¡Qué tiempos tan terriblemente violentos estamos viviendo! Se respira por doquier esa agresividad, ese descontento, esa amargura que vemos en la gente, día sí y día también. Parece tan imparable como abominable. Desesperanzador. Nos ciega y nos consume de a poco.
Hace pocos meses, estaba esperando en un semáforo en rojo. De pronto, un joven exaltado y con mirada de loco, se sale de su carro y sin miramientos atropella a insultos a una señora que estaba, al igual que yo, esperando la luz verde.
¿Qué pasó? No lo sé. Puedo imaginar que la conductora a quien este joven estaba gritando, se le habrá metido en su carril. De verdad, no lo sé. Pero, lo que sí puedo decir es que lo que haya sido, no merecía una reacción tan exagerada que seguro dejó a más de uno paralizado.
Se han oído casos recientes, donde un episodio como este, en inglés se llama "road rage," (rabia de carretera) ha resultado en muertes porque uno de los conductores viene armado y dispara a la persona con la que está discutiendo. Es verídico.
En Estados Unidos, vivimos con seria preocupación, la cantidad de matanzas en serie que están ocurriendo a lo largo y a lo ancho de la nación. Tenemos el caso de Maine, donde un veterano que sufría de Síndrome Post Traumático, y había salido de una institución siquiátrica, disparó a quemarropa, matando a 18 personas en un bar y en un establecimiento donde jugaban al bowling. El asesino se dio a la fuga y finalmente se suicidó.
Desde los ataques del grupo terrorista islámico Hamas a Israel, que dejó un saldo, hasta la fecha, de 1,400 israelíes muertos, hemos visto proliferarse cientos de protestas en favor de la aniquilación de Israel y del pueblo judío, todo ello disfrazado y muy bien aderezado con supuesta propaganda Pro-Palestina.
La Universidad de Cornell, en Ithaca, que tuve el privilegio de visitar en 1982, está actualmente en alerta por una serie de grafitis en los pasillos donde incitan a la violencia contra Israel y los judíos, y por una serie de amenazas a la organización de la universidad que arropa a los estudiantes judíos. Se incita a que se les siga tanto en el campus como en sus lugares de residencia para, literalmente, "rajarles el cuello."
Discutimos en detalle como, sin benevolencia, y alimentadas por una codicia sin precedentes, las agendas ideológicas incitan a los jóvenes a crear narrativas sobre supuestas opresiones e injusticias hacia su persona, o, hacia cualquier agente externo. El racismo es un buen ejemplo, como también, la falsa urgencia de la crisis climática, que ha sido desmentida una y otra vez.
La resonancia de las redes sociales han contribuído a que toda esta violencia y estas ansias de supuesta justicia social, resulte en brotes de violencia y de frustración tengan un endemoniado efecto a nivel global, siendo las nuevas generaciones las más vulnerables.
Es más que obvio que quienes han tomado el control de los hilos de la sociedad Occidental, primordialmente, han hecho negocio manipulando, decimando, mal nutriendo y retorciendo las mentes de los que se perciben como más débiles. Somos muchos, y cada día, más, que nos hemos vuelto inmunes a la virulenta propaganda que nos llena los oídos y la cabeza de consignas ideológicas que no solo son falsas, sino que, en su mayoría, llaman a la violencia, en muchos casos extrema.
No hay filtros. Si hubiese filtros, no hubiese negocio. Tan simple como eso.
¿Pero si pudiéramos explicar este peligroso efecto a través de la sicología?
Si bien nada de nada puede justificar la enorme escalada de violencia que estamos padeciendo, nos ayudaría a entender qué es lo que ha encendido la mecha que hace que el odio corra como pólvora por todos los rincones.
Veamos...
En el año 2009, tuve ocasión de ver un documental llamado "The Shadow Effect." Se tradujo al castellano como "El Efecto Sombra." Recomiendo que cada uno de ustedes lo vea con la mente abierta y adaptando su contenido a los tiempos actuales. De hecho, los análisis y las explicaciones de los expertos, pueden ser aplicadas a todos los ejemplos que ya he mencionado.
"El Efecto Sombra" está basado y está presentado por Debbie Ford. Para quienes no la conocieron, Debbie Ford fue una conferencista y coach motivacional, que, después de una vida de excesos y de consumo de drogas, pudo, con éxito, rehabilitarse, y dedicar su vida al estudio de la sicología Jungiana.
Lamentablemente, Debbie no pudo superar el cáncer que padeció durante 11 años y al que sucumbió, en el 2013, a la edad de 57 años.
Pero el legado de Debbie Ford, está, sin duda, en la vasta información que nos dejó con sus excelentes ponencias sobre "El Efecto Sombra."
En la sicología analítica, fundada por el siquiatra suizo Carl Jung a principios del siglo XX, "El Efecto Sombra" se estudia como todos aquellos comportamientos y emociones que son reprimidas por el ser humano, a edades tempranas.
Según Jung, hay conceptos y sentimientos que, desde niños, nos han sido enseñados a rechazar o a suprimir por miedo a que nuestra sociedad o nuestro entorno lo vea como inapropiado o incluso prohibido.
En su obra magna, "Los Cuatro Acuerdos," Don Miguel Ruiz usa el mexicanismo "mitote," para definir, "El Efecto Sombra."
Estas falsas percepciones, de acuerdo con Carl Jung, entran, desde el minuto uno, en conflicto con nuestro ego, que ya ha ideado una fórmula infalible para contrarrestar, precisamente, todo lo que "El Efecto Sombra" de nuestro subconsciente alega que somos. Esto, sin un tratamiento racional y una terapia efectiva, como la que practicó Debbie Ford, tiene efectos, literalmente, letales.
El documental da ejemplos magníficos, siendo de los más impresionantes, el de una señora alemana, que toda su vida se sintió culpable, a pesar de haber nacido una década después de la guerra, en 1955, de lo que hizo el Nacional Socialismo en Alemania, y, sobre todo, el genocidio a los judíos en los campos de concentración. La panelista evitó, toda su vida, tener relación con otros alemanes y, por supuesto, con otros judíos, porque ella sentía que en ella tenía la responsabilidad de los que hicieron los Nazis en su país.
Debbie Ford, en su documental, también tiene a una sobreviviente del Holocausto, cuyo trauma, precisamente consistía en que ella fue electa para entretener a los nazis de la SS, ya que ella era una bailarina profesional. De paso, fue sometida a procedimientos médicos por el mismísimo "Angel de la Muerte," Josef Mengele.
Las dos mujeres, una alemana atormentada por la culpa, y, la otra, una víctima de las atrocidades nazis, se funden en un abrazo sentido, perdonándose mutuamente.
Como lo explican neurólogos y siquiatras, aparte de figuras de la talla de Deepak Choprah o Marianne Williamson, "El Efecto Sombra," s no es manejado desde un principio, ya como adultos, con absoluta contundencia y con extrema compasión, puede incluso tener efectos gravísimos en el comportamiento que tenemos tanto en nuestras relaciones personales, como profesionales.
Un ejemplo típico de "El Efecto Sombra" en su máxima expresión lo encontramos en la figura de Josh Duggar.
Nacido en 1988, Josh es el hijo mayor de la familia de Jim y Michelle Duggar, que a principios del milenio saltaron a la fama por su "reality" donde contaban el día a día de su familia constituida por 19 hijos. Los Duggar son fundamentalistas cristianos que tenían, en su natal Arkansas, una reputación de ciudadanos intachables, siendo el mencionado patriarca, Jim, congresista republicano por dos términos.
Durante varios años, salieron a la luz, varios escándalos perpetrados por el hijo mayor, Josh, donde se alegó que este molestó sexualmente a sus hermanas menores, que no dudaron en testificar en la corte. Finalmente, en el 2022, las autoridades recibieron pistas de que Josh Duggar, era parte de una red de pornografía infantil, y cumple actualmente sentencia en prisión, donde le acaba de ser negada la libertad condicional.
Sus aberraciones pueden haber sido la consecuencia de la educación recibida de parte de sus padres que seguían la metodología fanática de una secta Baptista creada en los años 60s.
Aparte, los niños Duggar que iban naciendo, estaban obligados a cuidar, aun a sus pocos años, a los bebés que llegaban a la familia. Cero juegos de infancia. La vida de los chicos Duggar estuvo marcada por el adoctrinamiento religioso y la disciplina para controlar un hogar con casi una veintena de hijos. Esto, puede haber provocado en Josh, una represión de su necesidad de sentir el cariño de sus padres y de sus hermanos. Fue obligado a actuar como un adulto, y su trauma, al no haber sido abordado con tino y a tiempo, lo convirtió en un delincuente que jamás podrá ser visto como más que un pedófilo enfermo y cruel.
En lo personal, puedo dar testimonio, de mi propia sombra. Una sombra que fue provocada por haber sufrido bullying en mi colegio durante años, tanto en primaria como en secundaria, de parte de mis compañeras de salón, y posteriormente, también por estudiantes de grados superiores.
Yo era excelente estudiante y mi rendimiento académico era la comidilla de mis profesoras, que sin mala intención, ponían mi trabajo y mi empeño como un ejemplo. Para mí no era un problema estudiar ni ser puntual. Fue lo que me enseñaron desde pequeña, y, asimilarlo, fue sencillo.
Desafortunadamente, el bullying fue in crescendo, y si bien, a mí se me instaba a defenderme de mis agresoras, otras niñas de mi edad, yo nunca pude actuar con violencia y lo que hice, en cambio, fue aislarme por completo. Crecí sin amigos y con una crónica inhabilidad para socializar con las personas de mi entorno.
Mi refugio durante esos años de tortura y de tanta tristeza fue la literatura y la poesía. Primero, como ávida lectora, y ya, a los 16 años, como autora en ciernes.
La terapia para mí nunca fue efectiva, pues los sicólogos no dieron nunca en el clavo. En mí habitaban dos niñas. Una niña que hasta hoy es mi portavoz y que inspira mi creatividad y mi curiosidad, y otra pequeña. Una niña que estaba abatida y estaba llena de violencia suprimida, porque sintió que nunca pudo defenderse de los "bullies." Afortunadamente, siempre tuve consciencia de ello, y no la sicología, sino un apasionante descubrimiento de mi espiritualidad y el poder encontrar mi voz a través de las letras, me han ayudado enormemente a superar mi trauma.
El efecto sombra, ese disco duro, por así decirlo, provocado por las secuelas del bullying, no desaparece, pero, si he podido manejarlo para no hacerme yo daño o golpear a mis semejantes. Este fascinante y arduo proceso, para mí, con la ayuda de Dios, me ayudará de por vida, y ya, a mis 50 años, he podido encontrar una merecida paz interior.
"El Efecto Sombra," como bien se explica en el testimonio de los participantes del documental, puede, tener ya no solo repercusiones en nuestra vida, como individuos, sino en la colectividad de una sociedad completa, como, literalmente, vemos, en los medios, en las redes sociales o en la cotidianidad del nuestros trabajos o nuestras relaciones personales.
Quienes nos gobiernan, y no me refiero, en lo político solamente, que por supuesto, sino quienes nos han moldeado como sociedad; los falsos ídolos de barro que surgen para inspirar a los jóvenes; el alimentar supuestas y falsas carencias, entre muchos otros efectos secundarios, que vemos saltar a la vista, pareciera que, precisamente, se han inspirado en estos estudios de sicología analítica para exacerbar nuestros ánimos.
La propaganda conoce a cabalidad "El Efecto Sombra." Sin duda.
Todos estos nuevos gobiernos denominados de "nueva izquierda" o su opuesto, "nueva derecha" conocen y manipulan a los ciudadanos como títeres. Es impresionante. El éxito está servido para nuestra desgracia.
En vez de buscar el bien común, y, desarrollar un sistema que nos permita a todos, por igual, tener una vida tranquila y plena, se ve lo contrario. Se venera el caos y se urge la polarización, alimentando, ciertamente, nuestras frustraciones; se hace alarde del fracaso y se insta a las minorías a exigir que se les dé poder y voz, convirtiendo su insípida influencia en armas de destrucción masiva, ideológicamente hablando.
De este apocalipsis moral hay muchos, empresas y seudo-activistas, que han llegado a mantenerse por muchos años en las listas de Forbes de los más ricos del mundo. A buen entendedor, pocas palabras bastan. Léase, entre tantos, Bill Gates u Oprah Winfrey.
El antisemitismo, que merece, por supuesto, su propio análisis, o cualquier clase de odio racial, no son nada nuevo bajo el sol, por sentado. Pero "El Efecto Sombra" que pudiera estarlos encendiendo no se ha querido apaciguar. Podríamos estar a las puertas, Dios no lo quiera, de un segundo Holocausto, esta vez con tintes cibernéticos dadas las nuevas tecnologías.
Mientras existan “beneficiarios” de matanzas o de un adoctrinamiento sicológico, dudo que veremos a una sociedad sana, sensata y cabal.
"El Efecto Sombra," como bien explica el documental, no tiene por qué ser sinónimo de trauma y de vileza. Asimilar todo aquello que nos cunde de pánico y nos hace percibirnos débiles, puede ser, y ha de ser, por sobre todo, aquella motivación y razón primordial para llevar una existencia plena en todos los aspectos.
Como bien explica Debbie Ford, el "mitote" que nos embadurna puede parecer como un escudo de protección, que, en realidad, oculta la parte más brillante de nosotros mismos.
El tener la sapiencia y la autocompasión para perdonar y perdonarnos mutuamente; el saber entender, por ejemplo, las acciones de nuestros padres, y, el hacer las paces con nuestro "niño interior" es clave para demarcarnos de nuestras sombras y reencontrarnos con la luz que nos corresponde a todos abrazar y gozar íntima y profundamente.
Como tantas cosas que hoy en día padecemos, la iniciativa la tenemos que tomar nosotros, cada uno de nosotros, como individuos. El bien colectivo llegará cuando abandonemos la oscuridad y sepamos hacernos inmunes a sus gravísimos efectos.
Para concluir, quiero dejarles una frase que me acompaña desde hace muchos años, precisamente de la autora y activista Marianne Williamson, que da una explicación fabulosa de "El Efecto Sombra."
Es un extracto de su libro "El Regreso al Amor," publicado en 1992, y que ha servido de inspiración a millones de personas a lo largo de las últimas décadas. Este poema sirvió de primicia al discurso inaugural de Nelson Mandela en 1994.
Dice así:
"Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿quién eres tú para no serlo?
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás."