Sunday, February 4, 2024

Democracia para el Siglo XXI: Política sin Políticos


En el 2007, cuando Disney y su socio cinematográfico, Pixar Studios, hacían obras de arte en vez de bodrios ideologizados, se estrenó un film entrañable que de inmediato fue un exitazo tanto a nivel de taquilla (recaudó más de $600M) como favorito de la crítica ganando el Premio Oscar a la Mejor Película de Animación en su 80va entrega en el 2008. El film es "Ratatouille" y creo que es la analogía perfecta para el tema que abordaremos en este artículo.

¿De qué va "Ratatouille"? ¿Por qué llegó a conectar tanto con el público? Las respuestas podrían ser muchas: el ambiente de la película en el París de los bistrós y los callejones a la orilla del Sena; la fascinación por la gastronomía francesa o quizá los personajes tan llanos y tan sensibles. Pero en mi opinión, la gente conectó con la historia de superación de un protagonista singular: Remy, que tenía un sueño y tenía una vocación y una pasión por la gastronomía. Nada fuera de los parámetros normales, excepto que este personaje era una ratica de alcantarilla, que vivía peregrina de ático en ático, y de cloaca en cloaca.

Guiado por sus claros instintos y su confianza en sí mismo, se llega a convertir, de acuerdo con el plot de la película en el mejor chef de Francia.

Esa fórmula, común en los films del Disney de antaño, siempre han conectado con el público en general. Y "Ratatouille" no es una excepción.

Pero, como está previsto, Remy, necesita contar con aliados, que lo ayudan a superar sus obstáculos, a ver su enorme potencial, y lo colocan como el chef principal de un local de prestigio.

A Alfredo Linguini, hijo ilegítimo de un chef Michelín, con baja autoestima, su encuentro con Remy La Rata, es exactamente lo que él necesitaba. Alfredo se hace con la chica de sus sueños y se hace dueño de un bistró con la gastronomía más codiciada de París.

Tengamos claro, y mucho, que Remy, por razones obvias (empezando por el hecho de que no es un humano) no tiene estudios en el Cordon Bleue ni es un chef profesional. Tiene, por un lado, un inmenso amor por la cocina francesa, y tiene los instintos. 

En política, actualmente, pareciera darse un fenómeno, que nos recuerda mucho al clásico de Pixar de hace casi 20 años. Si nos ponemos a hablar de ratas, pues, es verdad, hay gobiernos que parecen sacados de la canción de Paquita la del Barrio "Rata de Dos Patas." Es cierto!

Pero yo quiero a hacer referencia a la cantidad, cada vez mayor, de personajes, que sin ser políticos profesionales, tienen una clara inclinación a gobernar naciones en estados paupérrimos. Y tener éxito.

Hablamos de empresarios o quizá economistas, como son los casos de Donald Trump o Javier Milei, que lejos de haber hecho una carrera en el Senado o alguna gobernación, dan el salto a una contienda presidencial, aterrizando desde otros universos, casi se diría paralelos, desde donde se dan a conocer y se crean el discurso que les da una contundente victoria. 

Sin ser yo fan de los discursos populistas, me pongo a ver que son precisamente estos enfoques los que más conectan con el corazón de la ciudadanía, sobre todo, la gran mayoría de la clase media trabajadora.

Este es un tema que me da muchísima curiosidad abordar, porque el tiempo y mi experiencia me han hecho pensar que quizá he estado equivocada rechazando que las riendas de la política sólo pueden ser llevadas por funcionarios públicos.

Pero, como periodista, me gusta equivocarme porque lo veo como un salto fuera de mi zona de confort personal.

Analicemos los pro y los contra de un político profesional versus un "maverick," palabra que podemos traducir como “principiante” o un "amateur."

Sin duda, la preparación académica es muy importante. Un conocimiento vasto de economía y leyes es imprescindible para cualquier posición de liderazgo en una democracia. 

Experiencia laboral, importantísimo, sobre todo para una noción de cómo se gana un empleado su sustento, y, por demás, adquiere disciplina para cumplir con largas jornadas y completar metas concretas.

Pero hay cualidades que un buen político debería tener por sobre todas las cosas: pasión por la nación que habita y donde han echado raíces tanto él como su familia entera.

Hago un pequeño inciso para los lectores progresistas, uso el pronombre masculino, pero de más está decir que, por supuesto, que estas mismas cualidades pueden ser abordadas por mujeres. Sin embargo, en su gran mayoría, las mujeres que ocupan el sillón presidencial en sus países son servidoras públicas con longevas carreras en política.

Volviendo al tema, es menester que se conozca en profundidad la historia de un país. Y esto ha de ir mucho, muchísimo más allá de cualquier hecho cronológico. Me refiero a una idiosincrasia, unos valores intrínsecos, y una alterada consciencia de las consecuencias de haber vivido en regímenes de variadas ideologías.

El presidente de Estados Unidos tiene, por poner un ejemplo, que ser experto en la filosofía que manejaron nuestros Padres Fundadores, y reconquistar sus valores. Por otro lado, tiene que estar plenamente empapado de las consecuencias nefastas que han dejado las secuelas de la Guerra Civil en el siglo XIX, y la segregación en contra de algunas minorías, como son los negros o los japoneses, en los más oscuros capítulos de la edad moderna.

Un gobernante tiene que saber que las élites de poder constituyen un inframundo cuya ambición por obtener poder y amasar fortunas es prácticamente ilimitado.

En este mismo submundo también está muy al tanto que es fácil llegarle al precio de muchas personas. Como decimos vulgarmente: "¿Cuánto hay pa' eso?"

Como ya se ha visto claramente con las recientes conquistas de diferentes gobiernos que están o han estado en manos de no-políticos, la primera reacción del sistema que ha mantenido el control es la de Drácula con una cruz por delante: pánico, horror, rechazo, y violencia.

La gran mayoría de las naciones de Occidente están en manos de sistemas políticos muy bien cebados, y muy bien protegidos por los secuaces que los mantienen en la cúpula, léase empresas u organismos internacionales o una combinación de ambos que bien llamamos "agendas."

El político profesional tiene la ventaja de ya conocer de primera mano a los personajes con los que ha de gobernar, al menos que se imponga una dictadura donde sólo existe el poder de uno. Igualmente, sería el caso de las monarquías absolutas, como las que imperan en el Medio Oriente.

Pero un estado democrático, un sano y bien establecido estado de derecho, permitiría que un líder pueda seguir su línea y cumplir con sus promesas de campaña.

Desgraciadamente, la gran mayoría de los líderes que han hecho carrera en el sector público se dejan seducir muy fácilmente, y terminan siendo cómplices de los esquemas de corrupción de los que lamentablemente somos víctimas por haber confiado.

El actual presidente americano Joe Biden es un perfecto ejemplo del político de élite. Senador desde 1973, hoy por hoy sabemos que este señor, aparte de ser uno de los peores mandatarios que hemos tenido, es una combinación de Michael Corleone y Jimmy Hoffa, y su gobierno será recordado por los escándalos de su familia y los suyos propios. Lo salvan de un posible juicio político, su avanzada edad, su estado mental y el hecho de que hay elecciones en Noviembre y podríamos, primero Dios, salir de Biden a través de las urnas.

En Venezuela, ¿qué lleva al pueblo a los brazos de Hugo Chávez? La larga lista de políticos profunda y descaradamente corruptos que fueron electos durante las pocas décadas que se gozó de una democracia mediocre. La respuesta del venezolano fue votar a un "outsider" que con promesas falsas y una narrativa patriótica ha tomado el yugo de Venezuela, aún cuando el señor Chávez seguro está respirando azufre en los infiernos.

Obviamente, una vez que una persona llega a la cúspide de un gobierno, automáticamente se convierte en político. 

El Sr. Trump trabajó como empresario de bienes raíces (aparte de ser un "celebrity") por más de 40 años, pero tiene ya casi ocho como político. Aprendió rápido y a golpes.

Los casos de estos presidentes actuales, como el caso de Trump o Milei, pero sobre todo Trump, nos puede ayudar a ilustrar lo que sucede con los novatos de la política. Estos, aún con una presidencia exitosa, se tienen que enfrentar a su férrea oposición e igualmente a los monstruos mediáticos que no cesarán jamás de intentar destruirlos con narrativas, que, impregnadas con ágil propaganda, intentarán confundir y engañar al ciudadano.

Esto es una tarea a tiempo completo y es, sin duda, una guerra sin cuartel. En Estados Unidos, habiendo pasado por eso, sabemos a lo que nos enfrentaríamos con un segundo término de Trump. Los argentinos, con la llegada de Javier Milei tendrán que medirse frente a los leones peronistas que han anestesiado a la población por años.

A México, si llegase un "maverick" le tocaría derrotar tanto a los dogmas del PRI como a la maquinaria de Televisa.

Retomando por un instante nuestro ejemplo de la película de "Ratatouille" tenemos al líder en ciernes que es la ratica Remy. Tenemos a un villano, a un "sistema" o, como diría Javier Milei, una "casta" representada por el Chef Skinner, que hará hasta lo imposible para que el joven Linguini jamás se adueñe del restaurante de su difunto padre. Y tenemos un conflicto, que es que para que tanto Remy como Alfredo puedan tener sus respectivos sueños hechos realidad, ambos tienen que unirse para destruir (literalmente) el restaurante de la disputa, para construir uno nuevo con una clientela que esperaba ese nuevo sabor francés de provincia que se convierte en una fórmula de éxito total.

Como diría "Hamlet" en la obra magna de William Shakespeare, "ser o no ser, esa es la pregunta." Ser o no ser político? Bonita y fascinante pregunta, me parece a mí.

La respuesta a esta interrogante está completamente en las manos del pueblo. Si deseamos seguir manteniendo democracias en Occidente, la respuesta la tenemos nosotros, como ciudadanos y como votantes.

Pero para ello tenemos que dejar de ser ignorantes y tenemos que ser buenos observadores y críticos severos. Nosotros tenemos que exigir que quienes se monten en el aparato de poder tengan el ánimo y la intención de ser implacables contra la corrupción, contra los enemigos de la nación, tanto los que recorren las calles en la sombra, como los que se esconden en las cortes. Los que quieren re-diseñar nuestro sistema educativo para convertir a nuestros jóvenes en zombis. Los que tienen delirios de grandeza y los que gobiernan a través de hashtags en las redes sociales. Los que quieren manipular la historia porque no les cabe en la cabeza que, históricamente, son los perdedores de una guerra. 

Pero para poder atrapar a los tramposos y a los falsos profetas tenemos que ser indómitos y tenemos que saber lo que valemos y lo que vale nuestra nación, y lo que ha de hacerla grande de una vez por todas y para siempre. 

Quiero terminar con una frase extraordinaria que ha pronunciado la Primera Actriz española, la señora Marisa Paredes. Y confieso que no siempre coincido ideológicamente con Marisa Paredes, a pesar de admirarla muchísimo como intérprete.

Dice así, y sé que lo dice de corazón:

"Los políticos tienen sus límites y sus compromisos, pero la sociedad civil… Como decía José Luis Sampedro, si el pueblo supiera la fuerza que tiene, las cosas cambiarían antes... La gente vota sin pensar. Elegimos a uno u otro, algunos con ideología, pero otros por costumbre. Si la gente se diera cuenta de que el poder está en ellos, las cosas serían diferentes."

Pidamos a Dios que jamás al pueblo le roben ese poder, y que con esa firme voluntad apretada en el puño, sepamos arar con empeño el camino para la nueva política que ha de salvar y hará despuntar a nuestra gran civilización, hoy por hoy moralmente casi en ruinas.



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