Monday, July 31, 2023

El Caso de: "La Tela Invisible"

 


En 1837 Hans Christian Andersen publica uno de sus más famosos cuentos "El Traje Nuevo del Emperador."

Poco imaginaría él que se convertiría en uno de sus clásicos más queridos con numerosas versiones y traducido a 100 idiomas.

En resumen, este cuento nos habla de un rey o un emperador depende de la versión,34 que es extremadamanete orgulloso y vanidoso. Así lo conocían y era muy popular entre sus súbditos. Un día llegan al reino dos sastres que deciden estafar al monarca convenciéndolo que ellos y sólo ellos podían confeccionar el traje más esplendoroso y más lujoso que jamás se haya conocido.

Pero, dicho traje sería absolutamente invisible para los incapaces y los estúpidos. Por lo tanto, era de suponerse que tan estimado emperador sería un privilegiado de lucir tales prendas.

Su majestad muerde el anzuelo e inmediatamente los estafadores hacen que cosen y cortan y miden, siempre adulando al atónito hombre que apenas puede creer que tan costoso traje pueda ser visto por tan pocos en el mundo. Y que él lo luciría como nadie más podría. Faltaba más.

Finalmente, el emperador "ataviado" con su exquisito traje sale del palacio para desfilar delante del pueblo y que puedan admirarle como hacían siempre.

El pueblo se ha percatado que su emperador no tiene ropaje alguno. Están atónitos, pero como ya había corrido el rumor de la tela invisible para idiotas e ineptos, pues, nada, a vitorear al soberano. Muchos aplausos. El emperador feliz de la vida saludaba a los súbditos hasta que lo aguarda en una esquina un niño pequeño que ha ido a ver el desfile y sin pelos en la lengua grita: "EL EMPERADOR ESTA DESNUDO!!!!"

En ese instante los súbditos empiezan a cuchichear unos y a reírse otros. El emperador se percata de su estado, pero, no le queda más remedio que seguir su camino. Ahí termina el relato de Andersen.

Es impresionante pensar que la moral de esta fábula haya sido escrita para niños. Algo harían bien en Dinamarca en el siglo XIX que los más pequeños podían disfrutar y también aprender con estos cuentos clásicos. Hoy en día los niños casi no leen, y los que lo hacen se encuentran con historias ideologizadas y los adolescentes tienen una novelita mediocre como Twilight. Pero ése es otro tema.

Para poder entender la lección, o las lecciones, que son en verdad muchísimas, de esta historia de "la tela invisible" tenemos que desglosar lo que cada uno de los personajes representa, y, juntos, vamos a aplicar estas analogías a la situación actual que vivimos.

El emperador puede tener el nombre de cualquiera de los gobernantes de la sociedad occidental. Con muy pocas excepciones estamos completamente rodeados de líderes llenos de orgullo y de vanidad. Personajes con egos estratosféricos que sucumben diariamente a la obsesión de acaparar el poder, a costa de lo que sea. Y no se crean, son personajes inteligentes (la mayoría de los sicópatas de la historia han sido genios) pero ante todo quieren dominar ellos el discurso. 

Hago también la observación que aunque la he hecho muchas veces, es imprescindible ser repetitivo. Hoy en día el poder político o económico es un negocio. Todos los gobernantes bien que quieren ser crisol para todo el oro que fluye de las arcas de quienes manejan dichos negocios.

Los sastres pueden representar la ideología que ustedes elijan: cambio climático, reducción de la población, agenda LGBT y un largo y miserable etcétera.

Pero bien que conocen estos sastres la vulnerabilidad y los miedos del vulgo. O no?

Quién siente placer siendo considerado inepto o estúpido por no ver las cosas con los matices y los beneficios que siempre nos han presentado como óptimos o progresistas? Quién disfruta del bullying al que puede ser sometido si se niega a ver que el traje de "el emperador" es absolutamente magnífico? 

El pueblo está hipnotizado. El pueblo de nuestro cuento está tan conforme con la versión que ha sido regada por las masas y los rumores de una tela mágica, que no se atreven a despertar y mucho menos denunciar que su amado monarca es un soberano imbécil, literalmente!

Pero de pronto aparece un niño con su inocencia y su lógica. Como deben ser y seguir siendo los niños. No como hoy en día que a los niños pocos se les permite pensar como infantes y ya se pretende que a edades tan precoces como los seis años se les exponga a espectáculos de adultos. No, señores, el niño que ideó la mente genial de Andersen es un párbulo ser que no tiene filtros ni sabe mentir.

El niño, como hizo el perrito Toto en El Mago de Oz, corre la cortina donde se escondía el mago falso, y la muchedumbre se da cuenta de que es libre para reírse o estar consternada u opinar según elija.

El emperador no nos deja claro si su orgullo lo deja en shock. O si él considera al pueblo una partida de imbéciles y se ha creído la versión de los mercaderes. Yo, no sé si ustedes, pero yo, me decanto por lo segundo.

El mundo no está ciego. Cuando de pronto vemos aparecer en nuestras redes sociales o en los medios de comunicación seres que ya son practicamante "trans" humanos, y que ya no les basta con la gama inmensa de géneros a cual más degenerado. No está sordo. Sólo hay que oir a cualquier activista tratando de generar pánico por un apocalipsis climático o a cualquier "líder" que hace acto de presencia en Naciones Unidas diciendo que hay que acabar con la agricultura o hay que permitir que el aborto sea "un derecho humano." Esta aberración la pronunció Emmanuel Macron, por si quieren buscar en la hemeroteca.

Pero el mundo sí está mudo. Está congelado por el miedo. Está anestesiado con palabritas bonitas que, cómo los sastres pueden hacer parecer a la mula ciega--que es lo que intentan vendernos--como un caballo de paso árabe digno de los jeques de la antigua Samarcanda.

Resistir es exhaustivo. Las generaciones de nuestros padres y nuestros abuelos se han acostumbrado a vivir de una manera y ya no tienen fuerzas para cambiar casi nada. Se lamentan y poco más. Los más jóvenes están fascinados y han sucumbido sin demora al embrujo de las nuevas ideologías.

Para terminar, hemos de preguntarnos quiénes deseamos ser en en esta historia? A consciencia. 

La mayoría de las personas que vemos a nuestro alrededor, mareadas por el discurso marcado por quienes nos gobiernan, no se atreven a decir la verdad aunque la verdad está frente a sus ojos y se refleja en la paupérrima calidad de vida a la que intentan someternos.

Luego hay un grupo de personas que quisieran hacerse eco de la verdad, pero tal es la reacción de quienes quieren seguir estando adoctrinados por los cantos de sirena que enseguida se callan, quizá esperando a otro momento. O cayan por siempre, aunque difieran.

Hay quienes no salen siquiera a ver al Emperador desfilar, por que son indiferentes a la conmoción o les da ansiedad. Y estos prefieren construirse una realidad paralela y apuntarse a cuánta conspiración haya. Esto es un tema que merece su propia columna editorial.

Y luego, bendito Dios, estamos los que somos el niño. Y hemos sido muchas cosas antes de perder el miedo a decir y exponer la desnudez de la estupidez. Y sabemos que somos una minoría, y nos sentimos huérfanos y muy solos de cuando en cuando. Pero no nos escondemos. Y sacamos adelante con bravura esta necesidad de que como sociedad volvamos al orden. De que no nos arrebaten nuestros valores. Que la infancia sea sacro santa porque para ser adultos tenemos toda una vida.

Nos piden tener fe en mentiras y falacias. Descerebrados se presentan como profetas. Las revistas de moda están llenas de adefesios que nos pretenden vender como belleza inclusiva. Los desfiles de los vanidosos se ven casi a diario.

Pero hay que cuestionar. Hay que formular preguntas y hay que educarse. No hay de otra. 

Olvidemosnos de ideologías políticas, porque cada día más nos defraudan y no nos podemos conformar con consignas y logos. Apelemos al razonamiento. Acaso no se llenan la boca los seudo líderes del mundo hablando de la codiciada "democracia"? Pues quién sino el pueblo tiene la última--y todas--las palabras?

Apliquemos las enseñanzas del Maestro Buda que decía a sus discípulos que no hiciesen caso jamás a sus enseñanzas sólo porque él era el maestro. Que sólo aceptasen las enseñanzas que eran ciertas porque tenían resonancia con aquellos principios y valores que ellos sabían yacían en su corazón. 

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