Tuesday, February 13, 2024

El Fentanilo y La Narco Destrucción de Occidente


En el año de 1986, en un viaje que hice con mis padres y mis abuelos a Manhattan, recuerdo haber visto una escena que jamás, a pesar de que han transcurrido casi cuatro décadas, he podido olvidar.

En un rincón, acurrucada en una esquina, había una mujer. Una mujer joven y espectacularmente bella. Si no era modelo, debería haberlo sido. O de repente lo era, y es por ello, que estaba como estaba.

La joven tenía los ojos cerrados y se tambaleaba de un lado a otro, completamente drogada.

Mi abuelita me dijo: "Viste a la drogada?"

Mi mamá dijo: "pobrecita..."

Y la pasamos de largo.

Al tiempo conocí la historia de Gia Carangi, una supermodelo norteamericana, que habiendo vivido siempre de excesos y que nunca pudo superar que su madre la abandonara escapando un matrimonio tóxico con su padre, se metió en el abominable mundo de las drogas, falleciendo a los 26 años de SIDA, por un contagio de agujas infectadas.

A veces me pregunto, dado el momento en que pasó, si aquella joven de Nueva York podía haber sido Gia.

En los años 80, en la Venezuela donde yo crecí y me eduqué, la lucha contra las drogas en los colegios era una prioridad. Nos daban charlas. Veíamos anuncios en televisión, e incluso se introdujo en las telenovelas el drama de la drogadicción con un personaje magnífico interpretado por Jeannette Rodríguez en la producción "Leonela" de Delia Fiallo.

Rodríguez interpretó a Paty, una joven rebelde y malcriada que se sabía consumía drogas, y, al final, muere de una sobredosis.

En aquellos años ser una "Paty" era impensable. Era deleznable. Y el consumo de estupefacientes estaba condenado al cien por cien.

En Estados Unidos, el cuento era muy diferente. El consumo de drogas era bien sabido, y aún en los años 90, que fue la época que me tocó vivir cuando recién llegué a estudiar en la universidad, ya se hablaba de crisis, y esta realidad no ha hecho más que crecer y hacerse más obvia y más preocupante.

La nación americana tiene más de 300 millones de habitantes. Cada persona es un mundo y cada estado de la unión tiene sus propias reglas, así se estableció esta potencia de país en el siglo XVIII. Digo esto porque ha sido menos que imposible erradicar el consumo de narcóticos, dadas las vastas estadísticas en cada ciudad.

De hecho, una de las peores tragedias del consumo de drogas es que los líderes políticos, en su insípida e inefectiva lucha contra las drogas, se concentran en las grandes ciudades, ignorando por completo el drama de los pueblos más pequeños que sucumben al consumo de drogas y no obtienen ninguna ayuda. 

Véase el caso de Oregón, donde la gobernadora demócrata Tina Kotek ha incumplido sus promesas de campaña de hacer frente a los problemas de las zonas rurales, pues únicamente se ha querido concentrar en la ciudad más importante, Portland.

En los ochenta, durante el gobierno del entonces presidente Ronald Reagan, se tuvo que hacer frente a la terrible epidemia de consumo del "crack."

Una droga conocida como "la cocaína para pobres," el crack, procesada con los residuos de cocaína, entró con furia en los barrios de bajos recursos de Estados Unidos, afectando supremamente a la población afroamericana. 

El uso del "crack" continuó con la entrada del siglo, siendo reemplazado por el "boom" de la metanfetamina, para desembocar en el uso casi pandémico de lo que conocemos como fentanilo.

Un país como Estados Unidos que literalmente está viendo a miles de ciudadanos morir por sobredosis de fentanilo (más de 112,000 de acuerdo con el Centro de Control y Prevención de enfermedades, únicamente en el 2023) es una nación sumida en una gravísima situación emocional y espiritual. No me cabe la menor duda.

¿Cómo se crea una sociedad apta tanto para el consumo masivo, como de la venta de drogas? ¿Es esta una crónica de un apocalipsis anunciado?

¿Qué hace que una persona busque el "consuelo" de las drogas?

Para responder esta pregunta, me gustaría hacer referencia, por un momento, a la mitología griega.

Sísifo, rey de  la ciudad de Ephyra, después conocida como Corinto, era un vil tirano, que causó penurias en su reino y burló dos veces a la muerte engañando a Hades y los espíritus del inframundo. Estas conductas, finalmente, terminaron por enfurecer a los dioses y Sísifo fue condenado por toda la eternidad a arrastrar una piedra hasta la cima de una montaña. Pero cada vez que la piedra iba a llegar a su destino, se deslizaba por la pendiente y Sísifo debía repetir su cometido.

En 1942, el genio de Albert Camus, escritor francés de origen argelino, utiliza la alegoría del mito de Sísifo para argumentar lo que se conoce como la "filosofía de lo absurdo," según la cual nuestras vidas son insignificantes y no tienen más valor que el de lo que creamos.

Pero Camus le da una vuelta a lo que se conocía como una tragedia, dando a entender que Sísifo podríamos ser todos y cada uno de nosotros, encontrando un propósito en cada una de las actividades que realizamos y en nuestra propia rutina.

Los que tenemos fe y deseamos día con día trabajar con y para Dios, el conectar con nuestro propósito divino es una delicia. Es un alivio y es un alimento que nos nutre el alma y nos lleva, sin cansancio, a mover cualquier obstáculo hacia la cima, como el antiguo rey, y no sentir que al caerse la piedra es el fin del mundo. Lo contrario, aprendemos a levantarnos y a intentarlo de nuevo.

¿Pero qué sucede con una sociedad a la que se le ha ido enseñando, poco a poco, a renunciar a su propósito, a su fe, a su integridad e incluso a su amor propio?

El periodista americano de la cadena Fox, Jesse Watters, decía en un reciente reportaje, que el gobierno de Estados Unidos, había sido perfectamente diseñado para ser el gobierno "del pueblo" y "para el pueblo." En otras palabras, el non plus ultra del modelo democrático. Continuaba Watters explicando, que en los últimos tiempos, estaba siendo claro, que quienes gobiernan son las corporaciones, para beneficiar a las élites y a otras corporaciones. Bingo!

Si bien el periodista hacía referencia a Estados Unidos, bien que podemos aplicar esta reflexión a la gran mayoría de países de Occidente--al menos los más desarrollados.

Con un panorama como este, sin duda alguna, el ciudadano de a pie, el trabajador y los jóvenes de generaciones emergentes, estarán siempre atrapados en una eterna búsqueda de tranquilidad y estabilidad emocional y financiera, que como la condena de Sísifo, jamás será completada.

A través de una propaganda extraordinariamente cebada y la ponzoña de quienes nos la alimentan sin cesar, nos hemos vuelto cada vez más serviles y más febriles.

El resultado es una sociedad enferma y desahuciada.

Con problemas tan intrínsecos en la población como es una educación mediocre (incluso en sus más altos niveles) al igual que familias rotas y un sistema laboral que ofrece tan pocos beneficios en muchas áreas de competencia, es natural que veamos una hambruna emocional y una población famélica en cuanto a sus valores y sus metas.

He aquí el estudio de mercado idóneo para los que se dedican al tráfico de drogas. Desde el paupérrimo vendedor de las esquinas de los barrios hasta los capos protagonistas de las series de Netflix.

Habemos, muy afortunadamente, quienes jamás se nos pasaría por la cabeza usar drogas. Ninguna droga. Para mí no existen jerarquías. 

De hecho se han realizado estudios recientes del daño que hace el consumo de cannabis recreacional en las neuronas y los efectos secundarios de esta hierba alucinógena, que por años nos han vendido como casi inofensiva.

Obviamente el uso de cocaína y heroína, las drogas más fuertes, podríamos decir que son drogas de élites. Casi nadie se las puede pagar sin caer en desgracia, no sólo por el daño mental y físico, sino la debacle económica que causa su consumo regular.

Pero, de pronto, aparece el fentanilo.

¿Qué es ese tal fentanilo, el nuevo verdugo de las masas más vulnerables de nuestra sociedad?

La llaman "la droga zombi," y no es por casualidad. Las estampas que vemos de los adictos al fentanilo son abrumadoramente espantosas. 

El fentanilo es un opioide, un narcótico que se ha utilizado por muchísimo tiempo para tratar dolores crónicos. Está disponible en centros hospitalarios, y no es muy diferente a la morfina.

Su producción es tan sencilla que se puede vender a bajísimos precios, y no necesita de mucha parafernalia como la heroína o como el "crack" donde se tiene que calentar para ser inhalada o inyectada.

El fentanilo es una pastillita cuyos efectos son casi inmediatos, y que se han convertido en la droga más accesible para el consumo.

Los grandes laboratorios de fabricación del fentanilo están en China, y mucho del tráfico de esta droga proviene de allí. Hay políticos que aseguran que el flujo tan agresivo del fentanilo a Estados Unidos obedece a la crisis migratoria de los estados fronterizos.

Esto es un excelente debate y, con casi 10 millones de inmigrantes ilegales dispersos por el territorio americano, se sabe que muchos de ellos tienen nexos con el mundo del narcotráfico.

Pero yo insisto, el que busca la droga, busca el escape y busca la anestesia de lo cotidiano y de sus traumas. Una persona sana y con una vida bien avenida, jamás se haría adicto a consumir estupefacientes.

Pero quienes controlan las mentes y la voluntad de muchos, bien que saben como expandir la insatisfacción y la retribución fácil. Como hacer que se rechace el esfuerzo. Como disecarnos el alma para darnos la solución en una dosis de éxtasis express.

Es impresionante ver con el descaro que la industria del entretenimiento, y, por supuesto, las redes sociales, suavizan e incluso valorizan tanto el consumo de drogas como el estilo de vida de aquellos que la trafican.

De un tiempo para acá, yo diría los últimos 20 años más o menos, todo lo que se produce para televisión o cine, tiene que ver directa o indirectamente con los capos, hombres y mujeres por igual, de la droga más conocidos de la historia.

De Pablo Escobar, por ejemplo, se han producido al menos una docena de películas o de series, incluyendo "Escobar," en el 2017, basada en la biografía de Virginia Vallejo "Amando a Pablo, Odiando a Escobar" donde relata su romance con el capo colombiano en la década de los ochenta.

Arturo Pérez Reverte escribió "La Reina del Sur" publicada en el 2002 donde se relata la trágica vida de Teresa Mendoza, una joven de Sinaloa que se dedica al contrabando y al narcotráfico. La serie para la cadena Telemundo se estrenó en el 2011, siendo hasta el momento la producción más costosa hecha para la pantalla chica.

En el 2013, llegó con gran pompa la miniserie "El Señor de los Cielos" basada en la biografía de Amado Carrillo, fundador del cártel de Juárez, amigo de Pablo Escobar, y conocido por utilizar una flota de Boeings 737 para el tráfico de drogas.

Y este año vimos la premier de "Griselda" protagonizada por Sofía Vergara, una serie casi toda ficticia inspirada en hechos reales de la violencia provocada por Griselda Blanco, apodada "La Viuda Negra" fundadora del cártel de Medellín junto al mentado Escobar.

Luego tenemos una riada de corridos mexicanos inspirados--y compuestos expresamente--para los cabecillas de los cárteles que operan mayoritariamente en la zona norte de México. Por su explícito contenido que hace alusión al bajo mundo de los narcos, se les conoce como "narco corridos."

Hassan Emilio Kabande, mejor conocido como Peso Pluma, es otro esperpéntico ejemplo de la popularización del narcocorrido. No sólo el joven de 24 años no sabe cantar, porque no tiene ni voz ni oído ni nada que se le parezca, sino que es un individuo que no se corta un pelo para hablar maravillas del mundo del narco, donde, según él, se vive a cuerpo de rey y se conquistan a las mujeres más bellas. Por lo menos ha tenido el decoro de decir que él sabe que puede que su vida sea corta.

Este tipo acaba de ser premiado con un Grammy. No hay más preguntas, su señoría.

Y aquí, precisamente, con estos ejemplos, es donde está el quid de este asunto.

Si a una población endeble y primitiva se le empieza a alimentar a cuenta gota con este tipo de consignas, es natural que se les haga atractivo el consumo de drogas. Si un joven desorientado ve que a su ídolo, Peso Pluma, se le premia con una estatua de oro por su trabajo, pues, ese joven dirá "dos y dos son cuatro: yo quiero ser Peso Pluma." Es así de sencillo--y de trágico.

Las muchachas jóvenes, por otro lado, querrán ser las novias de estos individuos, digamos que quieren ser estrella en el cielo de sus señores, y harán lo imposible para llegar a ellos, ignorando o subestimando las consecuencias en su salud mental y su tranquilidad.

Una sociedad penetrada por esta filosofía de vida es fácil, muy fácil dinamitarla. El consumo de drogas lleva al crimen, a la prostitución, y a muertes absurdas y en la mayoría de los casos violentas, lo cual deja huellas imborrables en las familias de las víctimas.

Pero con tantos problemas que vemos en Occidente y este aderezo constante a la propaganda pro drogas, es normal sentirnos pesimistas.

Hay una triste realidad que merece ser estudiada en profundidad y es que se ha visto que la lucha contra las drogas también se ha convertido en un negocio millonario, gracias a la venta de armas y a los innumerables chiringuitos y los lobbis que aúpan el consumo recreacional de cannabis.

Con esto al frente, pues es normal deducir, que el que ha hecho negocio de la supuesta persecución a los narcóticos, bien querrá que siempre existan los que le alimentan las arcas.

Yo confiaría sólo en el esfuerzo y en las ganas de nuestros ciudadanos en abatir la filosofía del absurdo y comenzar a crear una conexión indestructible con nuestro verdadero propósito. No creo pueda existir mayor antídoto.

Los padres, al igual que antaño lo hicieron mis padres y mis abuelos, tendrán que revertir sus prioridades y dejar de lado este acérrimo egoísmo que los ha alejado de las necesidades de sus hijos, para satisfacer las suyas propias, y saber guiar a los más jóvenes.

Si no lo hacen ellos ya habrá algún Peso Pluma--o Peso Mosca, da igual--que lo haga.

Termino con una reflexión del popular padre Dominico Fray Nelson Medina, que decía en un análisis de actualidad, con mucho tino, que si nos quejábamos de la cosecha que estamos recogiendo, sería útil empezar a ver lo que estamos sembrando.

Cría cuervos y te sacarán los ojos...

Señores, el continente muy pronto se quedará ciego y en sus calles se podrán contar, como dice la canción de Gloria Trevi, el recuento de los daños.

Para mi generación había una consigna infalible, fuerte, crucial y 100% efectiva. Y qué sencillo era todo:

"Dile no a las drogas."


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