Monday, September 30, 2024

Peligro: Estarían las Agendas Ideológicas Induciendo la Ergofobia en Nuestros Jóvenes?


Hace unos meses, por este mismo espacio, discutíamos la situación actual de los jóvenes de la Generación Z, y salió a relucir el término "ergofobia."

Me parece que estamos en un momento crucial para poner este concepto bajo la lupa.

Vayamos al grano...

¿Qué es la ergofobia?

La palabra "ergos" en griego significa "trabajo." La palabra "phobos," significa miedo.

Es importante hacer un inciso cada vez que analizamos una temática relacionada con las fobias. En nuestra sociedad, cada vez con más frecuencia, utilizamos "fobia" para referirnos al odio, al repudio total, hacia algo, o, muy específicamente, hacia un grupo de personas.

Por ejemplo...

Una de las grandes estrategias propagandísticas del actual progresismo para sus ataques a los conservadores es llamarlos "homofóbicos."

Se quiere hacer entender que los que no comulgamos con la ideología de género o la cultura "woke," ODIAMOS, así, con mayúscula, a los homosexuales.

Esta falacia es extraordinariamente efectiva, o lo ha sido por mucho tiempo, para atraer los votos de esta minoría. A su vez, quienes exigen el voto, están queriendo los beneficios que ofrecen las corporaciones que se nutren de las agendas ideológicas que promueven estos anti-valores.

Pero la realidad, afortunadamente, es que hay, cada vez en mayor número, un porcentaje de homosexuales, que se han planteado alejarse del progresismo, y que tienen plena conciencia de esta falsa "homofobia."

Pero hay otro porcentaje, que muy lamentablemente, se hace protagonista del teatro del absurdo, y sí que se cree, que cualquier rechazo a su estilo de vida, supone odio hacia su persona.

Si buscamos el significado en "Google" de homofobia, nos van a aparecer una serie de fragmentos de distintos medios de dudosa reputación o, de plano, irrefutablemente corruptos como "Planned Parenthood" (los gigantes de la industria del aborto) calificando la homofobia como "odio" al colectivo gay. 

Esto es fácilmente refutable. 

O lo sería, sino estuviéramos en el medio de una voraz tormenta ideológica que tiene, entre muchos objetivos, la distorsión de la realidad y la continua polarización que sigue dominándonos. Promovido, todo, sin duda, por los medios de comunicación y las redes sociales.

Sin ánimo de ser repetitiva, pero, es muy importante tener en cuenta que la palabra "fobia" está siendo utilizada equivocadamente para crear situaciones muy adversas y completamente anormales, que están al servicio de quienes controlan el eje de poder. 

Eso lo vamos a discutir más adelante.

En siquiatría, la palabra "fobia" se define como un temor angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión.

Las personas que padecen de fobias, sufren estados de ansiedad extrema frente a aquello que los atemoriza. Es irracional, y la cura a ello, estaría basada en algún episodio traumático que pudo haber desembocado en esta condición.

Volviendo a nuestro tema de hoy, la ergofobia, puedo constatar que el miedo al trabajo es real. Yo he sufrido de ergofobia, y esto me alejó por unos años del ambiente de trabajo tradicional.

Opté por el trabajo voluntario, y fue durante este período que diseñé mi programa de literatura para las reclusas de mi cárcel local, experiencia que compartí con ustedes hace unas semanas.

La realidad es que la ergofobia, no es per se, un miedo a trabajar, que podría llevarnos a pensar en un vago, un holgazán.

No. La ergofobia es un temor profundo, más que nada, al ambiente al que se enfrenta una persona cuando su entorno laboral es hostil, existe una falta de compañerismo, o hay un rechazo a la cultura de la compañía de la cual se es empleado.

Considero que es fundamental plantearnos si estamos viviendo una etapa en nuestra sociedad en que hay una tendencia hacia la ergofobia completamente inexplicable.

¿Por qué digo esto?

En los últimos dos años, y, por las informaciones más actualizadas, pareciera no haber mejoría en el futuro cercano a este fenómeno. 

Hay porcentajes exorbitantes de personas que están renunciando a sus empleos. En muchísimos casos, como se dice en el slang inglés, "cold turkey." Es decir sin tener otro empleo asegurado, o sin ningún plan B. Renuncian y punto. Sin mirar atrás.

Esta preocupante situación se remonta a la época de la pandemia del COVID-19 en el 2020.

Si bien el Covid, requeriría de su propio análisis, a medida que va saliendo más y más información sobre ella, una de las marcadísimas consecuencias de la pandemia tuvo máxima repercusión en el ámbito laboral.

En los primeros meses, las estrictas reglas de confinamiento y las normas de distanciamiento en lugares públicos, obligó a muchísimos negocios a cerrar sus puertas. Algunos de manera temporal, y, desgraciadamente, otros, de modo permanente.

La taza de desempleo llegó al 14%, que se tradujeron en la pérdida de más de 22 millones de empleos.

Otras compañías lograron salvaguardar muchos de sus puestos de trabajo, ofreciendo a sus empleados la oportunidad de trabajar desde sus casas.

A partir de estos cambios tan radicales, surgen muchas interrogantes. Y, sobre todo, se empiezan a ver cifras muy elevadas de personas que nunca más quisieron volver a sus oficinas, sino que se mantuvieron activas desde sus lugares de residencia.

Otros empleados vieron como, de pronto, el haberse quedado sin su trabajo fue una bendición fuera de serie, dado que el ambiente de trabajo al cual pertenecían era insoportable.

Y nos estamos dando cuenta, que, a más de cuatro años desde la pandemia del Covid, hay cambios irreversibles en una sociedad que, cada vez con menos entusiasmo, se incorpora al campo laboral.

Si bien los datos que estoy manejando en este análisis corresponden a los Estados Unidos, las secuelas de la pandemia y el surgimiento de una conducta claramente ergofóbica se traslada más allá de las fronteras de Norteamérica.

Pero, para facilitar este análisis, veamos la situación específica de los EEUU.

En el año 2023, más de 44 millones de personas dejaron sus empleos voluntariamente. 44 millones de personas! Y para los analistas esto, ojo, fue un gran alivio, dado que sólamente en el año anterior, el 2022, esa cifra alcanzaba más de 50 millones de personas!

Es decir, de acuerdo con el Wall Street Journal, hubo un declive de sólo 12% lo cual ha sentado fatal, como es de esperarse a nuestra economía. Y, obviamente, al desarrollo de este país.

De acuerdo con un sondeo realizado en Julio por "ResumeBuilder.com," una página web que ofrece sus servicios a los que quieren crear un curriculum profesional, tres de cada 10 personas empleadas a tiempo completo se están planteando dejar sus empleos o han ya dejado sus empleos en este 2024.

Tenemos que detenernos a pensar el por qué de estas preocupantes cifras, y cuáles son las razones que dan los protagonistas de estas decisiones.

La primera es el haber sido maltratados por malos gerentes. Depende del tipo de compañía, podríamos hablar o de supervisores, directores, cada uno en su rango.

El maltrato sicológico y emocional por parte de nuestros superiores es espantoso, aberrante, y yo lo he vivido más de lo que quisiera poder recordar.

Llevados a los extremos, es una razón justificable y necesaria para buscar un nuevo empleo, o cuando mínimo un cambio radical dentro de la empresa.

En compañías más grandes esto es más fácil. En trabajos administrativos donde se emplean sólo una docena de puestos, es casi imposible.

Según las encuestas, el otro factor, no menos preocupante, son los salarios tan bajos con los que se indemniza a un empleado, incluso después de muchos años de servicio. Aquí podríamos incluir los beneficios médicos, las vacaciones pagadas, y un largo etcétera.

Hasta la llegada del Covid, había, digamos, un poco más de estoicismo en nuestras comunidades al momento de lidiar con estos inconvenientes.

De pronto, una mayoría de empleados, sobre todo, en niveles, digamos, de soldado raso, se dieron cuenta de que no tenían ya ni fuerzas ni motivos para tolerar la mala situación de sus ambientes de trabajo diario.

Y es aquí donde entramos en profundidad en esta repentina, y, pareciera incurable aversión al trabajo, al menos, aclaremos, al trabajo "convencional." Como se dice mucho, el trabajo de "9 a 5."

En este medio, es cierto, hemos sido más severos con los miembros de la Generación Z y con los Millennials más jóvenes. Pero, hay evidencia que hay muchísimas personas de mi generación (X) que han sucumbido al fenómeno de las renuncias voluntarias, aunque en menor porcentaje. 

Ahora lo explicamos.

En una nación en declive supremo como es la Estadounidense, y el Occidente en general, era de esperarse que hubiera personas que se iban a aprovechar al máximo de este descontento tan desnaturalizado por el trabajo tradicional.

Si bien quienes han picado el anzuelo han sido en mayor porcentaje los más jóvenes, las mentes maquiavélicas que se benefician de este descontrolado número de desempleo, han sabido crear estrategias muy bien estructuradas para atraer a todo tipo de personas.

La constante ideologización de las masas, ha creado a individuos completamente débiles, que no están acostumbrados a tener la responsabilidad de unos horarios o de una serie de obligaciones y de la disciplina que supone un empleo, tanto a tiempo parcial, como a tiempo completo.

Es abrumante la cantidad de testimonios de jóvenes recién egresados de la universidad, incluso, con cursos de postgrado, que se encuentran con una pared impenetrable porque hay empresas que no quieren dar oportunidad a personas sin experiencia previa.

Muchos de estos individuos, recién salidos de las aulas, tienen poco más de 22 o 23 años. 

En varios casos estos jóvenes con un diploma en la mano, tienen que quedarse en el mismo empleo que tuvieron a los 18 años, y se empieza a erosionar su entusiasmo por sacar adelante sus vidas, estancándolos emocionalmente y haciéndolos autopercibirse como auténticos inútiles.

Pero estas cabecitas fragmentadas y confundidas son útiles. Muy útiles. Pero para nada bueno.

Para lograr este masaje terapéutico y estos cambios de filosofía de vida, las diversas corporaciones a quienes tenemos que penalizar por estos cambios tan alarmantes, se beneficiaron de una herramienta en particular. Hay varias, pero una sobresale por encima de las demás: Tik Tok.

Es terriblemente altísimo el número de vídeos que se han compartido en esta red social a través de YouTube, principalmente, de los testimonios de personas que alardean de haber dejado sus lugares de empleo.

Se han creado tendencias, hashtags e incluso hasta coreografías de múltiples usuarios que aparecen frente a las cámaras de sus teléfonos orgullosísimos de estar desempleados.

Los que hemos sufrido el maltrato o la terrible inconveniencia de malos ambientes o pésimos gerentes, podemos comprender la frustración y la angustia de ir a trabajar llenos de ansiedad y de miedos que pueden generar una fobia.

Pero no tengo ningún respeto, NINGUNO, a usuarios de redes sociales que irresponsablemente están aupando que se deje de trabajar. ¿Y todo para qué? Para, según ellos, poder vivir cómodamente de ser un "Tiktokero."

He visto el testimonio de una muchacha muy joven que puso su renuncia en su trabajo y alegó, claramente, que ella ya no quería seguir trabajando porque lo de ella era, seriamente lo dijo, hacer vídeos en Tik Tok.

Alegadamente, sus "creaciones" y su inventiva a la hora de subir contenido le estaba, hasta esa fecha, dando ingresos de hasta $7,200 al mes.

De hecho, el vídeo de este testimonio estaba grabado, supuestamente, durante un viaje a Japón, y aparecía la mujer delante de un jardín japonés con una pagoda al fondo.

Y si bien es cierto que Tik Tok, y otras redes, monetizan el contenido de los usuarios, podríamos estar frente a uno de los miles de fraudes que diversas corporaciones se han creado para aupar a los jóvenes a dejar sus responsabilidades por una vida de lujos y de privilegios a través de campañas de publicidad.

En otras palabras, esta joven es una actriz pagada y no un testimonio real. Hay un guión de por medio.

Pero en una sociedad carente de criterio y en este punto tan bajo de moral y de principios, se hace, y se ha hecho, muy sencillo capitalizar la ergofobia.

Como he compartido con los lectores anteriormente, se acordarán de cuando dije que existen muchos casos de los denominados "terapistas climáticos." A las pruebas me remito.

Los sinvergüenzas que pueden estar ejerciendo estas ridículas carreras, están siendo remunerados y se están aprovechando de la sensibilidad de personas que han caído en esta absurda narrativa de una "emergencia climática."

Esto, en nuestra sociedad occidental de hace 30 o 40 años, era impensable. Hoy por hoy, es el pan nuestro de cada día.

Y ahí está el quid del asunto.

Nuestras generaciones han sido, lentamente condicionadas, no necesariamente a temer en extremo al empleo o al trabajo convencional, sino al VALOR fundamental que hemos dado al trabajo en sí.

De igual modo, que se busca destruir los valores familiares y el valor a lo sagrado de la vida desde la concepción a la muerte natural, el valor de tener una responsabilidad, de proteger nuestra seguridad laboral y, esto es crucial, de la meritocracia, desemboca en lo que estamos definiendo como la falsa percepción de la ergofobia.

Estamos creando inútiles. O si quiere verse más claro, tontos útiles.

A mí me parece muy loable y muy necesario que existan individuos con vocación para la comunicación, por ejemplo, y que busquen tener su autonomía, con canales de YouTube, o como en mi caso, un modesto blog, donde, a mucha honra, pongo mi esperanza en esta cruzada que denominamos "batalla cultural."

Pero lo que no podemos permitir es que se promueva irresponsablemente un estilo de vida, donde cientos de miles de jóvenes son partícipes en esfuerzos nefastos remunerados por corporaciones que promueven, ya no fobias, sino auténticas campañas de odio.

¿Qué son, por ejemplo, lo que en redes llamamos "chiringuitos"?

Son poco más que carpas que se abren hoy y se cierran en nada, que emplean TEM-PO-RAL-MEN-TE a millones de personas (de todas las edades) para aupar los (anti) valores progresistas sobre todo en lugares muy específicos con poblaciones más vulnerables.

Claro está, esta iniciativa también se ha visto en los grupos conservadores, pero quizá con una estructurada línea que hace ver al participante como un voluntario o un becario.

Para concluir, se están generando nuevos problemas; se plantean falsas expectativas y luego se capitaliza de los despojos.

La cultura de las corporaciones tiene que cambiar cuanto antes y radicalmente. El eje de las empresas debe de ser el bienestar de sus empleados, no la "esclavización emocional" de ellos. En Japón, por poner un claro ejemplo, las empresas consideran a sus trabajadores, una "familia."

El llenar los bolsillos, en el caso de las corporaciones de más alto nivel de ganancias y de alto volumen, de los inversionistas, o el financiamiento de ideologías, tiene que dejar de ser prioridad. O mejor dicho, de existir. Punto.

El respeto para todos es fundamental. Pero no el fomentar un trato especial a minorías o el obviar las cualidades de un candidato a una posición específica en pro de cuotas de género o preferencias sexuales.

Al final sufren todos.

Las empresas tienen bajas en sus niveles de entrada porque sus empleados son ineptos o están en posiciones inadecuadas para su preparación. 

Los que trabajan como subordinados de los malos gerentes, sufren bajas en la producción porque están sometidos a maltrato y hay carencia de comunicación a todo nivel.

Y finalmente, tenemos una sociedad llena de fóbicos y de desesperanzadas personas que optan, en números francamente ridículos, a hacerse ricos como YouTubers, influencers y Tik Tokeros.

Esta penumbra moral e ideológica en la que estamos sumidos debe acabar cuanto antes.

En esta pelea contra la oscuridad, repito, una y mil veces, los responsables somos los que tenemos una visión clara de lo que está pasando.

Si hacemos una analogía, atribuyendo a cada generación su responsabilidad en este conflicto, nosotros, mi generación, debe revertir a todo nivel, a nuestra sociedad a un modelo de sociedad con valores imprescindibles, como los que tenían nuestros padres y nuestros abuelos.

Estoy plenamente de acuerdo en que nuestra responsabilidad laboral debe estar acompañada de un ambiente positivo, y un balance total entre nuestro trabajo y nuestra vida personal, nuestras inquietudes y nuestros proyectos. Pero no aupar el abandonarlo todo irresponsablemente para ir tras la estela de un castillo en el aire.

Los millennials, que en su mayoría, son los padres de los niños y las generaciones emergentes, tienen que unirse a nuestro esfuerzo para crear una sociedad en que los GenZ puedan encontrar el camino hacia la sensatez y su integridad moral y emocional, la cual se pierde a raudales.

El esfuerzo, vuelvo y repito, es de todos. Cada uno de nosotros ha contribuido, muy lastimosamente, a la debacle que vivimos. Así que todos debemos entonar un "mea culpa" y reconducirnos hacia la reconquista de nuestra civilización, casi, casi en ruinas.

Como dijo Victor Pauchet (1869-1936) médico cirujano francés, y pionero en las áreas de gastrostomía y anestesia, autor del reconocido "Atlas de Anatomía":

"El trabajo más productivo es el que sale de las manos de un hombre contento." 

¡Amén! ¡Nada más cierto!

No comments:

Post a Comment

Peligro: Estarían las Agendas Ideológicas Induciendo la Ergofobia en Nuestros Jóvenes?

Hace unos meses, por este mismo espacio, discutíamos la situación actual de los jóvenes de la Generación Z, y salió a relucir el término &qu...