Tuesday, February 27, 2024

La Generación Z: Ergofóbica y Solitaria


En mi familia, de toda la vida, escuché hablar del llamado "hombre de las pantuflas." Llámese pantuflas a las zapatillas de estar en casa. Así las conocíamos en Venezuela.

Ser "un hombre empantuflado," como se diría vulgarmente, estaba lejos de ser un mote ofensivo. Al contrario, era la estampa del hombre, que trás haber trabajado décadas con absoluto compromiso y sentido del deber, podía gozar de su jubilación sin preocupación alguna.

Salomón, mi abuelo, fue, sin duda, durante mi infancia ese gran señor, un modelo de virtud, que pudo, con satisfacción e integridad, después de medio siglo de dedicación y sacrificio, colgar el maletín y ponerse sus pantunflas. Bravo!

Mi abuelo cumpliría este año 120 años, y pertenece a la tan bien ponderada "generación silenciosa." Un grupo de personas con valores exquisitos y una disciplina inigualable para el trabajo duro. Esto sin mencionar que muchos fueron héroes de guerra.

Mi abuelo nació en la Argelia francesa y desde muy joven trabajó con su cuñado que ya tenía un negocio próspero en Venezuela. Allí se enamoró de mi abuela y tuvieron una familia ejemplar.

Para cuando yo nací mi abuelo ya trabajaba menos y pude disfrutarlo en los años de su jubilación. Una jubilación que fue no sólo merecida sino muy bien planeada.

Mi abuelo Salomón se dio--y nos dio a todos--muchos gustos. Él y mi abuela tuvieron el privilegio de viajar a París en el codiciado "Concorde" cuando éste llegaba con toda pompa al Aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía, uno de los poquísimos que estaba dotado para un avión que rompía la barrera del sonido.

El concepto del trabajo para la generación de mis abuelos era sagrado. Y bien que mis padres asimilaron este concepto para sí y para nosotros que nacimos en la complicada década de los 70s.

Desde que empecé a ir al colegio a los cinco años, yo estaba más que segura que no solamente cursaría estudios universitarios, sino que me era claro que para ganarme la vida tenía que buscarme mi estabilidad económica a partir de un empleo.

Yo no juzgo si este modelo de vida era o no el mejor. Para las personas de mi generación fue fácil abrazar estos valores. Sin chistar.

Muy tristemente, como veremos a continuación a lo largo de este análisis, mi generación podría ser la última que entienda y promueva la necesidad de adquirir responsabilidades laborales.

Los que nacimos entre 1964 y 1986, somos conocidos como la Generación X. En Venezuela nos apodaron la Generación Halley, por haber sido testigos de la aparición del cometa en 1986 en su punto más cercano a nuestra órbita.

La mayoría de nosotros somos cincuentones. Muchos ya son abuelos, y otros, por circunstancias diversas son padres de criaturas aún en pañales.

Mi generación es una generación compleja, y ya me ha tocado hablar de ella en varias ocasiones.

Por nuestra edad, ya somos conscientes de ver la llegada de tres generaciones nuevas. La Generación Y, a la que todos conocemos como los "millennials," la Generación Z, en la que haremos especial énfasis, y los niños menores de 10 años, a los que, a falta de letras de nuestro alfabeto tradicional, llamamos "Alfa."

El estudio de las múltiples generaciones, pasadas y presentes, es quizá de los más fascinantes que hay, porque, en mi opinión, el comportamiento sicológico, emocional y social de cada grupo de personas es un perfecto medidor de cómo va el mundo.

La gran mayoría de la "generación silenciosa," por supuesto ya ha fallecido, pero si nos detenemos a estudiar la historia de nuestra civilización para cuando ellos estaban en la palestra y eran laboralmente activos, sin duda alguna, nos vamos a encontrar con un período de abundancia, de ley y orden, de educación impecable, de políticos hábiles y de un desarrollo económico que ya lo quisiéramos hoy en día.

Es impresionante ver el deterioro moral y social en el que nos encontramos tristemente presos. Somos una sociedad francamente desanimada, servil y mediocre.

Si bien vemos a la figura de los "boomers" aún muy activa a pesar de ser casi octogenarios, es triste y vergonzoso ver que los individuos de mi generación a los que ya ha tocado montarse en el aparato de poder, bien sea a nivel empresarial o político, son, en un amplio porcentaje, decepcionantes.

Si vemos a las diferentes generaciones como un gigantesco arbol matriz, nos daremos cuenta que la Generación Z es el fruto más próximo a madurar de este árbol. Nosotros, su generación madre, ya deberíamos estar en una posición de estar tranquilos con el trabajo que hemos hecho con los más jóvenes. ¡Pero vaya decepción!

Si no actuamos con urgencia, nuestra civilización estará apta para recibir la extremaunción.

Y esto no es una exageración.

No deseo ser políticamente correcta abordando este delicado tema.

Sobre la generación Z podríamos discutir varios aspectos. Lo hemos hecho antes y lo debemos de volver a hacer. 

Pero me quiero enfocar en la preocupante ergofobia que tienen los jóvenes. Ergofobia se define como un miedo aterrador a trabajar.

Este comportamiento ya tiene bastante rato sucediendo, y si cabe destacarse, la pandemia del COVID-19, empeoró la situación.

Para ilustrar este punto, me gustaría darle dos ejemplos muy puntuales. Ambos ejemplos se han hecho vídeos virales a través de las plataformas de YouTube o de Instagram. Y por supuesto, Tik Tok, a quien bien podríamos culpabilizar sin miramientos de ser, en gran parte, el destructor emocional de esta generación tan frágil y tan vulnerable. No en vano hay quienes la apodan la generación de "los copos de nieve."

El primer ejemplo nos muestra a una joven que acaba de conseguir su primer trabajo de "9 a 5." En Estados Unidos, el 90 por ciento de trabajos en oficinas tienen ese horario. Pues esta muchacha estaba llorando como una Magdalena porque ese trabajo la tenía levantándose a las 7 de la mañana y, cuando por fin llegaba a casa, eran las 6 de la tarde y no le daba tiempo de hacer sus vídeos de Tik Tok. Es difícil describir lo desconsolada que estaba cuando su actitud debería ser de enorme gratitud que pudo conseguir un empleo que apenas la ponía a laborar por ocho horas.

El ciudadano promedio de Estados Unidos, en muchísimos casos tiene dos empleos. A veces, incluso tres, y aun así, no le alcanza para vivir.

Por la apariencia de su vestuario, y lo que dejaba de ver de su habitación, esta mujer podía decirse de clase media alta o clase alta.

Las lágrimas no la dejaban hablar. Este mismo "show" se ve por doquier en las redes sociales, con millones de visualizaciones y con comentarios donde otros usuarios también se hacen eco de la "desdicha" de tener que trabajar.

El otro ejemplo, igualmente patético, es más reciente, y muestra a una muchacha que debe tener unos 22 años. Acababa de graduarse de comunicaciones y actuación y estaba filmando un Tik Tok en plena calle mientras nos dice que se sentía profundamente acojongada. En sus brazos tenía su bolso y un fajo de resumés (curriculi vitae) y, por lo que ella misma indica, estaba buscando su primer trabajo, de puerta en puerta.

Esta chica tenía un problema y era que, por un lado, sólo podía adquirir trabajos como principiante en comercios o como barista, porque nadie más la aceptaba.

Pero lo peor es que ella abre su corazón, comienza a llorar con desconsuelo y nos dice que lo único que ella quería era poder vivir de hacer Tik Toks--pero que debía ser realista. Añadía que se sentía engañada. Nunca imaginó que buscar trabajo sería tan complicado y cansino.

La segunda joven, dado que tenía dotes de actriz, podría haber fingido un poco su historia. Y de hecho se volvió viral, por lo que quizá cumpla su "sueño dorado."

Si bien es muy importante no generalizar que todos los "centennials" son iguales. Lamentablemente, este tipo de circo es muy común que lo veamos entre los jóvenes recién graduados, o a punto de finalizar su último año de escuela.

Cuando yo terminé mi bachillerato en 1990, al año siguiente, entré en la Universidad. Escogí Periodismo y Ciencias Políticas. Mi primer trabajo me lo dio la misma universidad ayudando a estudiantes que tenían dificultad con Matemáticas y con el español. Paralelamente hice 2 pasantías. 

Esto no es el querer presumir. Esto es un comportamiento completamente normal en mi generación. Ya después la vida nos ha llevado por los caminos que nos ha tocado, pero nuestra actitud jamás, que yo recuerde, fue la de tenerle aversión a la responsabilidad de un trabajo.

En los últimos tiempos he tenido varias oportunidades de compartir muchísimo con jóvenes de la generación Z en mi trabajo actual. Al principio muestran entusiasmo y se amoldan a las reglas y a sus horarios. Pero a los pocos meses, ya empiezan a dar problemas por su falta de disciplina y su mala conducta.

Llegan tarde o se ausentan más de lo debido. 

¿Qué sucede aquí?

Si hablamos con franqueza, los jóvenes "post-millennials" son impresionantemente inteligentes. A diferencia de sus antecesores, este grupo ya nació en la era de las redes sociales y del iPhone. Son "tekkies" bárbaros! Los tekkies son genios de la tecnología y la computación, para los que no conocen esta terminología.

Pero son bastante incultos, impresionables y con una capacidad mínima de distinguir entre lo bueno y lo malo. Su meta es encontrar lo que está "in" o "cool." Creo que no tenemos que traducirlo.

Así como denominamos a nuestros abuelos--bisabuelos de estos Gen Z--la generación silente, por esa increíble disciplina, resiliencia y determinación para el triunfo, bien podríamos denominar a sus herederos la "generación solitaria."

El uso indiscriminado de las redes los ha hecho aislarse del mundo. Sus padres son prácticamente fantasmas en la vida de estos jóvenes. Y vale la pena repetir el por qué. Mi generación ha demostrado ser egoísta, sobre todo las madres. En la búsqueda constante de sus propios logros profesionales, los progenitores de la Gen Z están ausentes del hogar. Indiferentes a las actividades de sus hijos y demasiado cansados para intervenir en asuntos que consideran triviales.

En una sociedad tan penetrada e influenciada por agentes con agendas, los jóvenes sí que van a tener quienes los capten. Y allí está la tragedia.

Hay un dato alarmante. Por dar solamente un ejemplo, más del 40 por ciento de los Gen Z se consideran parte del espectro LGTBQ. 

Hablando sin tapujos, este dato los hace, al menos en teoría, una generación prácticamente estéril, biológicamente hablando. 

Por otro lado, son, para sus empleadores, un problema por las constantes exigencias que tienen de ser reconocidos por cualquier cantidad de pronombres y por sus dramas existenciales que luego desahogan frente a su teléfono.

El mejor amigo de los "centennials" son sus teléfonos. Y esto no es broma.

Hay un factor imprescindible que tenemos que tomar muchísimo en cuenta en este análisis.

La Generación Z ya es votante. Su irresponsabilidad y sus endebles criterios podrían estar poniendo en peligro a nuestras naciones, dado que los políticos, de muy malas maneras, y con especial énfasis, cuentan con que estos jóvenes, en el sentido griego de la palabra, son idiotas. 

Las campañas electorales para esta generación se manipulan enteramente por TikTok. Un 59 por ciento de jóvenes menores de 30 años llevaron a Joe Biden a la Casa Blanca. Esto no es un buen síntoma.

Dada esa incapacidad de poder pensar por sí mismos, y su torpeza al enfrentarse con el mundo de "los adultos" los jóvenes se ven entre los seres con mayores porcentajes de sufrir ansiedad y depresión.

La generación "Y" los trata a la patada. Eso es cierto. Si bien nosotros, la generación madre de estos muchachos jóvenes y adolescentes, estamos ausentes, los "millennials" les tienen mucho desprecio.

La excepción a esta regla son los famosos. Los "millennials" que son grandes celebridades bien que se han encontrado en los Gen Z a su más preciada mina de oro.

La generación "alfa" ya, a pesar de que son muy niños, demuestran que son una generación, al menos por ahora, compuesta por pequeños demonios y analfabetas funcionales.

¿Qué queda hacer entonces?

Por una parte, tenemos que apelar al paso inevitable del tiempo. La generación Z no siempre será veinteañera. En cuestión de una década, la gran mayoría tendrán las responsabilidades de hipotecas y de familias propias.

Por otro lado, mi generación, debe hacerse una crítica voraz, agresiva y cuando menos constructiva de cómo recoger a estos jóvenes tan indigentes emocionalmente y fortalecerlos. Rescatar del baúl de los recuerdos las historias de valentía de los abuelos.

Muchos de nosotros no somos padres biológicos, pero debemos ser mentores.

En mi trabajo, los Gen Z que son mis compañeros, me respetan de tal manera, que sé que me temen. Me tratan con infinita reverencia. Supongo que esto es bueno. No lo sé. Pero prefiero ser severa y no hacerme cómplice de sus juveniles devaneos.

Muchos padres pagarán con creces la indiferencia a la que han optado. Habrán historias de dolor y de gloria, cuando los Gen Z tengan nuestra edad. 

Tenemos que prestar suma atención a toda la información que reciben los jóvenes en las universidades, que como nos hemos dado cuenta, son nidos para gestar racismo, xenofobia, antisemistismo y wokismo al extremo. 

Debemos parar en seco el auge que podrían tener todos los artistas que, como Taylor Swift, ídolo supremo de la Gen Z, son poco más que corruptos caballos de Troya, trayendo en sus repertorios letras que podrían estar mal influenciando a los más vulnerables.

El Gen Z puede que se haga el tonto. Pero tonto no lo es. Vuelvo y repito, poseen una capacidad de raciocinio admirable y muestran sus verdaderos dones a una edad temprana.

La alergia al trabajo es únicamente un síntoma. Es un efecto secundario al pavor que le tienen al mundo real donde han recibido estímulos confusos y se les ha arrebatado la brújula de su alma.

Nos toca escuchar. Escuchar. Y escuchar. Y escuchar. A partir de lo que aprendemos de primera mano al conversar con los jóvenes, tenemos que crear una Wikipedia, una efectiva enciclopedia digital, si se quiere, que nos sirva de referencia.

Esto, obviamente, lo digo en sentido figurado. Pero es que hace falta un manual para que, a todo nivel, podamos entender tanto lo que excita como lo que atemoriza a los más jóvenes. Prestar atención a dónde se hacen sonar las alarmas.

Los Gen Z están deseosísimos de validación y de cariño. Tengamos eso en cuenta.

Finalmente hay que acercarlos al concepto de Dios. El Dios verdadero, no los dioses con arrobas y hashtags. 

Me gusta pensar que nuestro legado será, precisamente éso, una luminosa, efectiva y exigente escala de valores.

Sé que hay esperanza. Tenemos que mantenernos optimistas.

No podemos morir sin saber que hemos hecho todo lo posible por levantar los pilares de esta civilización desde "la alfa hasta la zeta."

Recordemos que hace 600 años, Juana de Arco, hoy en día considerada una joven "post-millenial" cambió la historia de Francia y revirtió una guerra que ya duraba casi un siglo. Todo esto a los 17 años.

Señores míos, hala! Menos Taylors y más Juanas!



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