Monday, April 15, 2024

Estados Unidos: Faro, Amo, Salvador o Enemigo de Todos?

 


En el extraordinario film de Steven Spielberg, "Munich," que fue estrenado en el 2005, aparece un peculiar personaje que nos va a hacer entender el análisis que haremos hoy sobre el intervencionismo de Occidente, y particularmente, de Estados Unidos, alrededor del mundo, en el último siglo.

En "Munich," el protagonista, Avner, ex agente del Mossad, es contratado junto a otros voluntarios para llevar a cabo los asesinatos, a modo de represalia, de los responsables de la masacre que dejó a los once participantes del equipo olímpico israelí muertos en mano del grupo terrorista "Septiembre Negro" en el verano de 1972, cuando los Juegos Olímpicos tuvieron lugar en suelo alemán.

La operación es financiada por el gobierno israelí, en aquel momento, a manos de Golda Meir, y Avner y su equipo reciben instrucciones de como han de encontrar a los terroristas, ya dispersos y viviendo sus vidas como civiles.

Para lograr su cometido, Avner se asocia con un informante de origen francés llamado Louis. El padre de Louis le coge especial cariño a Avner, y a pesar que tiene en su haber crímenes ligados a su pasado como guerrillero comunista, pareciera que la conexión de Avner y Louis es bastante genuina.

A cambio de una suma de dinero considerable, Louis da a Avner los nombres y la ubicación actual de los asesinos de los atletas.

Uno a uno, Avner y sus compañeros se van "haciendo cargo" de que los terroristas dejen este mundo.

En una escena, Louis confiesa a Avner, que su trabajo lo hace, simultáneamente, amar a todo el mundo y, a la vez, odiar a todo el mundo. Sus sentimientos están siempre encontrados y confusos. La clave, claro está, yace en quién da más por alguna información particular.

En los últimos tiempos de la corta, pero intensa historia de Estados Unidos como una república, se ha discutido insaciablemente la tendencia de la Unión americana a hacer intervencionista.

Esta terminología, primero que nada, debemos simplificarla.

El concepto de intervencionismo es definido como la acción deliberada de un Estado o entidad privada en los designios de otro Estado autónomo u otra entidad privada.

Su uso más generalizado es aplicado a la economía, pero cuando se trata de involucrar a la nación americana, vemos que ha habido sucesos donde Norteamérica ha podido influenciar la política y ha aspirado a controlar el eje de estas naciones extranjeras.

Está más que documentado, por ejemplo, que Estados Unidos tuvo mucho que ver con la instauración en América Latina de dictaduras como la de Augusto Pinochet en Chile o Rafael Trujillo en República Dominicana.

El magnum opus de Gabriel García Márquez, "Cien Años de Soledad," también, de una manera novelada, hace una denuncia de las movidas de Estados Unidos en su natal Colombia, todo ello reflejado en los altos y bajos de la historia de una ciudad ficticia como lo es Macondo.

Estados Unidos sacó cuantiosas ganancias moviendo los hilos, por así decirlo, de gobiernos extranjeros.

De estas maniobras, USA ha recibido a lo largo del tiempo el mote de "imperialista."

Cuando analizamos la situación de Haití, aprendimos que durante casi dos décadas Estados Unidos ancló su presencia en la isla, y, muy lamentablemente, se hizo con las reservas de oro de la nación caribeña.

Sin embargo, no podemos, ojo, culpabilizar, sólo a la presencia americana por la degradación de Haití.

Esta intervención fue únicamente un síntoma de muchos tantos.

Invito a que podamos ver la inmensa hemeroteca que relata la necesidad constante de Estados Unidos de ser una especie de "influencer universal."

En los años en que Estados Unidos, y quizá con menos peso, otros países occidentales, han querido colocar sus piezas de ajedrez en tableros extranjeros, han habido tanto aciertos como calamidades. Los argumentos hacia lo uno, como hacia lo contrario, son todos, absolutamente respetables y aceptables.

Quizá lo cuestionable es la doble vara moral con la que Estados Unidos, en quien centraremos esta discusión, ha actuado.

De aquí que es tan importante, hacer la comparación con el mercenario Louis, que baila al son que le toquen. Como se dice vulgarmente, "por la plata baila el mono."

Con la llegada de internet y la proliferación de medios digitales, y, por encima de todo, las redes sociales, nuestras páginas de historia, se han visto, en tiempos recientes, podríamos decir, re-escritas o quizá, más bien, aclaradas, porque han salido a la luz evidencia de las estrategias de las potencias mundiales, sean los Estados Unidos, Rusia, y, por supuesto, China, empleadas para ese intervencionismo, o, incluso total control sobre los designios de otros países.

El caso de China, es más que obvio, y merece su propio análisis exhaustivo. Pero para los que nos compete en este momento, China "le ha declarado la guerra a Occidente" y su modus operandi no conoce límites ni moral. Aparte de eso, sus recursos son aparentemente infinitos.

China es un "Louis" a su máxima potencia.

Volviendo a Estados Unidos, sabemos que, por desgracia, la nación americana, ha actuado tan aberrantemente en el pasado, como podría estarlo haciendo hoy por hoy China.

Dos ejemplos:

Es público y notorio que el gobierno americano hizo negocios millonarios con el Tercer Reich. Hasta la Alemania nazi llegaron la firma de automóviles Ford (Henry Ford era admirador pasional de Adolfo Hitler) y hasta la Coca Cola.

Alegadamente, y esto es macabro sin lugar a duda, los rieles que llegaban a las puertas de Auschwitz eran de fabricación americana.

Cada vez hay más evidencia, aunque no ha salido nada a la luz de manera oficial, que el terrible ataque de Las Torres Gemelas, conocidos como el 11S, en el 2001, pudo haber sido provocado para cambiar la opinión pública y, así, Estados Unidos, poder invadir Afganistán.

Pero así como la economía americana, que venía de sufrir la Gran Depresión, se pudo levantar gracias, entre otras cosas, a las negociaciones de Norteamérica con el gobierno genocida de Hitler, el 6 de Junio de 1944, las tropas americanas llegaron a las costas de Normandía para aniquilar a su enemigo acérrimo con el que hasta entonces había compartido una coca cola.

Así de simple y sencillo.

Si Estados Unidos pudiese contestar a qué se debía su nueva conducta, podría responder con la típica frase "business is business" (un negocio es un negocio) o, tal vez, como diría Pedro Sánchez, actual Presidente del Gobierno de España: "cambié de opinión."

Nos vamos entendiendo?

La batalla cultural, estas cruzadas imprescindibles para el rescate de los valores intrínsecos de nuestra civilización, las naciones occidentales, y muy en especial Estados Unidos, ha hecho que este último se haya replanteado su política exterior.

El gobierno del ex mandatario, y actual, candidato republicano Donald Trump, empezó a crear una nueva consciencia, donde la nación americana debía adoptar una postura de aislamiento, defendida por sus seguidores, bajo el eslogan "America First" (América Primero)

Pero muy desgraciadamente, los seguidores más fanáticos del movimiento Trumpista, muchos de ellos nostálgicos de la era nacionalista que prosperó en Estados Unidos en los años 40s, no han podido ni explicar ni moldear con políticas o con información acertada las tendencias, llamemos, globalistas de las que ha vivido la Unión Americana por cien años o más.

Más que políticos o analistas son activistas tremendistas, bastante, en mi opinión, irresponsables. Si bien hay mucho que aplaudir del esfuerzo hacia una nueva consciencia como país, es un proceso muy lento que hay que dirigir con tino y mucha puntería.

Otro punto a valorar, es que después de décadas enteras con sus días y sus noches, de que el mundo ve a Estados Unidos como el faro de Occidente, ya hay generaciones que esperan que Estados Unidos "actúe" frente a un conflicto geo político. Se espera y se exige, incluso.

Vamos a dar dos muy buenos ejemplos...

El primero es el clamor multitudinario de muchísimos venezolanos dentro y fuera de su país, para que el gobierno de Trump "hiciera algo" para aliviar y salvar a Venezuela de Nicolás Maduro y sus secuaces dictatoriales.

Trump, al principio, se vio bastante motivado para actuar en favor de Venezuela, aupado por muchos congresistas como Marco Rubio, que se ha tomado la situación de Venezuela como un asunto personal.

Al tiempo, las insinuaciones de Trump se enfriaron. Luego con Biden y su conocida y notoria ineptitud, se han vuelto a crear, por un lado, nexos petroleros muy gratificantes económicamente, y por otro, una velada condena a las cuantiosas violaciones de derechos humanos por parte del régimen chavista.

El segundo ejemplo del que ya hemos hablado y seguiremos hablando en futuros análisis, es Israel. Estados Unidos, desde el primer día, ha querido influenciar las decisiones de Benjamín Netanyahu y su gabinete. Israel, francamente, se ha mostrado vergonzosamente vasallo frente a las exigencias de personajes tan deplorables como Antony Blinken, actual Secretario de Estado.

Pero aquellos que han tomado partido por salvaguardar los intereses de Gaza, claman a Biden que por favor intervenga y acabe con la guerra.

Estados Unidos está dividida más que nunca en opiniones. Y una vez más tiene sus sentimientos confundidos como el informante del film "Munich." Sabemos que Estados Unidos ha hecho inversiones billonarias tanto en Israel, un aliado orgánico y fiel, pero también le ha llenado las arcas de dólares y uranio a Irán, enemigo sin cuartel del estado judío.

Lamentablemente, esta incongruencia de los Estados Unidos está siendo amplificada por la repercusión que dan a todo las redes sociales, al igual que lo complicado que es para Estados Unidos actuar objetivamente en un año electoral tan crucial como el 2024.

Luego hay un tercer factor, importante a tomar en cuenta en esta transición hacia una política nacionalista y de aislamiento: el negocio de la defensa.

Los congresistas están bajo muchísima presión de parte de estados donde la producción de armamento de guerra o incluso nuclear constituye un peso pesado en la economía local.

Lockheed Martin, por nombrar, quizá la empresa de defensa y armamento más conocida, está localizada en el estado de Maryland, muy cerca de la capital americana. 

Lockheed Martin recaudó ganancias que superan los $18 billones de dólares sólo en el 2023.

Y no solo está la presión de estas empresas en los congresistas para que apoyen iniciativas de guerra, que por supuesto, sino que los propios políticos y sus allegados también están ensanchando sus arcas con las ganancias de tener conflictos bélicos activos.

Para ser justos, los anti intervencionismo, por darles un nombre, tienen razón cuando cuestionan la irresponsable política exterior donde, se le ha dado, al gobierno de Zelensky, en Ucrania una cifra tan exorbitante como son aproximadamente $100 billones.

Este dinero sale de los impuestos que todos los americanos pagamos sin chistar. Es inconcebible que hasta la fecha no conozcamos para que Zelensky está utilizando este dinero. Las respuestas, hasta ahora, hielan la sangre, y, esperemos que haya evidencias en un futuro cercano para sacar a la luz lo que estaría haciendo Ucrania con el dinero de los Estados Unidos. Un conflicto en el que se mezclan la intriga, el soborno, y parece todo una saga de Netflix o un bestseller de Irving Wallace.

Sin embargo, y por encima de todo, tenemos que tomar en cuenta el factor humano en estos cambios tan bruscos de los que quiere participar Estados Unidos.

Nosotros no debemos ser China. Nosotros tenemos que actuar con infinita cautela y con mucha integridad. Estemos todos de acuerdo en ello, por favor.

La población de Occidente, y muy acentuadamente la población de Estados Unidos, está desahuciada, sensibilizada, y es, por desgracia, penosamente ignorante cuando no indiferente.

Los movimientos nacionalistas son, en sus nuevas versiones, agresivos y viscerales. Los que los vemos aparecer en países como Estados Unidos, o del otro lado del Atlántico, como podría ser el caso de España o Alemania, estamos mortificados. 

Muy triste es ver como trombas fachistas vuelven a caminar suelo europeo como si fuera una postal antigua que encontramos en un museo.

Dicho todo esto, y para concluir, ¿qué debemos hacer?

Como en tanto, o tal vez, como en todo, debemos encontrar un sano y efectivo equilibrio.

Dudo que estas nuevas corrientes nacionalistas tengan mucha más vida, una vez que la influencia de Trump se vaya desvaneciendo en el tiempo. La mayoría de conservadores cuestionamos la irresponsabilidad y la violencia con que se nos quiere imponer un nacionalismo con tintes ultraderechistas.

Por otro lado, si queremos tener una democracia como Dios manda, vuelvo y repito, y lo haré las veces que haga falta, tenemos que educar a nuestra población. El gran problema es que nuestros líderes han mostrado ser mediocres y moralmente corruptos. Los votantes nos vemos en la penosa situación de escoger "al menos malo."

Luego existen los personajes siniestros que abiertamente irrumpen en las redes y los medios para exigir que un gobierno extranjero, electo democráticamente, se aparte del poder. Esto es imperdonable lo haga Estados Unidos o cualquier nación contra otro suelo igual de soberano.

Por otra parte, y a esto sí que hay que darle oxígeno, hay que saber desinflar el poderío de naciones como China o como Irán, y me refiero a los líderes iraníes, porque la población es pacifista y en su mayoría desaprueban con ferocidad los designios de sus cabecillas teocráticos.

Como dijo Trump, también con acierto, a lo largo de su mandato, Estados Unidos no puede ser el único miembro responsable y fiable de los tratados internacionales y de organismos como Las Naciones Unidas. Todos los miembros deben de cumplir con sus obligaciones. De esta manera Estados Unidos tomaría decisiones que benefician a su gente y a sus aliados por igual.

El complicado camino de Estados Unidos y de Occidente a encontrar su norte, o reencontrarlo, si así se quiere, requerirá de mucho tiempo y de una paciencia que debemos estar dispuestos a tener.

Las consecuencias de una filosofía militarista o intervencionista, ya se han predicho con anterioridad. El General Dwight Eisenhower, héroe de la Segunda Guerra Mundial, y el 34to Presidente de Estados Unidos, ya advertía de la creciente y pujante fuerza militar de la nación americana y la posible corrupción de la política a raíz de ello. Eso se ha cumplido, por desgracia, a rajatabla.

Camino hacia esa reconciliación entre el pasado y el futuro de nuestras políticas, me quedo con una frase del General Eisenhower, que lleva en su seno sabiduría y gloria:

"No podemos enriquecernos como nación mientras empobrecemos al espíritu humano."

 


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