linguini jamás se adueñe del restaurante de su difunto padre. Y tenemos un conflicto, que es que para que tanto Remy como Alfredo puedan tener sus respectivos sueños hechos realidad, ambos tienen que unirse para destruir (literalmente) el restaurante de la disputa, para construir uno nuevo con una clientela que esperaba ese nuevo sabor francés de provincia que se convierte en una fórmula de éxito total.

Como diría "Hamlet" en la obra magna de William Shakespeare, "ser o no ser, esa es la pregunta." Ser o no ser político? Bonita y fascinante pregunta, me parece a mí.

La respuesta a esta interrogante está completamente en las manos del pueblo. Si deseamos seguir manteniendo democracias en Occidente, la respuesta la tenemos nosotros, como ciudadanos y como votantes.

Pero para ello tenemos que dejar de ser ignorantes y tenemos que ser buenos observadores y críticos severos. Nosotros tenemos que exigir que quienes se monten en el aparato de poder tengan el ánimo y la intención de ser implacables contra la corrupción, contra los enemigos de la nación, tanto los que recorren las calles en la sombra, como los que se esconden en las cortes. Los que quieren re-diseñar nuestro sistema educativo para convertir a nuestros jóvenes en zombis. Los que tienen delirios de grandeza y los que gobiernan a través de hashtags en las redes sociales. Los que quieren manipular la historia porque no les cabe en la cabeza que, históricamente, son los perdedores de una guerra. 

Pero para poder atrapar a los tramposos y a los falsos profetas tenemos que ser indómitos y tenemos que saber lo que valemos y lo que vale nuestra nación, y lo que ha de hacerla grande de una vez por todas y para siempre. 

Quiero terminar con una frase extraordinaria que ha pronunciado la Primera Actriz española, la señora Marisa Paredes. Y confieso que no siempre coincido ideológicamente con Marisa Paredes, a pesar de admirarla muchísimo como intérprete.

Dice así, y sé que lo dice de corazón:

"Los políticos tienen sus límites y sus compromisos, pero la sociedad civil… Como decía José Luis Sampedro, si el pueblo supiera la fuerza que tiene, las cosas cambiarían antes... La gente vota sin pensar. Elegimos a uno u otro, algunos con ideología, pero otros por costumbre. Si la gente se diera cuenta de que el poder está en ellos, las cosas serían diferentes."

Pidamos a Dios que jamás al pueblo le roben ese poder, y que con esa firme voluntad apretada en el puño, sepamos arar con empeño el camino para la nueva política que ha de salvar y hará despuntar a nuestra gran civilización, hoy por hoy moralmente casi en ruinas.



Los Antihéroes y su Esquema para la Salvación de Occidente

En 1940, llega al fabuloso mundo (o más bien el inframundo) de Ciudad Gótica, uno de los personajes más enigmáticos y complejos de lo que co...