Para los antiguos romanos, aun en los tiempos más primitivos de la república, y con más furor, ya durante los pujantes años del imperio, no había espectáculo comparable al de una pelea de gladiadores.
La figura del gladiador, si bien sabemos era un esclavo común, o en ocasiones, un voluntario que había caído en deudas y necesitaba pagarlas a como diera lugar, estaba dotado de un atractivo especial y una inequívoca vocación por el combate.
Los "lanistas," léase los dueños de las escuelas de los gladiadores, nunca cesaban en su esfuerzo de encontrar y entrenar a los mejores luchadores con quien exhibir la proeza de su "ganado" y su prestigio frente a magistrados, senadores, e, incluso, ante el emperador.
El gladiador vivía, entrenaba y practicaba en el "ludus gladiatorum." El "ludus" era comúnmente parte de la residencia del lanista y poseía un terreno amplio y apto para que los gladiadores invirtieran largas horas, prácticamente el día entero y parte de la noche, entrenando para una futura pelea.
La alimentación de un gladiador era altísima en proteína y cuidadosamente escogida para que el luchador estuviera sano y con plena energía para su combate.
Un lanista experto y con buen ojo para el papel y el manejo de sus gladiadores, también se fijaba en el estilo de pelea que mostraba cada candidato. No todos los hombres que se reclutaban llegaban a pronunciar los votos de un gladiador. Y no todos los gladiadores tenían las mismas habilidades técnicas.
Las peleas de gladiadores se pautaban con mucha anticipación. El lanista cobraba por cada pelea y escogía a los hombres que mejor estaban capacitados para la arena a donde se jugarían la vida misma, cuerpo a cuerpo, con otros gladiadores.
Algunas peleas estaban pautadas estrictamente a modo de exhibición y no había riesgo alguno. Pero las peleas que hacían al gladiador un campeón de la arena y un imponente superhéroe, eran aquellas denominadas "sine missione."
En estas peleas no había posibilidad, para el perdedor, de tener clemencia. El vencedor estaba obligado a rematar a su rival, mientras las gradas se llenaban de aplausos y gritos y vítores para el guerrero.
Una pelea entre gladiadores tenía, podríamos decir, dos objetivos importantes.
El primero, rogar a los dioses por un favor, y ofrecerle un sacrificio por su magnánima intervención divina, y la otra, agasajar a un magistrado que podía estar de visita, o, de igual modo,entretener a un senador que estaría en negociaciones con algún gobernador de provincia.
Cabe destacar que un lanista no tenía absolutamente ningún poder político. Su trabajo era la preparación de gladiadores y proveerlos para el entretenimiento de la peble.
Sin embargo, un lanista dueño de un gladiador que se hubiese hecho campeón por sus victorias, como es el caso de Gnaeus Cornelius Lentulus Vatia , alegadamante el amo del histórico Espartaco, sí que contaba con mucho prestigio y vivía en villas a todo lujo, que, incluso, frecuentaban las figuras políticas de relevancia.
El gladiador tenía un nombre de guerra. Y se le daba un entrenamiento concentrándose en sus estructura física y su agilidad con la espada. Un gladiador tipo "murmillo" quizá es el que más nos ha llegado a través del arte y la cultura. Los murmillones tenían la indumentaria más vistosa, con un casco protector, denominado "Cassis Crista" que cubría todo su rostro y tenía una amplia cresta casi siempre roja, hecha de cola de caballo.
Pero hoy nos vamos a concentrar en un tipo de gladiador, que si bien no era tan popular y tan prestigioso como un "murmillo" es un precursor de las peleas contra animales salvajes.
¡Que entre el "Bestiarius"!
Un "bestiarius" no era un gladiador per se. Un gladiador solo combatía con otros hombres. Los "bestiarii" estaban en su propia categoría y tenían una vestimenta muy minimalista. Se enfrentaban a bestias salvajes que habían sido capturadas para este fin.
La arena se convertía en un laberinto donde, con sigilo, iban acechando los animales en busca de pelea. El bestiario estaba equipado tanto con espadas como con lanzas y se enfrentaba simultáneamente a leones u osos o tigres----O toros.
Un exitoso, valiente y desenfrenado "bestiario" es el precursor de lo que hoy conocemos como un maestro del toreo.
Los enfrentamientos con toros tienen sus orígenes no solo en los circos romanos y las arenas. Van, incluso, más allá, a los días de la civilización minoica e incluso Creta, donde se realizaban juegos que involucraban, saltar por encima de los toros, con un estilo atlético muy similar a la disciplina que hoy conocemos como recortes.
La tauromaquia moderna, que abraza tanto la cría del animal bravo como el espectáculo taurino en la plaza, tal y como hoy la conocemos y veneramos, cientos de miles de aficionados, empezó en el siglo XVII aproximadamente.
La evolución del toro y de su matador ha sufrido enormes cambios hasta llegar a nuestros días, donde el toro bravo, es, al igual que el torero, un artista, genéticamente modificado para la pelea y la embestida.
Para conocer de cerca al toro de lidia, es imprescindible conocer la sicología de un gladiador romano. Es por eso que he querido hablarles de estos maravillosos luchadores para introducir al que es, sin duda, uno de los animales más bellos del mundo.
El gladiador era recompensado con mucho dinero por cada victoria. Un campeón podía amasar una pequeña fortuna después de su retiro. Un gladiador era la fantasía sexual favorita de las mujeres patricias que, a escondidas, pagaban cuantiosas cantidades de dinero, por el placer de una noche junto a un luchador que había arriesgado su vida. Pero nada de esto importaba a un gladiador. Absolutamente, todo esto era prescindible y desechable.
Para el gladiador, el único mérito y su sueño magno era poder, algún día morir peleando y derramar hasta la última gota de sangre sobre la arena.
El "ludus" preparaba su cuerpo. Pero el corazón de un gladiador se autoeducaba con cada movimiento acertado y asertivo de su espada. Un gladiador era mártir del aplauso y de la gloria.
No podríamos amar o comprender la lidia de nuestra era sin captar con cada embestida, esta misma necesidad en los ojos nobles de un toro bravo.
Un toro es un gladiador de nuestros tiempos, despertando pasiones y emociones que no las ha de provocar nada más con igual intensidad.
La corrida de toros no es solo cultura y patrimonio, que, por supuesto, es, sin miramientos, sino también una manera inequívoca de aprender de la vida y de enfrentarnos al mundo en esta batalla por la reconquista de nuestra esencia, nuestra sanidad y nuestra fuerza.
La cruel, pesada e incierta batalla cultural, nos hace a todos pensar casi como gladiadores enfrentándose a un enemigo, que a diferencia de un "murmillo" no podemos ver. Pero que sabemos tiene un vigor descomunal que amenaza nuestra existencia como civilización.
En una corrida de toros, el maestro utiliza la razón y la destreza. Cita y se arriesga. Se vanagloria de que sus luces se manchen de sangre y de vísceras. La caricia de la bestia lo hace crecerse y entregarse.
El riesgo es lo de menos...
El toro, por otra parte, nace y vive para su suerte suprema. El ganadero, desde el tendido, observa, como un buen "lanista" a su guerrero, en el que ha apostado e invertido cuatro o tal vez cinco años de su vida. Sigue cada embestida. Le persigue con la mirada. Lo encuentra debajo de un capote que lo excita. Y aplaude como nadie cuando su guerrero sucumbe a la espada.
Con la muerte del toro, ambos, el ganadero y el maestro, se renuevan y renacen...
Las agendas ideológicas que nos gobiernan y que nos usan y desechan, no tienen más finalidad que convertirnos en esclavos y en víctimas de políticas de género mal avenidas. Un animalismo absurdo que con una narrativa falsa, lo único que pretenden es hacer caja con fallidos negocios de renovables y absurdas y abyectas energías "verdes" que no hacen más que destruir el medio ambiente y el sustento de miles de ciudadanos que se dedican a la agricultura y a la ganadería. Incluyendo, en el caso de España e Hispanoamérica, la cría del toro de lidia.
La agenda 2030 promete conquistarnos en los próximos pocos años y cada uno de sus 17 “mandamientos” es una sentencia de muerte para la manera en que hemos podido entender nuestros valores fundamentales.
Es clave saber quienes son nuestros enemigos en esta pelea con bestias más letales que una manada de leones o cien tigres siberianos. O incluso que un toro bravo, capaz de aniquilar a todos los anteriores y paseárselos entre sus pitones.
Si hay algo que debemos tener muy en cuenta, es que parte de la estrategia de los que intentan manipularnos es enseñarnos a vivir por debajo de nuestras capacidades.
Y con esto, ojo, no me refiero solo a temas de finanzas o de educación. Si no, igualmente, a disminuir nuestra capacidad de dominar y de conquistar a la vida misma y sus vicisitudes con máxima integridad y puntería.
Si hay algo que disfruta y convence a nuestros enemigos políticos e ideológicos es la estupidez y la debilidad de mente. Y mira qué fácil les ha resultado el cometido.
Nuestras jóvenes generaciones se han mermado al punto de ser inservibles en lo académico, lo intelectual y lo laboral. Han perdido el valor al esfuerzo y exigen un modus vivendi que sea flojo y mediocre.
El espécimen que hoy lideriza y se impone es, en el sentido griego de la palabra, un idiota. Débil y moldeable que sólo se atreve a mirar su vida desde un burladero.
El ruedo no está hecho para él. Confunde la prudencia con la cobardía.
Frente a esto, solo nos queda mimetizarnos con la sicología de un animal bravo. Que no se amilana ante nada. Que se ha criado para la embestida y que, a la par de ser arriesgado, es noble, generoso y entregado.
El maestro tiene un cometido, y lo logra, con destreza y paciencia, sacar a la bestia de su querencia, de su zona de confort, para llevarlo al centro de la plaza. Lo saca de las sombras para bañarlo de luz.
En el burladero están los que no están ni entrenados ni capacitados. Desde allí hay una buena vista de la pelea, pero no les corre en las venas el fuego que arde en las entrañas del torero frente a su guerrero.
En el año de 1992, el compositor Manuel Alejandro escribió una canción, "Torero" para José Luis Rodríguez "El Puma" a dúo con el icónico Julio Iglesias.
Dicha canción nos habla de dos hombres que, enajenados con la misma mujer, se dan cuenta de que para conquistarla, no hay más remedio que ser un torero. Arriesgando hasta la vida por un beso suyo.
Así como por amor, la lucha por la conquista de nuestra dignidad nos obliga a ser toreros. Nos obliga a prepararnos para una lidia diaria que nos lleve al choque con quienes nos mienten y nos embisten cobardemente por la espalda.
Como a un toro, concienzudamente escogido por su preciada carga genética, así debemos de ser preparados para la batalla que enfrentamos. Debemos agradecer a Dios por todo aquello que se nos convierte en herramienta para la victoria absoluta.
Al ruedo se le entra con bravura y fiereza y es nuestra propia fe quien nos anima.
Hay que tener la sapiencia de un bestiario. Hacer del cuerpo y de la mente una jaula para quienes salivan con nuestra derrota.
Un extraordinario gladiador podía ser recompensado tras años de pelea y de servicio con el codiciado "rudis." Un pequeño cetro de madera que estaba grabado con las hazañas de dicho gladiador a lo largo de su carrera.
El toro noble, capaz y perseverante en su embestida, se le concede un indulto y es llevado a su dehesa, donde ha de morir de viejo, convertido en semental, rodeado de cuidados y de hembras. Se convierte para el ganadero en un trofeo y en la joya de su dehesa. Y su semilla es promesa de victorias futuras.
La lucha por nuestra civilización, bendita cruzada, nos ha de regalar la libertad. No hay mayor abundancia que dedicar nuestra existencia al esfuerzo y al propósito.
Nada hay más exquisito que adquirir una nueva consciencia, abandonar con fe nuestras dudas y recorrer los caminos de nuestra existencia empapados de sudor, enjugando lágrimas y sentirnos orgullosos porque no sabemos rendirnos.
El toro es un maestro para encontrar en nuestro espíritu bravura, pasión y potencia...
la vida es un ruedo...
El amor y las ganas de triunfo nos citan hoy, mañana y siempre. Sin parar.
¡No dejemos de embestir hoy, lo que no merece vivir hasta mañana!