Monday, July 24, 2023

El Caso de: "La Ansiedad Climática"

 


El sólo hecho de que tengamos que abordar este tema para seguir adelante con nuestra cruzada en la batalla cultural, es verdaderamente triste. Es casi abominable. Podría ser una paradoja. Un mal chiste. Pero no explorar a fondo los entretelones del teatro ecologista es impensable. 

Me he encontrado con un artículo que pretende ser serio. Tan serio que viene directamente patrocinado e impulsado por la mismísima universidad de Yale en los Estados Unidos.

En dicho artículo que, por desgracia, no es el único, aborda un muy recién reconocido diagnóstico llamado en gregoriano, la ansiedad climática. No sé si se los tengo que deletrear. Es tal cual como lo han leído. Hay un término alternativo con un poco más de pompa: la eco-ansiedad. De verdad me provoca risa. 

Los pacientes de este síndrome básicamante están aterrados de que las predicciones apocalípticas de un supuesto cambio climático puedan afectar--e incluso acabar--con su existencia. 

Hay un hermoso y antiguo proverbio español que dice: "vivir con miedo es como vivir a medias"

Pero en este mundo en que vivimos, vivir con miedo es un gran negocio!

Aprovechando casualmente el estreno con bombos y platillos de la película Oppenheimer basada en hechos reales, y que cuenta la historia del físico J. Robert Oppenheimer, el creador de la bomba atómica y el precursor del Proyecto Manhattan en 1945, me permito viajar con ustedes en el tiempo para recordar la temible y calcada "ansiedad nuclear" que invadió a las masas durante la Guerra Fría y que acaparó la atención mediática alrededor del mundo por décadas.

La posible explosión de una bomba atómica de parte de la Rusia Soviética o de Los Estados Unidos causó temores reales y la política exterior de las naciones occidentales estuvieron marcadas por las políticas nucleares. De ello se han escrito innumerables obras de ficción y la estructura de esta incertidumbre quizá sea la que ha permitido que hoy por hoy se haya descubierto una manera de seguir teniendo a la gente adormitada y paralizada con cuentos chinos de un inminente fin del mundo.

Antes de la ansiedad atómica podemos remontarnos a la ansiedad marciana, donde niños y adultos entraban en auténtico terror si se les hablaba de una posible invasión de habitantes de nuestro planeta vecino, del que sabemos mil veces más que lo que sabemos de la realidad de países del continente africano, por dar un ejemplo.

El circo mediático que se crea alrededor de estos supuestos miedos no puede ser, en mi opinión, más que una fórmula infalible para tenernos por un lado bastante distraídos, y por otro, controlar una narrativa que se convierta en la ideología du jour. 

Es importante saber escoger qué o quién nos informa de estos acontecimientos. De más está decir que el cambio climático es normal y ha sido la gran constante en los billones de años de existencia de nuestra Tierra. Recordemos que en los años 70, hace 50 años, se creó un mito de que para el nuevo milenio, es decir la época actual, estaríamos volviendo a la era glacial.

En los 80s éramos todos cómplices de la destrucción de la capa de ozono. Esto lo recuerdo perfectamente y así sucesivamente. Ahora estamos a punto de ser quemados vivos por las tormentas solares. Y que siga la fiesta! Qué aburrida la realidad, Dios mío. Vivir del mito es mucho más divertido.

Y quién puede negar que la eco-ansiedad ya tiene, no sólo su propio lugar en el vasto universo de enfermedades mentales, sino también su propia embajadora, la encantadora eco-mentirosa Greta Thunberg, que ha recorrido medio mundo (en aviones con emisiones de carbono espeluznantes) hablando de un apocalipsis climático y llenando los bolsillos a miles de negocios que ven en la activista sueca una panacea empresarial.

Se puede especular y, daríamos seguramente en la diana, si queremos saber quiénes están detrás de calentarle las orejas (que no el planeta) a muchísimas personas, muy especialmente, millennials y GenZ, para llevarse astronómicas cifras de dinero. Bill Gates, el excéntrico más maquiavélico que existe, ya ha dado el pistoletazo de salida a posibles nuevas pandemias y a, literalmente, tratar de tapar al Sol. Literalmente.

La mentira tiene las patas muy cortas. En los próximos años sabremos quiénes están detrás de estas patrañas que no se detienen en nada. Los eco-gritos de terror son una sinfonía de Beethoven para quienes no tienen escrúpulos. Para justificar esta falacia se han llegado a provocar incendios desastrosos como los de Australia hace pocos años que decimaron por completo--e irreversiblemente--la población de koalas y canguros. Todo en nombre del culto climático.

Se puede combatir esta eco-locura?

Sí por supuesto. 

El ecologismo es de las ciencias más nobles y más fascinantes que existen. Es extraordinario volcar nuestra atención en el estudio y el cuidado de nuestro planeta. Explorar todos sus horizontes. Crear consciencia en los jóvenes para que los recursos naturales sigan creando abundancia para la población que no ha de cesar de crecer--como Dios manda.

Una sociedad a la que se le alimenta de temores absurdos no puede  prosperar y es fácil de manipular. Yo creo que no terminaremos de comprender el por qué se ha decido deshauciar a la gente emocionalmente y el por qué de una élite aberrantemente egoísta, egocéntrica y codiciosa.

Pero empecemos por dar cabida al sentido común, el menos común de los sentidos. La educación que reciben los jóvenes a través de las redes sociales es la que facilita este eco-credo que provoca pánico en los más débiles. Por lo tanto es imprescindible volver a lo básico. A una educación en el hogar donde los padres sean los primeros en informar a sus hijos y desmontar todos los mitos. Seguido por una educación tanto íntegra como integral en las escuelas.

Hay medios de comunicación honestos que con tino y con pruebas fehacientes explican que no existe tal monstruo climático. La tierra no está rugiendo. Los huracanes y los tornados son fenómenos naturales con CERO capacidad de raciocinio y que no obedecen ninguna ideología.

La ansiedad es un diagnóstico real y del cual no podemos hacer una parodia. Cientos de miles de pacientes la sufren en mayor o menor grado. Pero es que ya el teatro del absurdo ha perdido los sentidos. Y, por desgracia, millones de seres humanos, se han condenado a arder en hogueras ideológicas.

Yo me resisto. Yo amo mi Planeta. En verano disfruto de mi dosis gratis de Vitamina D. En invierno me pongo mi bufanda favorita. Yo vivo mi vida sin miedos absurdos. Y doy gloria a Dios cada día a través de su Creación, inequivocadamamente perfecta.



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