Monday, January 29, 2024

España: Despertar y Reconquista en Pleno Siglo XXI


En 1912, Lawrence Sperry, inventor americano, hijo de Elmer Sperry, fundador de la Corporación Sperry, pionera en la fabricación y distribución de herramientas de vuelo en Norteamérica por siete décadas, inventó lo que hasta hoy podría parecer un verdadero milagro en la ciencia de la aviación: el piloto automático.

En 1933, el aviador Wiley Post logró completar en apenas 7 días un vuelo épico alrededor del mundo en una aeronave que fue programada para estar en piloto automático.

El concepto, en términos muy básicos, consiste en dar a un sistema de navegación las coordenadas correctas para seguir un rumbo determinado. Hablamos de presión, altura, etc.

Un jet moderno, claro está, tiene este sistema mecánico más que perfeccionado, y, como pasajeros, nunca sabremos la diferencia de cuando el capitán está frente al mando y cuando no.

A mí siempre me ha parecido fascinante como un mastodonte con 300 personas abordo, puede volar mientras el piloto está tomando su siesta o se toma un descanso en un vuelo largo para interactuar con su copiloto o su ingeniero de vuelo.

De la revolución industrial, que tanto cambio dio al mundo occidental actual, los adelantos tecnológicos, aún los que son centenarios, no dejarán nunca de sorprendernos. Y aquí  estamos todavía hablando de ellos.

Pero qué sucede si este término, "piloto automático" lo aplicamos como analogía al funcionamiento de una nación entera. Es decir, asumimos que hay una programación para como se deben tomar las riendas de un gobierno, de un sistema político, un eje cultural, o tendencias de mercado.

No se debe asumir nada en la vida. Pero no sería para nada disparatado pensar que las agendas y las tendencias ideológicas que privan en la escena global actual, nos hagan comparar la dirección de una nación y sus ciudadanos al ejercicio de programar a una máquina que va a poder llevar por los aires un avión mientras el piloto se pone al día con su instagram.

La gran mayoría de los vuelos, gracias a Dios, llegan a su destino final sin ningún contratiempo. Pero difícilmente podríamos decir lo mismo de naciones enteras que, a falta de liderazgo, políticas íntegras, y una ciudadanía mal informada, las estamos viendo perder su rumbo completamente.

Hay quienes opinan, con certeza, y no les falta razón, que los Estados Unidos de América, podría haberse puesto en un piloto automático para seguir sobreviviendo.

Es más que obvio que tenemos un presidente momificado tanto física como mentalmente. De hecho, su propio partido ve con preocupación el declive, muchas veces en vivo y en directo, el presidente Joe Biden, al que pareciera quieren tener aislado en su estado natal de Delaware, a pesar de que el señor debería estar haciendo campaña para su reelección este 5 de Noviembre.

Estados Unidos, con más de 300 millones de habitantes, y recursos naturales que difícilmente puedan agotarse a corto plazo, no está en peligro de extinción, aunque sí sea notable el descenso en nuestra calidad de vida y nuestra imágen internacional.

El que gane las elecciones este año tendrá que ver cómo hace para tomar el control de Estados Unidos y apagar indefinidamente el piloto automático.

Pero hoy quiero enfocarme un poco en la nación española.

La historia de España es milenaria. Estados Unidos apenas cumple, este año, como república, 248. Pero la historia de España nos remonta al imperio Romano, y, cabe destacar que durante siglos, España constituyó uno de los imperios más pujantes y más influyentes de la historia.

Con esto quiero decir que no estamos hablando de un "paisito" tercer mundista. España, hasta hace poco tiempo, estaba entre las cinco naciones más desarrolladas de Europa.

España está dotada de recursos naturales que le han proporcionado, por décadas, ingresos enormes en su sector agropecuario, su gastronomía, y, claro está, un turismo poderoso y exquisito.

Para este análisis estoy dando, quiero aclarar, pinceladas muy amplias. Pero quiero destacar que en los últimos cien años, España ha estado marcada por eventos puntuales que han dejado cicatrices muy profundas.

Las naciones que han vivido una guerra civil quedan de por vida marcadas tanto en un contexto histórico como en un plano emocional.

Estados Unidos vivió una cruel Guerra Civil que terminó en Abril de 1865, con el triunfo del ejército de la Unión comandado por Ulises Grant.

Y así y todo, casi 160 años después, nuestra política actual sigue matizada por este conflicto, que entre otras razones, se inicia por la presencia de esclavos en el desarrollo de los estados del Sur, que garantizaron sus fortunas, en gran parte, por el uso de mano de obra gratis.

Pues si en siglo y medio aún no se ha podido cicatrizar las heridas de la nación americana, pongámonos a pensar que la Guerra Civil española apenas está cumpliendo 85 años que terminó con la llegada al poder de los nacionales, liderados por el General Francisco Franco.

Si bien ya hay alrededor de cuatro generaciones que se han criado en la postguerra, las ampollas del franquismo están en carne viva.

Pero, desde la transición a la democracia, por allá en 1978, con la llegada de un arraigado, y pareciera que indestructible bi-partidismo, podría haberse puesto en marcha la programación para convertir a España, y sobre todo a los españoles, en los pasajeros de un vuelo indefinido completamente controlado por un piloto automático.

De hecho con España no sería descabellado hacer la pregunta que tan famosa se hizo con la comedia de 1980: "¿Donde está el piloto?"

En una anterior temática, definimos en detalle la palabra "agenda" como un conjunto de metas y acciones concretas que se han diseñado para controlar el rumbo económico e ideológico de gran parte de Occidente.

Pues el piloto de España, son precisa y rigurosamente, estas agendas de orden mundial, a las que España ha querido entregar sus riendas, especialmente desde que llegó Pedro Sánchez Castejón al poder en el 2019. Pero, ojo, difícilmente, Sánchez es el único protagonista de esta auténtica debacle que vemos, muy trágicamente, desarrollarse en la España del Cid o de los Reyes Católicos.

Porque sí, había una vez una España que tuvo a su mando personajes irrepetibles. 

Pero volviendo al tema, antes de Pedro Sánchez gobernó Mariano Rajoy, que ha sido de los pocos presidentes que ha obtenido en el Parlamento la tan ansiada "mayoría absoluta," es decir más de 176 diputados.

Pero la gestión de Rajoy fue mediocrísima, y él como líder fue endeble, y encima le tocó como vicepresidenta una de las figuras más controversiales del Partido Popular, Soraya Sáenz de Santamaría.

Por estas fechas, como contraataque a las políticas de Rajoy el denominado "Sorayismo" salieron a la luz partidos políticos alternativos, comúnmente llamados "terceras fuerzas," entre los que destaco a Ciudadanos, Vox y Podemos.

Estos tres partidos irrumpieron con tal fuerza en el entorno político de la segunda década de este siglo, que llegaron a tener más de 50 diputados cada uno, un logro muy considerable en una sociedad que ha vivido del bipartidismo desde la salida de la dictadura.

Hoy en día la mejor definición de estos partidos es: "lo que el viento se llevó."

Ciudadanos, con Albert Rivera a la cabeza, llegó a ganar las elecciones de Cataluña con mayoría absoluta. Pero una mala gestión de su parte y un coqueteo incomprensible con Francia, hicieron que cayera en picada. Hoy en día, como fuerza política, Ciudadanos es inexistente.

Podemos y sus famosos "indignados" arrasaron en el sector de izquierdas con 57 diputados en un momento dado. Hoy en día solo quedan 4 y están relegados al "grupo mixto" de las Cortes después de un complicado divorcio del partido "Sumar," la nueva coalición de partidos comunistas de la que lleva el timón, un poco sí, en piloto automático, Yolanda Díaz.

El partido Vox que con tanta ilusión apoyé por muchos años como un frente de derechas sólido y bien constituido ha resultado ser un infame negocio "patriótico" al que encima se han adherido los españoles que quedaron huérfanos, hambrientos y ávidos de falangismo y otras fuerzas de la ultraderecha.

Los cerebros tanto legales como intelectuales de Vox fueron de a poco aislados y purgados de la formación de Santiago Abascal, más lo que falta por ver. De 52 diputados, quedaron con 33, y mucho me parece para lo que merecen.

Está claro para muchísimos españoles, que hay una necesidad de consolidar el bipartidismo. Y francamente, en estos momentos no existe en el horizonte un líder que sea capaz de rescatar o reparar la brújula de España que inevitablemente ha perdido todos sus puntos cardinales.

Pero activar un piloto automático no es tan fácil. Hacen falta grandes expertos, pero ante todo, en el caso de un país o un continente, hace falta la colaboración, o más bien diría yo, la complicidad de personajes estratégicos.

Aunque para mí lo más severo es como se logra tener a una población de decenas de millones respirando anestesia para que se pueda operar en calma y sin mayores percances.

¿Cómo se logra esto?

Parece inaudito, pero para España, este cometido está resultando más fácil de lo que se pueda imaginar.

Por un lado, tenemos la llegada a ese país de un globalismo bien cebado. Una fórmula que ya está más que probada y que ha logrado enamorar a toda nuestra actual civilización. Sí, enamorar, seducir, conquistar, dominar, pongan ustedes el verbo que más les guste.

Sánchez, un Lázaro político que tras su repentina e inesperada “resurrección” ha demostrado ser una habilísima y sigilosa pantera negra, no repara en tomar cualquier medida que le sea conveniente para que su poder sea ilimitado.

Es muy posible que "El Sanchismo," un término que el Presidente del Gobierno aborrece en público, pero codicia en privado, se quede en España por varias décadas, aun sin estar Sánchez físicamente habitando La Moncloa.

Y que quede bien claro: El "Sanchismo" no es ni de izquierdas ni de derechas. Es un gobierno hecho a la imágen y semejanza de su creador que cuando lo increpan sobre sus cambios de políticas y de movidas, consigue decir sin que se le mueva un músculo de su cara: "cambié de opinión."

El Partido Popular está plagado de oportunistas y de personajes elitescos. Su relación con Pedro Sánchez, por momentos, es de amor y odio. Pero es que la palabra dignidad al PP le queda grande, y Alberto Nuñez Feijoo, frente a un titán tan maquiavélico como Sánchez se ve indefenso y amateur.

Por otra parte, hay una fuerza que Sánchez también sabe que habita en España y que bien conoce y manipula: los medios de comunicación.

¡Qué vergüenza! Qué falta de ética y de integridad ha demostrado tener el periodismo español. Es que, por momentos, dan arcadas, ver lo cortesanos y lo mal intencionados que son. 

Supremamente politizados, como casi todo hoy en día, son los mayores proveedores de anestesia de todo el país, ¡y qué barato se venden! 

El control del llamado "Cuarto Poder," como se han conocido por décadas a los gigantes de la comunicación social, merecen, sin duda, un análisis propio.

Pero es absolutamente posible que las instrucciones para tener a una población en piloto automático esté en las manos de los periodistas y de los empresarios que se venden al mejor postor.

Dicho todo esto, muy penosamente, España está, en mi opinión en un terrible y temible retroceso, y no sería del todo descabellado hablar de España como una futura "república bananera."

Cabe mencionar que no se está tomando en cuenta que Sánchez y sus políticas han contribuido inmensamente a que la nación española se vaya aislando paulatinamente de la Unión Europea a la que pertenece, y con bastante prestigio, desde 1986.

Para dar un ejemplo de lo que pareciera obrar en España, tras los horribles ataques del 7 de Octubre del grupo terrorista Hamas a Israel, con un saldo de casi 1,600 muertos, se ha descubierto que La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Medio, UNRWA, en sus siglas en inglés, podría haber habilitado a varios funcionarios que se sabe contribuyeron de primera mano en este ataque. Varias naciones, entre ellas, Estados Unidos, han decidido dejar de financiar a este organismo. Pues, España, seguirá siendo de los que ceba esta maquinaria y se ha erecto como uno de los gobernantes más anti Israel que se conozcan.

Pero, no nos confundamos, esto no lo hace el señor Sánchez para "contentar" a sus socios más radicales. No, éstos bien poco le importan. Lo hace para congraciarse con gobiernos como el de Irán y de Qatar que ya han tendido sus garras hacia el país ibérico. 

El español es un poco como el camarón, y no me refiero al ícono del flamenco, sino al molusco. Se ha quedado dormido y está a punto de ser devorado por la corriente.

El español es noble, dicharachero, complaciente, pero quizá no sea ni remotamente lo listo y lo malicioso que le tocaría ser para enfrentar a los enemigos que han germinado silenciosamente en los estratos del país. 

Hay un interés nulo en aprender a dominar los temas de política y de batalla cultural, este último, un término del que muchos periodistas se mofan.

Por desgracia, no solo que España estaría condenada a padecer un bipartidismo corrupto, sino que su mente está demasiado acostumbrada a analizar todo desde dos perspectivas posibles, la derecha o la izquierda.

Y resulta que está más que probado que esta bipolaridad ideológica es solo una ilusión óptica.

Muchos españoles siguen siendo gente de mucha fe, pues a ella habrá que recurrir si no se encuentra una manera efectiva de cerrar la válvula de anestesia y posiblemente cianuro que inunda nuestra querida España, a quienes los judíos seguimos llamando "Sefarad," nuestro segundo Jerusalén.

Es difícil ser optimista, pero quiero apelar a la sensatez de los españoles que desde sus trincheras y quizá desde las sombras están llamados a ser los nuevos héroes y los salvadores de una esencia que sé con todo mi corazón es inmortal.

España ha estado en pie más de dos mil años, con otros nombres y con gestas históricas que siguen inspirándonos hasta nuestros días. No lloremos por España. Que empiecen a llorar los que la quieren hundir y seguir despedazando y amedrentando.

Cada español tiene en su alma a su Gran Capitán y, ahora más que nunca, desde las entrañas de los españoles han de sacar el pecho por su nación y con la reconquista en la mira, gritar con pasión, como lo haría el Quijote para sorpresa de Sancho Panza, a la usanza de los guerreros del siglo XVII: "Santiago y Cierra, España!"

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