Tuesday, February 20, 2024

El Orgullo Judío Como Táctica de Guerra


En la química orgánica, materia fascinante que estudié en mi último año de bachillerato, aprendí sobre el gas butano.

El gas butano (C4H10) es una alcano poderosamente inflamable. Es un gas líquido muy volátil que, una vez en contacto con oxígeno, arde con mucha facilidad.

Fue descubierto en el año 1864, y comenzó a ser comercializado a principios del siglo XX.

Hoy en día, es quizá uno de los gases más utilizados para uso diario. Hablamos de hornillas portátiles, encendedores, etc.

Qué dirían ustedes si les hago un analogía y les defino al antisemitismo como el butano de la sociedad Occidental actual, y la ignorancia como ese oxígeno que provoca, al instante, la combustión de un odio acérrimo en contra de los judíos--todos los judíos. 

El butano no racionaliza frente a la presencia de moléculas de oxígeno. El butano se enciende y arde. Esa es su composición. Además el butano es muy barato y está en venta en cualquier establecimiento.

El antisemitismo es igual. Está en todas partes. Y, es importante destacar, que en el mundo actual tan politizado y tan polarizado, el antisemitismo es promovido por todos los espectros ideológicos, tanto los de ultraderecha como los de la extrema izquierda.

El antisemitismo es, casi estoy segura, el odio racial y étnico más antiguo de la historia de la humanidad. Nuestra cronología como pueblo tiene más de cinco milenios, y en cada uno de esos milenios, con sus siglos, sus décadas, sus años y sus meses ha habido episodios trágicos cuya diana ha sido el decimar, o de plano, aniquilar, a la población judía.

Pero aquí estamos. Y aquí seguiremos estando. Pésele a quien le pese.

Los ataques del 7 de Octubre en el sur de Israel, o bien podría decir, la MASACRE de 1,600 israelíes a manos del grupo terrorista Hamás, deberían ser, y tengo gran expectativa en ello, un tópico que ha de ser discutido, estudiado y recordado, tal vez con el mismo ahínco que hemos analizado y hemos hecho referencia al Holocausto que dejó un saldo de más de seis millones de judíos a manos de los ultranacionalistas Nazis en la década de los 40s, durante la Segunda Guerra Mundial.

Los ataques del 7-O y los detalles indecibles de aquella madrugada de Simchat Torah, fueron el oxígeno que encendió la mecha de una de las olas de antisemitismo jamás vistas, comparable quizá con "La Solución Final" que estoy segura es el lema de muchos Palestinos para con el pueblo judío.

Dios, en su infinita sabiduría, no sólo nos ha hecho ver la magnitud del antisemitismo, sino que, si sabemos aprovechar esta oportunidad, tenemos en nuestras manos el antídoto para contrarrestar este odio pandémico y exponerlo por lo que es: volátil, absurdo y altamente peligroso.

Este análisis de hoy fue inspirado por la audiencia que se viralizó rápidamente por redes sociales de tres mujeres que hasta entonces eran las cabecillas de tres de las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos. Y las llamo sí, cabecillas, porque presidentes es hacerles un favor, y no me da la gana.

Esta audiencia fue hecha por el Comité de Educación del Congreso Norteamericano, y destacó, principalmente, la intervención de la Congresista republicana Elise Stefanik, representante del Distrito 21 de Nueva York, y hoy por hoy, en la mira para ser una de las voces conservadoras más relevantes de la política pro-Trump.

Stefanik, con elegancia, pero con una fiera contundencia se enfrenta a Claudine Gay, hasta entonces la presidenta de la Universidad de Harvard.

Gay pasará a ser la presidenta con la trayectoria más corta de esa universidad. Apenas duró seis meses en su cargo, y aparte de haber declarado utilizando flagrantes argumentos antisemitas, ha sido acusada de plagio en unas 30 instancias.

Claudine Gay es un fraude, electa, simplemente por su raza y por ser un brazo político del Partido Demócrata. Su ticket ganador es, como era de esperarse, su postura sobre el tema de Black Lives Matter y sus posturas en favor de la comunidad LGTBQ.

Stefanik preguntó a Claudine Gay repetidas veces si ella pensaba que la llamada a la "antifada" (la aniquilación de los judíos y del Estado de Israel) por parte del cuerpo estudiantil era condenado por las reglas de Harvard. La respuesta de Gay, con cara de Póker era siempre la misma: "depende del contexto."

Esto enfureció enormemente a Stefanik y a miles de usuarios en los medios y las redes, y, a las pocas semanas Claudine Gay renunciaba a su puesto.

Pero, tristemente, y creo que es importante destacarlo, la activista retuvo su salario de casi $1M anuales, y su renuncia fue provocada por las continuas acusaciones por plagio y no por sus aberrantes declaraciones en contra de los judíos.

Las razones por las cuales las universidades como Harvard se han convertido en un nido de serpientes o en una bombona de butano, utilizando nuestro símil, merecen su propio análisis. Y gran parte de esto está en las multimillonarias inversiones que hacen países como Catar o incluso Irán, enemigos del Estado israelí.

Harvard, actualmente en la mira por las continuas protestas y los ataques a estudiantes judíos, ha nombrado como presidente interino al Doctor Alan Garber, profesor de economía para la salud, y con un alto cargo administrativo. Garber es judío y un seguidor de los estudios judaicos del fallecido Jonathan Sachs, una eminencia (QEPD)

Esta movida me pareció muy interesante. Si bien no ha resuelto el problema de fondo, Harvard ha puesto al frente a una figura de prestigio y a un judío para, al menos, calmar las aguas y apaciguar esa vergüenza torera de ser una institución promotora del antisemitismo.

Pero yo veo más allá.

Ni Harvard ni Princeton ni Cornell, todas ellas en el caldero por su abierta guerra en contra de Israel, ideológicamente hablando, tienen remedio. Harvard debería cesar como institución educativa. Después de todo son varios los vídeos que han trascendido a lo largo de los últimos años donde queda en evidencia que los estudiantes son analfabetas funcionales.

Pero, claro está, son hijos o nietos de mogules que bien que saben callar bocas con cheques prácticamente en blanco para estas devaluadas instituciones.

Aun así, me gusta la idea de poner al frente de un batallón antisemita a un judío.

Su religión o su raza, como se quiera ver, no es garantía de una disminución de los ánimos tan inflamados. Pero por algo se comienza.

Y esto me lleva a hacer un pequeño inciso en lo que ha sido la historia judía, prácticamente desde su génesis en la época de Abraham y de Sara, nuestros Padres Fundadores, por así decirlo.

Es muy curioso destacar que los judíos JAMAS hemos sido un grupo mayoritario en ningún sitio. Históricamente, siempre hemos sido una minoría. Lo fuimos en Egipto, por ejemplo. Y milenios después en nuestra España, nuestro Sefarad.

Cabe mencionar que nosotros, a Egipto, le entramos por la puerta grande. Lo hicimos de la mano de José, hijo de Jacobo y su bienamada Raquel. José salvó, gracias a su don de interpretar sueños, a Egipto de una hambruna segura, y el faraón bien que supo dar a José el lugar en su corte que merecía el joven hebreo.

Y así fue por muchísimo tiempo, los judíos tenían vara alta en las cortes egipcias. Sin embargo, en algún momento, nos volvimos sus esclavos.

En Sefarad, tres cuartos de lo mismo. Llegamos a amasar considerables fortunas y tuvimos el privilegio de servir, de primera mano, a la Reina Isabel de Castilla. Varias trifulcas en el sur de España nos llevó a tener que abandonar a España por la puerta trasera por un edicto real en 1492.

Tengamos esto presente por un instante...

Los primeros movimientos de autodeterminación judía, hoy parte del concepto conocido como Sionismo, empezaron en el siglo XIX por nativos de las tierras palestinas y con el fervor de, por fin, asentarnos en nuestra Tierra Prometida.

Esta pasión por tener nuestro estado, enseguidita hizo combustión con el anti judaísmo ancestral de muchas naciones árabes y sus pretensiones imperialistas.

La noción de los "dos estados" uno para Israel y el otro para los Palestinos tuvo varios intentos--todos un fracaso absoluto.

La ex-senadora Hillary Clinton, si hay algo que hay que reconocerle es su incondicional apoyo a los judíos y al estado de Israel. Y ha recordado recientemente que ya se deje, de una vez por todas, de proponer los dos estados como solución al conflicto entre Israel y sus enemigos. Los árabes ya han dejado claro, primero en 1920, luego en 1947, y justamente con el gobierno del ex-presidente Bill Clinton, que no están interesados en una solución. Lo de ellos es un neo-Holocausto y nada más.

¿Qué alimenta las llamas de este odio?

La respuesta no es simple. Ni puede definirse con un puñado de letras. Lo que hace combustión en estos odios raciales es intangible. Es transparente. Pero su estructura molecular es altísimamente inflamable. 

Pero mucho de lo que define este racismo incontrolable tiene que ver con orgullo, propaganda y  disciplina. Una dedicación casi se diría Vestal, para que nunca se apague la llama venerada.

Israel, como estado, es el magnum opus, de cientos de judíos, que con innumerables penurias pudieron ver su sueño materializado en el primer--y hasta ahora único--estado judío del globo terráqueo.

Israel es el único país del mundo donde somos mayoría absoluta.

Pero como ya nos pasó en el antiguo Egipto y en Europa, Israel, está siendo mutilados por la mala gestión de un gobierno inepto y una propaganda más cebada que nunca. Más fanática que nunca. Más incendiaria que nunca.

Israel está en guerra con Hamás desde hace cinco meses. La defensiva israelí lleva el nombre de "Espadas de Acero." Pero con los máximos respetos, esas espadas están bien desafiladas.

El Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, por momentos, parece un león dispuesto a todo. Algún acierto hay que reconocerle, pero sus victorias han sido escasas.

Tengamos en cuenta que la primera gran hazaña del estado de Israel fue la Guerra de los Seis días, que duró, precisamente éso, seis días. Y aniquiló a un puñado de naciones enemigas. Seis días nomás.

Luego en 1973 Israel fue atacada desprevenidamente, muy parecido a lo ocurrido el pasado Octubre, y Golda Meir y Moshe Dayán prepararon una ofensiva que dio la victoria al pequeño estado israelí en menos de tres semanas.

La guerra de las espadas inservibles actual ya va por cinco meses y según declaraciones del gobierno de Israel, hay guerra para rato.

Hay una teoría que abraza la oposición de Netanyahu y es que la prolongación de la guerra amarra al Primer Ministro a su sillón presidencial, que le conviene asegurar para evitar sus alegados asuntos legales que son bien sabidos por todos.

Esto es una opinión impopular, claro está. Pero no me parece del todo descabellada.

Hamás, el día de la masacre, tuvo una jugada maestra, que fue secuestrar a cientos de israelíes, de los cuales han sido liberados un porcentaje mínimo. El paradero de estas víctimas es, hasta el momento, un misterio. Muchos han muerto en cautiverio.

Pero Hamás conoce muy bien a sus enemigos. Conoce su buenismo y sus debilidades. Por ello no hay un final en el horizonte ni para éste ni para ningún otro conflicto.

Hay dos cosas que la inteligencia israelí no ha podido descifrar, ni sabe como aniquilar. Una, y quizá la más importante, la propaganda. La otra, la patética influencia casi colonialista de Estados Unidos y Occidente.

La propaganda sería facilísima de desmontar.

Las consignas que se propagan a diario por las redes, e incluso los "chatrooms" que recibimos vía Whatsapp, son todas, absolutamente todas, falsas.

De hecho, gran parte de este problema del antisemitismo es la cantidad de personas que se prestan para encender el fuego y alimentarlo con teorías conspiranoicas sobre Israel.

Por ejemplo, cuántas veces tenemos que explicar que Israel otorgó a Palestina la franja de Gaza en el 2005. Dónde está la opresión? Maldito el día que Ariel Sharon hizo semejante estupidez! Casi veinte años después lo seguimos pagando.

Por qué se quiere seguir viendo a Hamás como "hermanitos de la caridad" e incluso a los gazatíes como seres vulnerables cuando es bien sabido que o por convicción o por miedo a sus verdaderos opresores, Hamás, han colaborado con los terroristas. Por qué eso no está en los medios?

Si fuéramos todo lo que se dice de nosotros, seríamos una potencia mundial y nadie se atrevería siquiera a pensar en hacernos daño porque explotaríamos de rabia y seríamos los seres más sanguinarios de la actualidad.

Pero no, somos el pueblo pacifista y tolerante que se ha hecho presa útil y conveniente de quienes buscan nuestra "Solución Final."

Por milenios ha existido una diáspora judía, y la gran mayoría de este tiempo, el exilio ha sido una elección muy nuestra. Pero desde 1948, el judío es errante porque quiere. Los judíos en Israel tenemos un hogar, estemos allá o no. Es nuestro hogar ancestral, elegido para nosotros por Hashem Todopoderoso.

El analista Guy Sorman escribió este pasado noviembre un extraordinario artículo para el diario ABC de España, donde nos cuenta de manera casi anecdótica que el filósofo Jean Paul Sartre, que en 1946 publicó su famoso ensayo "Antisemita y Judío" intenta explicar con amplitud de criterio los orígenes del odio por los judíos.

Sorman en su artículo cita a Sartre con la siguiente frase: "Puesto que el ser judío se presenta como algo sin definir, el filósofo Jean-Paul Sartre dedujo de ello que el judío solo existía como tal en la medida en que hubiera antisemitas. El antisemita sería quien hace al judío, una tesis fascinante, pero absurda."

Yo no diría que es absurdo.

De hecho, lo que hace tan volátil y tan inflamable el antisemitismo es que el judío tiene en su carne--que no en su alma--un perenne miedo a ser perseguido y a ser señalado por ser, precisamente judío y por nada más.

Este miedo, que nos acompaña hasta el sol de hoy, ha reemplazado a nuestro orgullo de ser judíos. Nuestra integridad. Nuestro poder.

En estos días corrió un mensaje por Whatsapp donde, palabras más, palabras menos, se culpaba a los judíos de tener el control absoluto de las finanzas del mundo. Un puñado de palabras hirientes y abiertamente antisemitas, que eran un espejo de las consignas que escribiese Adolfo Hitler en su libro "Mein Kampf" y que fue utilizado exquisitamente, en relación a la Alemania nazi, por el ministro de Propaganda Joseph Goebbels.

Los mismos argumentos. Las mismas falacias.

Ese mensaje que yo sepa fue leído por media docena de judíos y todos permanecieron callados. Conozco gente que ha decidido hacer caso a las advertencias del gobierno israelí de evitar el uso de símbolos judaicos y evitar decir que son judíos para apaciguar los ánimos.

He ahí el gran problema de los judíos, la falta de dignidad y la falta de orgullo y de coraje, cualidades que nuestros enemigos tienen de sobra, así lo demuestren con clara violencia y desenfrenadas mentiras. Pero las tienen.

Nosotros dejamos dormir al león en nuestra alma y nos olvidamos que todos y cada uno de los judíos en existencia actualmente, unos 16M más o menos, somos el aliento inmortal de David y tenemos a Dios tatuado en cada átomo de nuestro cuerpo.

Hay señales, no digo que no, de un despertar, de nuestra primavera y de callar muchas blasfemias que se hacen contra nuestro pueblo. Pero las voces son, hasta el momento, pocas, y los mensajes se pierden entre banderitas del orgullo gay o banderitas palestinas.

Somos un pequeño grupo minoritario. Lo seremos por el resto de nuestros días, pero ya toca que el mundo nos oiga rugir y de hacernos respetar. 

Israel tiene que dejar de ser un espejo de Occidente. Opaco por demás. No somos un pueblo occidental. Para nada. De hecho tenemos más similitud con los pueblos enemigos. Recordemos que el Islam tiene sus orígenes en la figura bíblica de Ismael, hijo de Abraham y Hagar, esclava de Sara.

A Occidente no le debemos nada. Y ya toca dejar de escuchar tanta basura globalista mientras nuestros enemigos y su propaganda se han convertido en arsonistas anti-sionistas.

Muchos grupos minoritarios han hecho sus grupos supremacistas y antagónicos y son intocables.

Yo aborrezco la violencia de estos grupos y de sus aliados, pero admiro su capacidad de lucha y su desparpajo hasta para contar mentiras.

El buenismo no nos hace mejores personas, nos hace mejores víctimas. Y los judíos no somos víctimas. No podemos creernos eso ni un solo segundo.

El orgullo judío es el oxígeno y el hidrógeno de la llama más limpia y más hermosa que jamás haya ardido en la historia de la humanidad. Encendamos esas hogueras y enseñemos a las nuevas generaciones que no nos van a extinguir. 

Y si el butano de esa llama escasea, sabemos con profunda convicción, como celebramos cada invierno en Hanukkah, que nuestro Dios, rey del universo, nos concederá un milagro, y nuestro fuego estará vivo no sólo hasta subyugar al enemigo, sino por toda la eternidad.

Am Israel Chai!



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