Monday, April 1, 2024

Haití: Decadencia sin Esperanza o una Profecía para Occidente?

Crédito: Odelyn Joseph/AP

Qué es Haití, si no un "adagio sostenuto" de miseria y desesperanza, despojos y urgencia. Tal vez, Haití es la tristeza apocalíptica de tiempos que históricamente se marcharon para no volver.

Seamos francos, ¿por dónde se ha de empezar a definir a Haití y sus constantes y sonantes dramas?

Haití, alguna vez, aunque parezca imposible, fue considerada una joya del Caribe. Fue un centro fascinante de cultura folklórica negra. Tanto así que en 1937, la reconocida escritora Zora Neale Hurston, originaria de Alabama, al sur de Estados Unidos, pasó una temporada en Haití tomando apuntes sobre el legado antropológico y religioso que se había creado en estas laderas y que sirvió de inspiración para sus novelas, muchas de ellas clásicos del movimiento literario y artístico conocido como el "Harlem Renaissance" (Renacimiento de Harlem) que catapultó el todavía impagable legado de escritores y artistas afroamericanos.

Un recorrido histórico por Haití es un relato desgarrador y terrorífico, manchado de sangre. Un "pudo haber sido y no fue." Un destino que aparentemente ya ha sellado su suerte, y sólo puede hablarse de muerte y zombies inertes, espiritual y emocionalmente hablando.

Cristóbal Colón llega a Haití en 1492 y bautiza a esta isla "La Española" en nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, y de Isabel y Fernando. Así pues, "La Española" sería parte del hasta entonces incipiente imperio español.

"La Española" no era ni remotamente una isla virgen. Ya por milenios se conocía que los indios Taínos habían habitado esas tierras y la llamaron "Haiti" o "Hayti" que significa "Tierra de altas montañas" en su lenguaje nativo.

El primer abandono de la isla lo hicieron los propios colonos españoles, que fueron dejando a "La Española" de lado, hasta que empezaron a llegar bucaneros de origen francés, que vieron en la isla tierra fértil para el cultivo, primordialmente de tabaco.

Finalmente, en 1697, con el llamado "Tratado de Ryswick" la isla queda en manos de los que serían sus nuevos amos, Francia.

Nuevo amo, nuevo nombre, y, así pues, "La Española" es rebautizada como "Santo Domingo."

Inspirados por la Revolución Francesa, su madre patria, en 1791, se inicia una acalorada y violenta revuelta que culmina con la independencia de Haití en 1804.

...Pero a qué precio...

Los franceses accedieron a dejar la isla, pero cobraron por ella. Sin oro no hay paraíso. 

A partir de aquí Haití es una musaraña de luchas, masacres, reconquistas, emperadores y reyes desquiciados, y numerosos factores de poder hasta la invasión de Estados Unidos en 1915.

Si bien hubo una tregua y se vivieron años más tranquilos, la intervención militar de EEUU estuvo lejos de ser una panacea.

Por casi dos décadas, hasta 1934, la nación americana controló los designios de Haití contribuyendo, alegadamente, en el robo casi absoluto de sus reservas de oro. Con la excusa de cuidar y preservar dichas reservas, Estados Unidos vació las arcas y hasta el Sol de hoy, ese oro nunca más volvió a sus tierras de origen.

El siglo XX, hasta bien entrada la década de los 80s, la isla estuvo en manos de la "dinastía" de los Duvalier, primero el padre, François Duvalier, conocido como "Papa Doc" y luego Jean Claude Duvalier, conocido entre los suyos como "Baby Doc."

El legado de los Duvaliers fue pobreza extrema, olas de crímenes exorbitantes y un sistema político resquebrajado.

Las altas montañas que dieron su nombre a la isla, resultaron ser volcanes activos que no han dejado de acarrear problemas. Y, como si fuera poco, Haití está cruzada por una zona de fallas, lo cual la ha hecho vulnerable a terremotos demoledores como fue el del 2010.

Con una fuerza de 7 Mwg en la escala de Richter, las muertes por culpa de este terremoto se cuentan entre las 100,000 y las 300,000 personas.

Pero como era de esperarse, y de esto todos tenemos memoria, la trágica estampa de un Haití desbastado fue aprovechada por sinvergüenzas que llegaron a la isla a hacerse fotos con los refugiados y hacer falsa filantropía, como fue el caso del controversial actor Sean Penn que aparecía con un rifle en un bote como si estuviese filmando escenas de "Indiana Jones."

Haití ha sufrido en su historia 32 golpes de estado. 

Técnicamente hablando Haití está constituida gubernamentalmente como una república semi-presidencial. La sede del gobierno está en Puerto Príncipe, la capital, obviamente.

Pero esta constitución de gobierno, en estos momentos, es casi inexistente. Al último presidente, Jovenel Moïse (pronunciado moaz) lo asesinaron en el 2021.

Actualmente hay un Primer ministro que está amordazado por los comandos armados del G9, liderados por un ex policía, Jimmy Chérizier, conocido ampliamente como Barbecue, por la afición que su familia tenía por las comidas a la barbacoa.

Pero Barbecue es un asesino convicto y confeso que ha convertido las calles de Haití en barricadas donde abunda la hambruna y el desespero. Y los sonidos de ametralladoras y de amenazas.

Lo poco que podría quedar de la vieja guardia política de Haití obedece a los ladridos de un Jimmy Barbecue que, si la historia vuelve a repetirse, será muy prontamente reemplazado por otro líder, y no de buenas maneras ni pidiendo permiso.

El reino de las calles se lo disputan el silencio sigiloso que precede a asesinatos que dejan cuerpos tirados al sol, y la incertidumbre. Pocos hay que no vayan armados hasta los dientes.

Muchos países ya se han movilizado para recoger a sus residentes, turistas y los misioneros. Haití es lo que llamamos vulgarmente un "territorio comanche."

Por supuesto, que como ya lo hizo Sean Penn, no hay quien no quiera llamar la atención y tratar de figurar en medio de esta tragedia humanitaria.

Ya hemos podido escuchar a Nayib Bukele, con ínfulas de nuevo emperador, decir que él tiene la solución para Haití. Como supo, supuestamente (porque lo de Bukele es como lo diría La Lupe, puro teatro) controlar a las maras, también puede mermar las aguas efervescentes de Puerto Príncipe.

Pero eso sí, dice Bukele, quién va a pagar tal hazaña. Con el debido respeto, este señor tiene pinta de ser poco menos que un mercenario con buena pinta.

No se han visto voluntarios desde que Bukele intentó hacerse el héroe.

Con Jimmy Barbecue no se juega, pero seguro que sí que se negocia.

La diáspora haitiana es vasta. En Estados Unidos viven cientos de miles de haitianos. Yo he trabajado con ellos.

Hay una especie de "monopolio" en la industria del turismo y el mundo de la hotelería, donde los haitianos se alzan como los máximos exponentes del personal de mantenimiento y limpieza.

Es común en estos ambientes, escuchar el Creole, salpicado de francés, un idioma francamente simpático y contagioso.

Pero la diáspora no quiere hablar de lo que sucede en su antigua patria. Les da pena. Piensan que no tienen autoridad moral porque se han ido.

Razón no les falta. Pero poco más pueden hacer.

A Haití la han abandonado todos menos Dios.

Y esto es un punto importante, porque de a poco tenemos que ir girando la historia para saber por qué esta perla del caribe ahora es una desafortunada tierra de escombros?

¿A quién responsabilizar?

Berbecue es un síntoma. Barbecue es más que un efecto, una causa.

¿Qué sucede con el Haitiano?

Para empezar a hablar de este tema, quisiera contarles una anécdota muy interesante, que nos puede dar algunas claves...

En las décadas precursoras a las redes sociales y a YouTube, todos fuimos ávidos receptores y lectores de los llamados "PowerPoints." ¿Se acuerdan?

Eran láminas muy bien diseñadas con Microsoft Power Point que contaban historias y tenían ilustraciones con mensajes interesantes, tal cual como hoy en día encontramos en los canales de YouTube.

Uno de estos "PowerPoints" que se hicieron "virales" por así decirlo hablaba de la situación tan precaria de Haití, con un particular enfoque.

Espiritualmente hablando, y como era de esperarse, la religión oficial de Haití es el Catolicismo, seguido por el Protestantismo.

Sin embargo, como ya se apuntaba en estas láminas ilustradas en los años 90s, ha habido un incremento muy considerable en las prácticas de la religión Vodou o Vodoo.

Originalmente del Africa Occidental, el Vodou tiene rituales donde se entremezclan las creencias del catolicismo con simbolismo africano. Es mayoritariamente politeísta, pero con tintes oscuros para los que no podríamos entender su finalidad y sus prácticas.

El Vodou se instaló en Haití en el siglo XVI, y no se ha ido desde entonces.

Hoy en día, y como bien explicaba el documento de PowerPoint, es esta constante y espesa tiniebla del Vodou que quizá ha sumido a Haití en su situación paupérrima. Si bien, el Vodou no es carente de divinidades para el que lo practica, es más que obvio, que no es una religión de orígenes limpios, sino más bien grotescos.

En Haití los sacerdotes y sacerdotisas que inician a la población en espectáculos un tanto extravagantes, ya no se esconden.

Como mencioné al principio, la escritora Neale Hurst, fue testigo de estos rituales durante su época de estudiante, y es común ver el Vodou y el Hodou, una fuerte corriente y variante del Vodou, practicándose abiertamente en los estados del sur con altos grados de poblaciones afro caribeñas.

Los detractores de la idea que el Vodou podría haber influenciado en la decadencia de Haití, tampoco pueden negar que el uso de las religiones convencionales, o quizá el abuso de ellas, hayan sumido a la población en un letargo, que, acompañado de la constante represión de dictadores y de empobrecimiento crónico, han convertido al haitiano en un ser mermado y moldeable.

Pero he aquí algo muy interesante...

El deterioro de Haití, su caída en los valles del oscurantismo, la mentalidad controlable y ampliamente ignorante del ciudadano de a pie, no es, ni remotamente, autóctona de esta isla venida a menos.

Veamos, objetivamente, que Haití no es una casualidad. 

Señores, tengamos cuidado porque Haití puede ser una profecía muy clara de lo que le espera a Occidente por el camino que vamos. Y no necesitamos ser videntes para darnos cuenta de ello.

Bukele con sus ansias de poder que ya traspasan las fronteras de El Salvador, actúa, no con menos furor que los bucaneros franceses que se apoderaron del control de la isla en siglos pasados.

Un Joe Biden, sinceramente, no es poco menos que un Jimmy Barbecue con paltó y demencia senil.

La falsa filantropía de Hollywood ya ha hecho caja con Haití...

Si quisiéramos creer que Haití le cerró las puertas a Dios para abrazar el Vodou, pues poco falta para que Occidente entero haga lo propio con un feroz agnosticismo y unas agendas ideológicas que buscan dinamitar nuestros valores judeo-cristianos.

No vayamos más lejos.

Este año, el día de Pascua, para los Católicos y cristianos practicantes, uno de los días más sagrados de su calendario, fue eclipsado por un decreto de la Casa Blanca en Washington, firmado por el presidente Biden, donde, el 31 de Marzo, aun con la celebración de "Easter," como se conoce al Domingo de Resurrección en Estados Unidos, se debía celebrar el orgullo de la visibilidad de los transexuales.

Tan aberrante fue esta medida que no faltaron transexuales que pusieron el grito en el cielo--nunca mejor dicho.

Cada vez se cuentan en mayor número los famosos que practican el satanismo. Hay un fuerte rumor que la actriz y bailarina Jennifer López podría ser santera, y de las de alto rango.

Estamos en el umbral para recibir bocanadas de verdades que estuvieron ocultas o disfrazadas.

En Haití el medio de comunicación predilecto del pueblo es el chisme y el rumor. No es broma.

Han tenido que desmentir que el mentado Barbecue es caníbal, por poner un ejemplo.

En Occidente los medios de comunicación están en manos de empresas ideologizadas, que controlan la narrativa y echan la leña necesaria para que ardan la censura y las "fake news."

Vuelvo y repito, dónde están las diferencias con Haití?

Aparte de la geografía, el número superlativo en sus respectivos censos, qué hay en Haití que no lo veamos amplificado en Estados Unidos o en Europa?

La antigua diáspora haitiana llegó a Estados Unidos, por ejemplo, para trabajar en lo que le gustaba y en lo que se ve que saben hacer mejor que muchos.

Pero la neo-diáspora, esta desmedida inmigración ilegal que nos llega gracias a las políticas de los Demócratas, son Barbecues en ciernes.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, acaba, hace pocas semanas, de interceptar en aguas territoriales, a una patera con 25 haitianos armados con bombas y rifles y hasta equipo sofisticado para la visibilidad nocturna.

Florida les impidió el paso. Pero las fronteras de varios estados están abiertas de par en par. Si no fueron aquellos, serán otros.

Haití me queda claro, que es una advertencia. Una señal.

En la vida HaShem, en su infinita sabiduría, nos deja claro, entre vivencias y experiencias, que el norte, nuestro norte, es inamovible.

Nuestro propósito nos llama sin cesar y sin miedo a quedarse afónico, porque nuestra felicidad y nuestra paz depende de ello.

Pero también hay momentos, circunstancias que nos han de servir para medir si, por un lado, estamos en el camino correcto. Y, aun si vamos bien, saber cuál es nuestra meta. Podríamos estar en la senda adecuada, pero con una neblina que nos ciega profundamante.

Descubrir que vamos bien encaminados es imprescindible. Difuminar la neblina, por otro lado, se ha hecho tarea más que complicada.

Haití, el tan mal ponderado, país más pobre del mundo, y apenas el cuarto, en cuanto a la peor situación política, es, y debe seguir poniéndonos en las manos una brújula.

¿Es Haití el norte de nuestra civilización?

La resolución de Haití no está en manos del Vodou o de Barbecue o de alguna "mostaza dijon" que quiera amedrentar, amenazar o asesinar a diestra y siniestra.

Como no sea para seguir explotando o expoliando lo poco que pueda haber en las ciudades como Puerto Príncipe, occidente no tiene mucho interés en las tierras de altas montañas.

La resolución de Haití está en las manos de los haitianos, los poquitos que quedan con las manos limpias, que arropados con un escudo divino y una educación seguramente adquirida en otras tierras, quieran ponerse al mando para reconstruir el sistema político.

Hay quienes elevan sus súplicas para que vuelva el intervencionismo.

Este tema lo analizaremos próximamente.

Y sí, debe haber un regreso al intervencionismo, el de Dios. El del estudio de los planos que dejaron a su paso españoles y franceses. El exilio y la pena de muerte para los delincuentes que han secuestrado la zozobra del haitiano.

Penosamente, y quizá el destino de Haití está sellado, no hay remedio. 

Pero tengamos cuidado. Haití es una alarma que no deja de sonar en los oídos de nuestros líderes y de nuestros jóvenes.

Haití podría muy probablemente ser el espejo en que se está mirando Occidente.

En el Vodou los espejos son presagios de que el mundo de los muertos está cerca. Los espejos son cárceles de espíritus.

Pero bien que ya ha llegado la hora de reflejar prosperidad, abundancia y redención.

Demos los pasos para que se haga la luz en nuestras almas, nuestras intenciones y, por supuesto, en nuestras acciones.

Brillemos como antes y cuanto antes.

Seamos diáspora de la miseria y de la incultura en las que nos han hecho navegar los colonos de nuestro intelecto y nuestra sapiencia.

De lo contrario, he ahí Haití. Y eso es únicamente el comienzo.





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