Monday, June 3, 2024

Debemos Salvaguardar la Democracia de Una Civilización Desalmada?


Eréndira sólo tenía doce años cuando fue víctima de la desgracia. En un giro "Cenicientesco" su desalmada abuela la había prácticamente esclavizado, convirtiéndola en su criada y su enfermera. La abuela, vivía atrapada en su pasado y lloraba a cántaros escuchando canciones francesas, mientras obligaba a la niña a trabajar de sol a sol.

Eréndira ya se había acostumbrado a ser sonámbula, entre otros efectos secundarios, y su abuela, no veía en ello ningún problema. Lo cierto es que la nieta trabajaba hasta que caía exhausta y no era capaz de razonar ni de actuar con la normalidad de cualquier niña de su edad.

Una noche, Eréndira cayó rendida en su cama y se olvidó, como era ya su costumbre, de apagar las velas de la habitación, y un mistral del desierto, en su furia, sopló las llamas de las velas al punto que estas encendieron las cortinas y en poquísimo tiempo, devastaron y destruyeron la casa de la abuela.

Desesperada y llena de ira, la anciana hace inventario de las pérdidas y es aquí donde obliga a la niña a pagar con su cuerpo por todas las pertenencias que se consumieron en el incendio.

La palabra accidente no era una opción.

Así pues, el primer cliente de la menor es un hacendado local que paga por sus servicios 250 pesos. Es tal la fama y el morbo que despierta la niña, que rápidamente se convierte en una sensación y hombres de toda estirpe habida y por haber, desde sirvientes indígenas, hacendados y traficantes hacían colas interminables que no se sabía donde comenzaban, pero inevitablemente, terminaban en los aposentos de Eréndira.

No solamente las artes de la joven prostituta restituyen las pérdidas de la abuela, sino que multiplican su fortuna con creces, y la convierten en una poderosa meretriz.

Pero no pasa mucho tiempo para que Eréndira, completamente desquiciada, necesite comprar su libertad y utiliza a uno de sus amantes, el inocente y embrujado Ulises, para asesinar a su verdugo, y así poder desaparecer en la inmensidad del desierto sin dejar, en sus propias palabras, trazos de su desgracia.

Esta historia conocida como "Increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su Abuela Desalmada," se nos presenta, por primera vez, en la obra magna de su autor, Gabriel García Márquez, "Cien Años de Soledad," en 1967.

Pero tal fue su popularidad que el escritor decidió crear para Eréndira su propio cuento, y posteriormente un guión para la cinta que lleva el nombre de "Eréndira" dirigida por el director brasileño Ruy Guerra, que actualmente tiene 92 años. El cuento fue publicado en 1972. La película, protagonizada por la gran Irene Pappas en el papel de la abuela, fue estrenada en 1983 con gran acojida.

¿Puede haber algo más lamentable y terrorífico que el trato que recibe una pobre niña huérfana en su pubertad?

No lo creo...

Escrito en la prosa exquisita y con elementos de realismo mágico, quizá esta tragedia nos pueda hacer tomar consciencia del trato que como ciudadanos, hoy en día, en pleno siglo XXI, hemos dado a nuestra democracia.

Francamente, no veo otra manera de describirlo...

En su concepto más minimalista y más auténtico, debemos, primeramente, trasladarnos a la época de Platón (427-347 AC) uno de los patriarcas de la filosofía griega, que definió la Democracia como una forma de gobierno "de los mejores" refiriéndose, claro está, a la ciudadanía.

La democracia es el sistema donde el poder político y la organización social recae en las manos del pueblo.

Los que hemos tenido la fortuna de levantarnos en naciones democráticas, hemos estudiado estos conceptos básicos desde nuestra infancia.

Como he dicho en análisis anteriores, mi generación ha sido una gran defensora de estos principios, y hemos sido ciudadanos activos en el proceso de intentar defender que la democracia mantenga su firmeza y su esencia y, sobre todo su alta moral y consciencia.

Pero, a lo largo de las últimas décadas, pareciera que como demócratas nos hemos convertido en absolutos sonámbulos, mientras, factores de poder, que ni entendemos y que no vimos venir, nos roban de a poco nuestra dignidad y nuestro derecho a decidir quién y cómo debemos ser liderizados--que no lidiados--que bestias no somos!

Pareciera que como civilización hemos sido sometidos a una lobotomía sin nuestro consentimiento, pero al que no hemos puesto resistencia.

El resultado es más que obvio, cuando pareciera que nos estamos diluyendo y debilitando a pasos agigantados. Y si bien podemos definir a la democracia como un gobierno del y para el pueblo, pues flaco favor hacemos a esta mentada estructura que algún día pensábamos ejemplar.

Existen básicamente dos tipos de democracia, la democracia directa y la democracia indirecta. Esta última, en mi opinión, ha contribuido tal vez a que no haya una participación más contundente y un manejo más ético de nuestra política y nuestras leyes ciudadanas.

La democracia representativa (también llamada democracia indirecta o gobierno representativo) es un tipo de democracia fundada en el principio de funcionarios electos que representan a un grupo de personas. Este término fue popularizado por Alexander Hamilton para referirise al sistema ellectoral de la recién nacida república de Norteamérica en el siglo XVIII.

La democracia directa se aplica cuando al ciudadano se le es permitido participar activamente en cualquier decisión política o gubernamental. Ponemos de ejemplo los referéndums, mecanismos consultivos, o, incluso, elecciones primarias.

Los padres fundadores de la república de Estados Unidos, a partir, de 1776, quisieron--y lograron--con un bajísimo, casi invisible, margen de error, construir un sistema democrático perfecto.

En Europa, actualmente, a pesar de que continúan existiendo monarquías constitucionales, se han levantado regímenes democráticos, y en América Latina, quizá es donde la democracia es, tristemente, una especie jurásica en extinción, en muchos casos, con la venia de un ciudadano complaciente y mediocre hasta los huesos.

Siendo "Eréndira" un cuento colombiano, me atrevo a decir, que en su genialidad, tal vez García Márquez, quiso comparar a su horripilante protagonista con la situación política del continente Latinoamericano, tal y como hace con su trágico y realista "Macondo." Pero esto sería otro tema.

Aunque se haga repetitivo, es importantísimo recalcar, que lo que hoy llamamos política, está al cien por ciento manejada como marioneta por intereses corporativos y por agendas muy bien estructuradas, pero sobre todo infinitamente remuneradas.

Esto no se puede enmarcar al siglo XXI exclusivamente. Las luchas por el poder existen, como se dice, "desde que el mundo es mundo."

Pero, si nos ponemos a ver, no hay un régimen que tenga mayor sentido que la democracia. Después de todo, es el ciudadano de a pie, la clase trabajadora, la que hace mayoría en cualquier país del mundo, a lo largo y ancho de los cinco continentes.

En Europa, ciertamente, como ya he dicho, sí que existen retazos de un pasado monárquico absolutista, e incluso de dictaduras, pero, cualquiera de estas élites socioeconómicas, y estos aristócratas nostálgicos, no  son, ni remotamente, el motor laboral o ideológico de ninguna nación consciente y pudiente.

Pero, al igual que la abuela desalmada, el poder, las ansias de poseerlo, como si este fuera un Dorado idílico, hace que, de una manera retorcida, se vea imprescindible alzarlo hasta la cima como un trofeo. El poder es todo. El poder, para las mentes más retorcidas es Dios.

Teniendo esto en cuenta, los que quieren tomar el control absoluto del poder aplican este vulgar dicho que nos afirma: "hay vivos porque hay bobos." Y en este juego de palabras se puede haber corrompido el verdadero corazón de la democracia.

A pesar de ser mayoría, y así sea la democracia, el gobierno del pueblo, pues no. Se acabó. Gobierna el que atrapa velozmente en su lazo al poder. Y ahorita, en estos momentos, y ya desde hace un tiempo, el poder, lo manejan los lobbies y las corporaciones.

Con estudios óptimos, e incluso, maquiavélicos de propaganda y mercadeo, estos amos del poder, crean las agendas que son las que serán aceptadas sin chistar por los políticos. Y así, los políticos, son, claro está, los que manejan el putrefacto sistema donde la mismísima democracia es utilizada, vejada y prostituida, delante de nuestros ojos.

Como ciudadanos hemos caído en lo más bajo. La democracia es una víctima perfecta de nuestra ignorancia, y quizá más aun de nuestra indiferencia máxima.

Nuestro sistema educativo, los medios de comunicación y, hoy por hoy, las altas tecnologías, son cómplices de la devaluación de la democracia. Sin embargo, para propagar y defender sus macabros planes ideológicos, lo primero que sale por sus altavoces, es, irónicamente, la palabra "democracia."

Otro contribuyente a la desaparición de una democracia cabal y sana, es la estupidez de querer encasillarlo todo dentro de parámetros denominados "de derechas" o "de izquierdas" con marcadas diferencias de tipo ideológico, por supuesto, pero ambas, y esto es importante recalcarlo, con una clara intención de obtener el poder a toda costa, y desde el gobierno, ejercer con mano dura, un control sobre cualquier acción ciudadana.

En estos momentos donde las agendas tantos progresistas como ultraderechistas parecieran habernos polarizado a un punto sin retorno, creo que cabe hacer una reflexión de qué es lo que nos está pasando paulatinamente como sociedad.

En una férrea crítica a los movimientos de ultraderecha y el neo-fascismo que se ha colado en Europa en los últimos pocos años, la Doctora en Ciencias políticas, Ruth Ferrero, profesora de la Universidad Complutense de Madrid dice así: "la política del miedo es el caldo perfecto, es la situación perfecta (...) para que esas fuerzas prendan en sociedades que se sienten indefensas, que no se sienten seguras, con la clase política clásica y consiguen llevar a una suerte de melancolía a la ciudadanía planteándoles que el pasado siempre fue mejor y que volverían tiempos en los que no había determinados derechos..."

Esto es un ejemplo extraordinario de un mecanismo de manipulación al ciudadano. Es precisamente lo que ocurre si el votante, el dueño y amo de su democracia, se deja vapulear por narrativas absurdas.

Así como esto aplica a la proliferación de campañas en pro de movimientos ultraderechistas, la izquierda más radicalizada, en EEUU, por ejemplo, tiene desde el 2020, una campaña muy bien monetizada para que a los ciudadanos se les compense con pensiones vitalicias de miles de dólares por el hecho de que muchos de sus ancestros fueron esclavos.

Este disparate está muy bien arropado por medios de comunicación y activistas Demócratas.

Por lo que se podría decir que la democracia ha estado siendo reemplazada por una especie de "topareltóncracia" que se traduciría, para nuestro análisis, en un gobierno en manos del pasado.

Esta ficción es simplemente uno de los tantos clientes lascivos que han hecho buen uso de los atributos de la democracia. 

Vuelvo y repito, hay innumerables excusas para arrebatarnos nuestro legítimo derecho a ser gobernados como Dios manda.

Para dejarlo quizá más claro, ya que debemos entender que vivimos en un régimen capitalista muy marcado (un tema que dejaremos para otro artículo) como pueblo soberano (supuestamente) los gobernantes--a todo nivel--son NUESTROS empleados. El sudor de nuestra frente, nuestra responsabilidad con nuestros semejantes y nuestro criterio son los que ponen o bajan de sus pedestales a los líderes políticos en cualquier institución.

Sin nosotros, ninguno de ellos, NINGUNO, incluyendo un presidente, es nada sin nosotros. 

Dicho esto, a ver para cuándo, dejamos de ser tan dóciles y nos preparamos para defender a la democracia que decimos que tenemos y que queremos.

Este titánico y magnánimo esfuerzo, como tantas cosas hoy en día, es una iniciativa que tenemos que tomar como individuos. Nuestro libre albedrío debería llamarnos al levantamiento sistemático en contra de cualquier elemento que quiera amenazarnos con agendas que son profundamente absolutistas y que quieren medir nuestra capacidad intelectual desde lo más bajo.

De hecho si hay algo que debemos aceptar para poder revertir a toda costa, las que a partir de la corrupción moral a la que han llevado a nuestra civilización, es que nos hemos vuelto piltrafas diciendo amén a cualquier consigna, eslogan o "hashtag" que nos va envenenando la mente, y por ende, nuestras acciones.

Nos hemos dejado hipnotizar por un diccionario de palabras y semánticas adornadas que nos han conducido a un matadero, casi se podría afirmar, sin salida posible.

Vuelvo y repito, si esto es lo que ha pasado con nosotros, el pueblo, y el pueblo es el amo de la democracia, por lógica, estamos llevando al abismo a este sistema político que se nos ha regalado como un tesoro.

Como ciudadanos debemos levantar en hombros a nuestra autoestima y abatir a los que nos han engañado. Nuestro voto en una urna es sagrado. Pero poco vale esto si vagamos el panorama político como verdaderas vacas sin cencerro.

Y al que viole y maltrate estos principios tendrá su urna particular: el olvido, y si cabe, el peso de la ley.

Hay algo que, creo, debemos tener muy presente. La democracia no nos ha fallado en nada. Nosotros le hemos fallado en todo, haciéndole pagar de la manera más cruel por nuestros propios errores como ciudadanos y como civilización.

Y así con tantos personajes narcisistas, despóticos, débiles, mesiánicos y mediocres, nuestra democracia, como la niña Eréndira, haría oídos sordos a su Ulises y a cualquier voz que la reclame y la defienda, y nos abandone para siempre.

Para terminar, creo que una de las mejores maneras que tenemos de tomar las riendas de nuestra democracia, si pensamos de corazón que la merecemos--y yo pienso que así es--la definió John F. Kennedy en su icónico discurso inaugural de 1961:

"Y entonces, mis compatriotas estadounidenses, no pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregunten qué pueden hacer ustedes por su país. Mis conciudadanos del mundo, no preguntéis qué hará Estados Unidos por vosotros, sino qué podemos hacer juntos por la libertad del hombre. Finalmente, ya sean ciudadanos de Estados Unidos o ciudadanos del mundo, pídannos aquí los mismos altos estándares de fuerza y ​​sacrificio que les pedimos a ustedes. Con una buena conciencia, nuestra única recompensa segura, siendo la historia el juez final de nuestros hechos, salgamos adelante a liderar la tierra que amamos, pidiendo Su bendición y Su ayuda, pero sabiendo que aquí en la tierra la obra de Dios debe ser verdaderamente nuestra".

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